Jean Jaurès: El hombre que pudo evitar la 1ª guerra mundial

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Son las 9:40 de la noche del 31 de julio de 1914. Jean Jaurès, una de las grandes figuras del socialismo pacifista europeo, cena a toda prisa en el «Café du Croissant», en pleno París. Le espera un trabajo urgente: redactar un artículo para su diario, «L’Humanité», con el que espera sacudir a la opinión e impedir una guerra que se anuncia inminente.

En la acera, en la esquina de la rue Montmartre y la rue du Croissant, cerca de los Grandes Bulevares, un hombre saca un revólver, aparta la cortina del café y dispara dos veces. El dirigente socialista, que estaba de espaldas, se derrumba sobre la mesa, alcanzado en la cabeza.

El asesinato conmociona a Francia, donde buena parte de la opinión consideraba a Jaurès como el último baluarte contra la lógica bélica que estaba arrastrando a todas las potencias europeas. El 3 de agosto, Alemania le declara la guerra a Francia y la izquierda pacifista francesa se une al consenso patriótico contra el agresor germano. El asesinato de Jaurés, así como las ideas del dirigente, abatido a la edad de 54 años, salen rápidamente de la actualidad. En la rue del Croissant, el autor de los disparos es capturado sin oponer resistencia. Se trata de Raoul Villain, de 29 años, miembro de la ultranacionalista Liga de Jóvenes Amigos de Alsacia-Lorena, regiones que Francia perdió en la guerra franco-prusiana de 1870.

«Castigar a Jaurès el traidor»

Villain es también una personalidad desequilibrada, que sueña con una revancha nacional y que ve a Jaurès como un «traidor» al que hay que «castigar». «Tengo el sentimiento del deber cumplido», declara en los interrogatorios. Durante las semanas precedentes, Jaurès no había escatimado esfuerzos para tratar de impedir la catástrofe. A principios de julio, inmediatamente después del asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona del Imperio Austro-húngaro, Jaurès, al igual que la mayoría de los dirigentes políticos franceses y europeos, descartaba riesgos inminentes para la paz. Pero en pocos días la situación internacional se tensa y Jaurès se esfuerza en movilizar, en particular a la Internacional Socialista (IS), para tratar de detener la deriva de Europa hacia la guerra. «Hay una sola posibilidad de mantener la paz y de salvar la civilización: que el proletariado una todas sus fuerzas» para alejar «la horrible pesadilla», afirma el 25 de julio en Lyon (este).

Los socialdemócratas alemanes habían empezado ya a manifestarse tras el ultimátum austríaco a Serbia del 23 de julio, con la esperanza de que Viena renunciara a entrar en guerra contra Belgrado.

Manifestaciones pacifistas en Europa

Las manifestaciones pacifistas se extendieron a toda Europa, con una gran marcha en Francia el 27 de julio. Los franceses, de todos modos, aún no creían del todo en una guerra inminente. El 28 julio, los titulares se concentraban en la absolución de Henriette Caillaux, esposa del ministro de Finanzas Joseph Caillaux, que había matado en marzo a balazos al director del Figaro, Gaston Calmette, porque su diario criticaba mucho a su marido. Pero eso no desalienta a Jaurès.

A impulso suyo, el buró de la IS celebra una reunión de en Bruselas el día 29 de julio y decide adelantar al el 9 de agosto el congreso de la Internacional previsto para septiembre y seguir organizando protestas contra la guerra. Pero ya es demasiado tarde.

El error de los dirigentes de la izquierda europea fue «creer que la crisis iba a ser suficientemente larga para permitir a los pueblos, y en particular a los socialistas, movilizarse contra la guerra», resume el historiador Jean-Jacques Becker.

El 31, pocas horas antes de morir, y en momentos en que Rusia acaba de decretar la movilización general, Jean Jaurès descubre que «París nunca desaconsejó la manera fuerte a San Petersburgo», según cuenta otro historiador francés, Jean-Yves Le Naour. Furioso, Jaurès apostrofa en la Cámara de Diputados al ministro del Interior, Louis-Jean Malvy: «¿Es Francia vasalla de Rusia?»; «íHay que seguir negociando!»; «La Francia de la República arrastrada por los mujiks contra la Alemania de la Reforma: ¿Van a permitir eso?»

«Caído por delante de los ejércitos»

Al día siguiente de su asesinato, Alemania declara la guerra a Rusia y Francia decreta a su vez la movilización general. El 3 de agosto, Alemania y Francia están en guerra, y los socialistas participan en el gobierno de unión nacional. Jaurès, lúcido, había previsto y admitido esa situación: «Digan lo que digan nuestros adversarios, no hay ninguna contradicción entre hacer el máximo esfuerzo para garantizar la paz, y si la guerra estalla pese a nosotros, hacer el máximo esfuerzo para garantizar la independencia y la integridad de la nación», dijo en un discurso el 18 de julio.

Jaurés fue enterrado en Albi (suroeste), pero sus restos fueron trasladados en 1924 al Panteón de los héroes de Francia, en París. En 1917, el bolchevique León Trotski hizo su elogio: «Jaurès, atleta de la idea, cayó en la arena combatiendo el más terrible azote de la humanidad: la guerra».

Jaurès fue el «primer muerto, caído por delante de los ejércitos», considera el historiador Max Gallo, uno de sus numerosos biógrafos. «Forma parte de esas grandes figuras simbólicas de la República y de la Humanidad», agrega.