Mucho se ha hablado de la famosa cacería donde se encontraba S. M. el Rey en la tarde del 1 de noviembre de 2003, sábado para más señas, acompañado de un buen número de empresarios, y entre ellos Miguel Primo de Rivera. Se ha hablado mucho en círculos restringidos, pero ahora Hispanidad.com cuenta su versión de lo que ocurrió y se dijo en aquella ocasión. El tema, echa chispas…´Mi hijo se va a cargar la Monarquía´ …
Fuente: Periodista digital, Hispanidad.com
Hay un momento, ya mediada la tarde, en el que la anfitriona es advertida de que el Rey se encuentra sólo en el salón viendo la tele, por lo que acude por si necesita algo. El monarca se vuelve hacia ella y le dice:
– Quédate un momento, que van a anunciar algo por tele.
Y en efecto, se anuncia el compromiso matrimonial de SAR Felipe de Borbón con doña Letizia Ortiz Rocasolano, locutora del telediario en la televisión pública. La casera improvisa una felicitación y el Rey se funde con ella en un abrazo, pero no responde a las felicitaciones. Más que entusiasta, el abrazo fue afectuoso.
Posteriormente, el Rey hablaría con otros participantes en la cacería, un deporte al que se muestra tan aficionado que se está quedando sordo. Les explica la situación con un lenguaje propio de agencia informativa, sin expresar la menor emoción propia en un padre que anuncia el esperadísimo enlace de su primogénito y heredero.
En la tarde noche, mientras el Real Madrid vencía al Athletic de Bilbao (esto es importante reseñarlo) por un contundente 3-0, el Monarca regresaba a Madrid en helicóptero, con un reducidísimo grupo de acompañantes. En ese momento, sus emociones se dejan ver, mejor, oír, y abre su corazón a sus próximos y exhala: «Mi hijo se va a cargar la Monarquía».
No explica nada más, pero todos interpretan lo que es: el Rey de España ha accedido, muy a su pesar, a una boda que no considera apropiada, por la sencilla razón de que no considera apropiada a la futura Princesa de Asturias, y aún más futura Reina de España. Teme que se convierta en la Lady Di española.
Pero 36 años son muchos años, y tras dos rotundas negativas paternas (Isabel Sartorius y Eva Sannum), el Monarca no se sentía con fuerzas para un tercer enfrentamiento con el heredero. Además, el Príncipe no había hecho una propuesta: había dado un ultimátum.
Lo más curioso es que el Rey se confesara en un ambiente empresarial, lugar favorito para reunirse la alta aristocracia española. El nombre mencionado al comienzo, Miguel Primo de Rivera, no es baladí, si tenemos en cuenta que ha sido este nieto del dictador de los años veinte uno de los amigos más próximos al Rey, que le nombró en su día Senador Real y que tanto hizo, durante la primera y más dura Transición, para que Adolfo Suárez tomará el timón del cambio.
Para el entonces Príncipe Juan Carlos, era muy útil que un Primo de Rivera apoyara su causa y se atrajera a determinados elementos, tanto militares como financieros, a su causa. Pero don Miguel también supo aprovechar la situación. Primo de Rivera ha sido el principal enlace (no recaudador ni administrador, que ese era papel de Manuel Prado y Colón de Carvajal) del Monarca con la clase empresarial. Todo ello se concretaba en unas cenas, que periódicamente organiza en su casa Miguel Primo de Rivera, y en el que más de un aristócrata de las finanzas y las empresa españolas suspiran por ser invitados. Estas cenas han tenido tal éxito que Primo de Rivera intentó que uno de sus hijos hiciera lo mismo, también en su domicilio, también cena, con SAR Felipe de Borbón, pero desde la Zarzuela se le comunicó que si bien la Monarquía es un sistema hereditario, no lo es el monopolio de las relaciones empresariales del futuro Rey.
Así que fueron los empresarios, no la nobleza, ni los medios informativos, ni los políticos, los primeros en conocer la reacción regia ante el anuncio de boda. No es un secreto que Juan Carlos I desconfía de su futura nuera, especialmente si se repara en la historia reciente de los príncipes y princesas herederas. Justo cuando la Unión Europea, y no digamos nada los futuros «Estados Unidos» de Europa, con una Constitución en ciernes que, naturalmente, nada dice sobre la forma de Estado, pero tampoco menciona a la Monarquía, y que apunta hacia un futuro republicano, los herederos regios, formados en una modernidad sin barreras, comienzan a matrimoniar con princesas y príncipes que ponen en solfa todo el entramado, un verdadero castillo de naipes, que tanto les ha costado mantener a sus progenitores. Sólo Felipe de Bélgica ha hecho una boda, digamos normal, nunca mejor empleado el adjetivo dado que de «normativa regia» hablamos, una asignatura en la que tantos han fracasado. En estos momentos, en un recorrido que se inicia con Lady Diana Spencer, las coronas británica, holandesa y noruega están en entredicho, mientras otras casas dinásticas no reinantes, simplemente, son un motivo de escándalo para monárquicos, republicanos y mediopensionistas.
Por decirlo de otro modo, hasta el momento los dos flancos débiles de la Monarquía consistían en la autocencura (perfectamente definida por José García Abad en su obra «La Soledad del Rey») a la que la democracia española se ha sometido cuando se trata de hablar de los Reyes. La segunda, el entramado económico que sustenta a una Monarquía a la que las revistas extranjeras asignan un patrimonio multimillonario, y que nada tiene que ver con la aportación presupuestaria anual a la Casa Real. Según ésta, estaríamos ante la Monarquía más austera, casi pobretona, de Europa. Si reparamos en el patrimonio paralelo, en parte aportado por grandes empresas, tanto españolas como multinacionales, diríamos que la familia Borbón-Grecia constituye una de las grandes fortunas de Europa. Pero, por mor del primer principio, el de la autocensura, el patrimonio de los Reyes de España sólo se publica en medios informativos extranjeros.
Un detalle: la condena del mencionado Manuel Prado y Colón de Carvajal demuestra que las acusaciones del financiero Javier de la Rosa sobre el dinero dado a la Monarquía son ciertas, pero ningún medio informativo lo ha explicado así: se han limitado a ofrecer los datos sin glosa ni explicación alguna sobre su trasfondo.
Pues bien, si a esos dos flancos débiles de la Monarquía española se les añade una Lady Letizia Ortiz Rocasolano… las palabras del Rey sobre la nefasta elección de su hijo no son ya algo plausible, sino una predicción bastante probable.
Lo cierto es que en círculos monárquicos, y especialmente en círculos empresariales-monárquicos, no se percibe ningún cambio de actitud en la candidata a Reina, que el 22 de mayo dará un paso de no retorno. Vamos, que más que contrición perciben en ella empecinamiento. Así, la preocupación de la clase empresarial por la estabilidad que ha ofrecido a España la Monarquía (al dinero no le preocupa la Monarquía, pero sí la estabilidad) crece a medida que se acerca la fecha de la boda. Especialmente, por la convicción de que una ruptura del compromiso real podría resultar traumático a esta alturas, pero la ruptura del matrimonio del heredero (recordemos a Lady Di) podría resultar simplemente una catástrofe. El Rey, especialmente como padre, será el primero en desear no equivocarse. Por ahora, las apuestas indican que no iba errado.