La banca en la «sombra» crece en el humus de la deuda y la subida de tipos

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) advertía en un informe del mes de abril sobre la fragilidad del sistema financiero y de las tensiones que pueden generar en la economía. De hecho, las ultimas turbulencias bancarias a uno y otro lado del Atlántico están condicionado las previsiones sobre el horizonte económico que se perfila en los próximos meses.

La quiebra de Silicon Valley Bank o Signature Bank, en Estados Unidos, o la pérdida de confianza en Credit Suisse, en Europa, han evidenciado la vulnerabilidad de las entidades ante la subida súbita de los tipos de interés por parte de la FED y del BCE, lo que hecho saltar las alarmas ante el temor de nueva crisis financiera.

Así la banca se ha convertido en un nuevo elemento de inestabilidad sobre el que hacer seguimiento. Sin embargo, no todo el sistema financiero está exclusivamente formado por bancos.

En este sentido, el organismo que preside Kristalina Georgieva ha advertido de la tensión que introducen los intermediarios financieros no bancarios (NBFI, por sus siglas en inglés) y de los riesgos que pueden suponen para el equilibrio financiero mundial. «Mientras que hay pocas dudas de que los cambios regulatorios implementados desde la crisis financiera mundial, especialmente en los bancos más grandes, han hecho que el sistema, en general, sea más resistente, las preocupaciones permanecen sobre vulnerabilidades que pueden estar ocultas, no solo en los bancos, sino también en los intermediarios financieros no bancarios», alerta el informe.

 

Francisco del Olmo, profesor de la Universidad de Alcalá; Diego Aires y Antonio Mata, de la Carlos III, y Fernando Rojas, de la UAM, han publicado recientemente en «Cuadernos Información Económica», de Funcas, el informe «Shadow Banking: una distorsión de negocio bancario». Se trata de un estudio que analiza este sector, y que atribuye su crecimiento en los últimos años a la presión regulatoria sobre la banca tradicional en el caso de la eurozona; mientras la causa que subyace en Estados Unidos es, en su opinión, la rentabilidad de la intermediación financiera. Adicionalmente, los autores señalan que en la zona euro también ha jugado un papel muy relevante la evolución de los tipos de interés que, desde su entrada en terreno negativo en 2014, ha incentivado que las grandes entidades hayan desviado parte de los recursos de los clientes hacia estructuras fuera de balance que, en última instancia, forman parte de esta «shadow banking», hecho que pone de manifiesto las interrelaciones entre las dos caras del sector financiero.

Esta interconexión es precisamente uno de los motivos que explican, a juicio del FMI, los riesgos que estas actividades no bancarias pueden suponer para el sistema financiero y, por ende, para la economía en su conjunto. No obstante, no es la única razón de riesgo, ya que el organismo internacional también ha llamado la atención sobre el elevado apalancamiento de estos agentes en deuda y derivados y de los problemas que pueden atravesar ante unos desajustes de liquidez si los activos no proporcionan el suficiente efectivo para cubrir los reembolsos de los inversores, algo que se ha visto claramente en el caso de los bancos americanos.

Y que la subida súbita de los tipos de interés ha reducido drásticamente el valor de los activos a largo plazo de algunas entidades, como los préstamos hipotecarios, pero, sobre todo, de los bonos del estado. Una auténtica bomba de deuda acumulada, de la que también es participe la «banca en la sombra».

Brett Christopher en su libro «Our Lives in Their Portfolio: Why Asset Managers Own the World», que se publica este mes de abril, ya apunta a que estos administradores de activos se pueden convertir en los «villanos» en el caso de que se desencadene un nuevo trauma económico mundial, tomando de esta manera el testigo de los grandes bancos, responsables del shock financiero de 2008. En su libro, Brett describe cómo los principales administradores de fondos y los titanes del capital privado se «han apoderado» no solo de las carteras, sino también de los hogares en que vivimos, de los hospitales a los que acudimos cuando estamos enfermos e, incluso, de los alimentos que comemos y el agua que bebemos. En definitiva, por este motivo, el autor estadounidense alerta de las consecuencias «inquietantes» que una crisis financiera podría tener sobre nuestras vidas, las cuales, a día de hoy, están altamente «financiarizadas».

Si la expansión del sector NBFI ha sido una de las causas del incremento de los activos financieros globales totales, que se dispararon a partir de la pandemia, el crecimiento de los fondos ha sido determinante para la misma, tal y como apunta el FSB. Y como muestra, un botón. El sector NBFI creció en 2021 un 8,9% (por encima de su crecimiento promedio de los últimos cinco años, que se había situado en el 6,6%). En el caso de los fondos, su incremento se situó por encima del 10%, impulsado principalmente por de renta variable muy favorecidos por el aumento en las valoraciones. El crecimiento en otros activos de fondos de inversión, es decir, excluyendo fondos de cobertura, sociedades de inversión inmobiliaria y bienes inmuebles (REIT) y los fondos del mercado monetario (MMF), representaron poco más de la mitad del cambio total en los activos del sector NBFI, mientras que las compañías de seguros y los fondos de pensiones fueron responsables colectivamente de una cuarta parte del crecimiento de los activos del sector NBFI.

El aumento de agentes financieros «a priori» es positivo, ya que hace que las empresas no tengan que depender tanto del crédito bancario. Sin embargo, ha introducido también riesgos, ya que estos prestamistas no bancarios no están sometidos a los mismos controles regulatorios y a las exigencias de capital y solvencia que las entidades financieras tradicionales.

En este sentido, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) ha incluido a la «banca en la sombra» en la revisión de su estrategia, al considerar que es importante vigilar su evolución para garantizar la estabilidad del sistema financiero. «Los bancos en la sombra no están tan regulados como los bancos normales, lo que significa que pueden tomar decisiones más arriesgadas porque la normativa no es tan estricta para ellos. Si estas decisiones resultan equivocadas, estás entidades podrían sufrir grandes pérdidas. Y si los bancos en la sombra tienen cierto tamaño, estos efectos podrían generar inestabilidad en todo el sistema financiero. Este hecho podría dañar a la economía y, dado que tomamos decisiones pensando en ella, afectaría a nuestra política monetaria», alerta la autoridad monetaria europea. Y es que mientras los requerimientos de capital de los bancos se han multiplicado por tres, incluso por diez para determinadas carteras, los requisitos para los intermediarios no bancarios son mucho más laxos.

España

En España, la «shadow banking» representa un 6% del total de activos financieros de totales, lo que equivale a un 27% del PIB y un 15% en la zona euro. Sin embargo, si se atiende a la En la definición más amplia que hace el FSM, que incluye también a los fondos, este porcentaje es sensiblemente mayor, ya que se amplía al 25% en el caso de España y al 51% en el caso de la zona euro. No obstante, su peso sobre los activos financieros totales es sensiblemente inferior al de Estados Unidos. Con unos mercados más desarrollados, a los que las empresas y la sociedad están acostumbrados a acudir a estos mercados para financiarse el peso de los bancos en el sector financiero es de aproximadamente el 22%, frente a, por ejemplo, el 52% de España, en línea con el resto de países de la eurozona.

Estamos, pues, ante una intrincada estructura financiera, que se ha sobredimensionado en los últimos años a golpe de liquidez y de bajos tipos de interés. El cambio de sesgo de la política monetaria de los bancos centrales ha activado una bomba de deuda que puede estallar en cualquier momento y que puede ser el principio de una nueva debacle económica.