Ken Saro-Wiwa, un testimonio de lucha y esperanza

5356

El poeta nigeriano Ken Saro-Wiwa luchó por los derechos del pueblo ogoni desde la no-violencia, criticó a la dictadura militar de Nigeria y a las multinacionales petroleras. Fue condenado a muerte y ejecutado hace 20 años

El 10 de Noviembre de 1995, recientemente cumplidos los veinte años, Ken Saro-Wiwa, Baribor Bera, Saturday Doobee, Nordu Eawo, Daniel Gbokoo, Barinem Kiobel, John Kpuinen, Paul Levura y Felix Nuate fueron ahorcados en Port Harcourt (Nigeria) tras un juicio que Amnistía Internacional calificó como “injusto y de motivaciones políticas”. Sin embargo, su lucha sigue siendo necesaria, puesto que veinte años después miles de habitantes del delta del Níger aún no pueden beber agua limpia, labrar sus tierras, ni pescar en sus aguas debido a la contaminación producida por los vertidos de las petroleras que hacen negocio en la zona.

“Es desgarrador y trágico comprobar cómo 20 años después de la ejecución de Ken Saro-Wiwa, que luchó por la limpieza de la contaminación de petróleo en el delta del Níger, muy poco ha cambiado: los vertidos de petróleo no han cesado, y Shell no ha limpiado todavía esta enorme degradación medioambiental”, ha afirmado M. K. Ibrahim, director de Amnistía Internacional Nigeria.

Por ello, queremos rememorar su testimonio en este aniversario, como ejemplo de lucha pacífica, pero combativa ante la injusticia, y así no olvidar este crimen del petróleo como un martirio por los últimos.

KenSaroWiwaKen Saro Wiwa nació en el estado de Rivers, Nigeria. Estudió en las universidades de Umuahia e Ibadan, y trabajó como profesor en las universidades de Ibadan y Nsukka hasta el inicio de la guerra de Biafra, en 1967. Tras un periodo en el Ministerio de Educación, empezó a trabajar como empresario independiente en 1973.
Tuvo una dedicación literaria constante, y era comentarista de prensa, radio y televisión. Pero fue a partir de 1989 cuando dio un giro definitivo a su vida y pasó a dedicarse en exclusiva a la defensa de los ogonis, comunidad de la que formaba parte. Desde que en 1958 la petrolera holandesa Shell entró en Nigeria y se instaló en el territorio tradicional de los ogonis, la degradación ambiental les hizo perder toda posibilidad de continuar con sus actividades productivas, sin beneficiarse a cambio de ninguna manera de la riqueza generada por la industria petrolera.

Ken Saro Wiwa, a través del Movimiento para la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP), comienza una campaña de denuncia que cobra rápidamente un eco indeseado en el gobierno militar. El Movimiento redactó una Carta de Derechos en que reclamaba autonomía política dentro de la federación nigeriana y una redistribución justa de los recursos de su territorio que revierta en el desarrollo propio. El Movimiento cobra fuerza en su campaña política y en sus exigencias de que la industria petrolera inicie de inmediato la descontaminación del territorio, y su primera gran manifestación se celebra en enero de 1993 sin que se produzca ningún herido. La situación se fue haciendo tensa, la Shell se ve incluso obligada a cesar su actividad en territorio Ogoni, y Saro Wiwa es detenido en dos ocasiones en abril de 1993. En junio de ese mismo año se le retira el pasaporte para evitar que acuda a Viena a un encuentro internacional de movimientos de defensa de los derechos humanos. El 21 de junio es de nuevo detenido junto con otros dos miembros destacados del MOSOP, momento en que Amnistía Internacional lo declara preso de conciencia y comienza una campaña para exigir su liberación. Se presentaron, un mes después, seis cargos contra los tres detenidos por asociación ilícita, intento de sedición y publicación de material sedicioso. Amnistía Internacional aclara en su campaña, asimismo, que nunca habían hecho uso ni apología de la violencia en su defensa de los ogonis.

Entre el verano de 1993 y la primavera de 1994, una dura represión del ejército del dictador Abacha acaba con la vida de miles de ogonis, cientos de ellos fueron encarcelados y los bienes de otros miles fueron expropiados. Junto con la fuerza que alcanzó el MOSOP llegaron las divisiones internas, fruto de las cuales, en el transcurso de unos disturbios acaecidos en la primavera de 1994, cuatro jefes ogonis fueron asesinados. Saro Wiwa fue de nuevo detenido junto con otros ocho compañeros del MOSOP bajo la acusación de haber participado en los asesinatos. Fue juzgado en un juicio militar sin garantías en febrero de 1995. Para el juicio se constituyó un tribunal especial de acuerdo con el Decreto 2 de 1987 sobre Disturbios Civiles, que facultaba al jefe de Estado para constituir un tribunal especial, fuera del sistema judicial normal, para juzgar casos relativos a sublevaciones y disturbios civiles. El tribunal debía estar presidido por un juez y debía contar con un oficial en servicio de las fuerzas armadas. El gobierno militar confirmaba o anulaba a su arbitrio las condenas de este tribunal y no existía el derecho de recurrir judicialmente a una jurisdicción superior o independiente.

El 10 de noviembre, pese a las peticiones de clemencia de la Organización de la Unidad Africana (OUA), la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, la ONU y otros organismos, así como de varios líderes internacionales entre los que se contaba Nelson Mandela, Ken Saro Wiwa, premio medioambiental Goldman y candidato al premio Nobel de la Paz, fue ahorcado junto con sus compañeros. Además de él, también Barinem Kiobel, antiguo ministro del estado de Rivers, era considerado preso de conciencia por Amnistía Internacional, y la organización consideraba posibles presos de conciencia a los otros siete ejecutados.

Durante una de sus estancias en la cárcel (1993) escribió entre otras cosas:

«Todos dormían, menos yo. Mis pensamientos fueron para la gente ogoni y el compromiso que había adquirido para aliviar su sufrimiento durante el resto de mi vida. Mi preocupación por los ogoni ha sido un artículo de fe, asumido desde la escuela primaria, alimentado durante la escuela secundaria y hecho realidad durante la guerra civil nigeriana en 1967-1970. (…)

Shell International considera como un insulto que un hombre negro, una comunidad negra, se atreva a desafiarla y muestre al mundo que la compañía es una amenaza medioambiental en Nigeria, pero no en Europa y América, (…)

Es mi credo que la literatura en una situación crítica, como en Nigeria, no puede estar separada de la política… Mi experiencia es que los gobiernos africanos pueden ignorar a los escritores, porque son pocos los que saben leer y escribir.

El escritor debe ser l´homme engagé, el hombre intelectual de acción. Debe establecer contacto directo con la gente y ser un recurso para el reforzamiento de la literatura africana a través del lenguaje. Solemos escribir de forma excelente sobre lo que experimentamos directamente, muy bien sobre lo que oímos y bien sobre lo que imaginamos. En una situación tan crítica como la de Nigeria, es completamente inútil sentarse y ver pasar a los terroristas y patanes que arrasan el país y tratan a la gente de forma inhumana. Estos eran muchos de los pensamientos que pasaban por mi mente mientras esperaba en la cárcel de las dependencias policiales».

Ken Saro-Wiwa era un hombre de paz, que desde su posición de escritor fue un gran defensor de los derechos humanos. Luchó de forma no-violenta por la dignidad de los pueblos del Delta del Níger.Creía en un solo combate: el de las palabras y la voz. Insistía siempre a su pueblo que hiciesen valer sus derechos de manera pacífica. Tuvo el valor de desafiar a la Shell con su voz y su pluma y ésta montó un sistema de vigilancia a sus actividades a escala mundial, llegando a ser cómplice de su muerte.

A continuación, se incluye el texto de su declaración final, que nunca fue oído por el tribunal:

“Mi señor,

Todos de pie ante la historia. Yo soy un hombre de paz, de las ideas. Consternado por la pobreza denigrante de mi pueblo que vive en una tierra ricamente dotada, angustiado por su marginación política y el estrangulamiento económico, enojado por la devastación de su tierra, su legado fundamental, deseosa de preservar su derecho a la vida ,a una vida decente, y decidido a marcar el comienzo de este país en su conjunto un sistema justo y democrático que proteja a todos solo y cada grupo étnico y nos da a todos una reclamación válida a la civilización humana, he dedicado mis recursos intelectuales y materiales, mi propia vida, a una causa en la que tengo creencia total y a la que no se le puede chantajear ni intimidar. No tengo ninguna duda en absoluto sobre el éxito final de mi causa, sin importar las pruebas y tribulaciones que yo y los que creen como yo puede encontrar en nuestro camino. Ni cárcel ni la muerte puede detener nuestra victoria final.

(…)Profundamente convencido de mi inocencia frente a los falsos cargos de los que se me acusa, hago un llamamiento al pueblo ogoni, a los pueblos del delta del Níger y a las minorías oprimidas de Nigeria a que se levanten y luchen pacíficamente por sus derechos, Dios y la historia están de su lado».

El «delito » de Saro-Wiwa fue luchar contra la injusticia y la miseria que provocaba la contaminación ambiental producida por las multinacionales petroleras durante 30 años, fundamentalmente la Shell. Su lucha denunció la situación de precariedad en que vivía su pueblo debido a las extracciones de petróleo que se estaban llevando a cabo en la zona, poniendo en peligro el ecosistema, empobreciendo al pueblo y reduciendo las tierras cultivables.

Para finalizar, rescatamos unas palabras de Saro-Wiwa que escribió en m ayo de 1995, seis meses antes de su asesinato: “Si yo vivo o muero es insustancial. Es suficiente saber que hay gente que ha comprometido tiempo, dinero y energía para luchar contra este uno de los males entre otros que predominan en el mundo, Si ellos no tienen éxito hoy, lo tendrán mañana. Debemos esforzarnos por hacer del mundo un lugar mejor para toda la humanidad. Cada uno contribuyendo un poco, siguiendo su camino.”

Autor: Aída Fuentes