¿NEGOCIAR? NO, NUNCA. NADA.

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Ha contado lo que no se contaba. El director de cine vasco ha tenido el atrevimiento de rescatar en diferentes obras el drama de los damnificados del terrorismo. Frente a la equidistancia, Arteta toma partido: acompañar a las víctimas.

Ante la actual coyuntura, Iñaki Arteta lo tiene claro: no hay nada que ceder políticamente ante los asesinos. Su honesto posicionamiento personal ante la realidad vasca ha tenido frutos más que notable en obras como Voces sin libertad o Trece entre mil. La amnesia colectiva se ha quedado sin excusas.

 

P.- Nació en Bilbao. ¿Cuándo fue consciente por primera vez de que algo no funcionaba en la sociedad vasca?

R.- A mediados de los ochenta. Comencé a sentir incomodidad con la respuesta que se daba al terrorismo en mi ambiente más cercano, y en la sociedad en general. Ya habían matado a gente… Recuerdo aquellos años ochenta en los que, por decirlo de alguna manera, moría gente no demasiado importante y los atentados tenían poca respuesta ciudadana. Ese cúmulo de circunstancias hizo que estuviera atento a la actualidad y que tomara un posicionamiento personal. Me llevó a utilizar la herramienta que entonces empezaba a gustarme: el cine.

 

P.- En su obra destaca la preocupación por rescatar del olvido a las víctimas del terrorismo.

R.- Lo verdaderamente chocante es que respecto a esta realidad del terrorismo y respecto a las víctimas, no se hayan producido más iniciativas. Cuando hablamos del olvido y de querer recordar algo que ha pasado, no hacemos más que comparar esta situación con cualquier otra de la historia del mundo que conocemos: el Holocausto, la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil… Tenemos películas, documentales, etcétera. Un material documental que nos acerca a una época.

Resulta que, cuando empiezo a trabajar, veo que no hay nada y me digo que tengo que hacer algo. No hay nadie que haya protestado audiovisualmente contra el terrorismo. Entonces voy metiéndome en la materia con iniciativas personales, secundadas por gente de mi equipo. Nunca ha sido un encargo de nadie. He presentado proyectos y luego he tenido apoyo de colectivos como la Fundación Víctimas del Terrorismo, la Fundación Miguel Ángel Blanco o Covite. Siempre han sido iniciativas en las que creía y quería sacarlas adelante a toda costa.

 

P.- Y con el tiempo llega ‘Trece entre mil’.

R.- Ya se trata de un proyecto muy laborioso, enfocado a un largometraje, y necesitábamos muchos recursos. Encontramos financiación debajo de las piedras, aunque muy fragmentada. En el documental me dirijo hacia las historias que atesoran las víctimas y que no las han contado prácticamente a nadie. De hecho, en la película hay varios casos de personas que nunca habían hablado antes ante una cámara.

 

P.- ¿Tuvieron problemas durante el rodaje?

R.- Lo hicimos con mucho cuidado. Aquí puedes vivir más o menos bien sabiendo por qué lugares andas y lo que tienes que hacer o aparentar en cada momento. Resultó complicado elaborar el equipo, para que no se nos colara nadie (aquí los abertzales no llevan cuernos). Muchos están mezclados en ámbitos profesionales y sociales donde no parece que tengan ideas radicales, pero rascas un poquito y …

 

P.- Uno se llevará sorpresas…

R.- A gente de la que se dice «pero éste es un tío muy majo», le planteas la cuestión de posicionarse ante un asesinato, y descubres a un monstruo. Tuvimos que tener un enor-me cuidado, porque tampoco hay tantos profesionales y muchas de las empresas del sector están ligadas a medios de comunicación públicos. Aquello fue más problemático que ir a grabar, ya que íbamos cuatro tipos con cámara y micrófono, y no se sabía lo que estábamos haciendo.

 

P.- ¿Recibieron subvenciones?

R.- Del gobierno vasco sí, aunque la ayuda fue casi simbólica y no creo que los políticos supieran nada. Hay que explicar que las subvenciones al cine las reparte gente del sector. En cambio, el Ministerio de Cultura nos negó la subvención en tres ocasiones: dos con el PP y una con el PSOE. Se dio un rechazo inexplicable y la tercera vez que presentamos el proyecto ya estaba armado económicamente –que suele ser el aval para recibir ayudas-. Pero ni por ésas.

 

P.- ¿Cree que ha conseguido su objetivo de rescatar del olvido a las víctimas?

R.- Supongo que he realizado una pequeña aportación. Rescatar zonas oscuras del pasado es una labor de toda la gente que ha escrito (en la ficción no tanto, pero sí en el ensayo), los poquitos que nos hemos dedicado al cine y otros que se han dedicado a elaborar reportajes para televisión. Con el tiempo se podrá hacer una reconstrucción sensata, no politizada ni mediatizada por el fanatismo, de nuestro pasado reciente en clave de verdad. Para eso hacen falta muchos puntos de vista. Yo he hecho lo que he podido. Además, haciendo un recorrido por las cosas que he elaborado después de Sin libertad, propuse a la Fundación de Víctimas un trabajo recopilatorio

 

P.- ¿En qué consiste?

R.- Al estilo del que hizo Spielberg con voluntarios de todo el mundo, tratando de recopilar videográficamente todos los testimonios posibles de supervivientes del Holocausto. Le dije a la fundación que podía ser una tarea a medio-largo plazo. Todas las entrevistas que he hecho van a ir a un fondo que será un archivo videográfico sobre las víctimas del terrorismo en España. Se trata de un trabajo que llevo haciendo en paralelo durante estos años, y parte del mismo se puede ver en la web www.testimoniosvictimasterrorismo.com

 

P.- El olvido requiere de sujetos que olviden y gran parte de ellos conforman la sociedad vasca. ¿Cree que se da una enfermedad moral en el País Vasco?

R.- Sí, indudablemente. Acostumbrarse al asesinato, a no adoptar posturas contundentes contra la eliminación física de vecinos, etcétera, crea una serie de mecanismos que van desde el miedo hasta la asimilación normal del mobbing social, el aislamiento… Y eso genera una sociedad absolutamente enrarecida. Una de sus consecuencias es querer olvidar el pasado, ya que recordar, en el caso del terrorismo y las víctimas, significa que uno se tiene que posicionar sobre el tema.

 

P.- Obliga a hacerse preguntas.

R.- ¿Qué he hecho para que deje de pasar esto? La respuesta es esos casos suele ser «nada». Muy poca gente se ha preocupado porque mataran a ciertas personas, muy poca gente ha dado pasos activos al respecto, aunque fuera en conversaciones coloquiales… Durante muchísimos años hemos sido incapaces de expresar el rechazo ante cosas tan evidentes como «oye, que han matado a un señor, que me da igual qué uniforme tenía…» Y además, eso se ha heredado de generación en generación de manera no verbal. Cualquier chaval de 18 años que no ha vivido ni la mitad del terrorismo que hemos vivido los mayores ya sabe de lo que tiene que hablar, sin que le hayan dicho nada. Se da un clima de miedo y de ley del silencio; imagino que parecida a la que habrá en Sicilia, porque las cosas funcionan de una manera que todos sabemos. Nadie las explica, pero todos las sabemos.

Ahora, la cuestión del olvido no sólo corresponde a la sociedad vasca, ya que la sociedad española no ha hecho grandes movimientos a favor de las víctimas. Creo que ha sido la sociedad española en general, con más delito la vasca, la que ha comprendido primero a los nacionalistas; la que ha abandonado absolutamente a las víctimas, y la que ha pensado en muchas ocasiones que todo valía para acabar con el terrorismo. Un poco como en lo que estamos ahora: si hay que dar algo a los terroristas, ¡pues venga!

 

P.- ¿Cómo ve el denominado «proceso»? ¿Estamos más cerca de una negociación o de una rendición?

R.- No sé dónde estamos. Tengo la impresión de que si se les da a los terroristas gran parte de lo que piden –es decir, más nacionalismo-, podrían regular la utilización de la violencia, pero en ningún caso abandonarla. Lo veremos con el tiempo.

 

P.- En cualquier caso, ya estaríamos ante una cesión

R.- Efectivamente. Nunca he sido partidario de la negociación. ¿Negociar? No, nunca. Nada. Derrotar sí. Seguramente me hace estar más a la derecha del Gobierno más de derechas que haya tenido el país, al igual que estoy a la izquierda del Gobierno más de izquierdas. Lo digo porque me apoyo en la legalidad, en la democracia y en el absoluto respeto a los derechos humanos. No se puede ceder nada políticamente con alguien que haya matado.