En memoria de Mari Trini Gómez del Castillo en el primer aniversario de su marcha a la Casa del Padre
Estas palabras nacen de un corazón agradecido por el don de la militancia cristiana. Son una oración- acción de gracias por haber conocido y vivido junto a Mari Trini la amistad en el corazón de Jesús, en esa pequeña parcela de la Iglesia que es el Movimiento Cultural Cristiano.
La entrega
Si tenemos que elegir una palabra que, desde nuestro punto de vista, pudiera sintetizar la vida de Mari Trini esa es LA ENTREGA.
Desde pequeña saboreó la militancia, junto a sus hermanos, de la mano de sus padres: Trinidad Segurado y Julián Gómez del Castillo. Militantes obreros, cristianos y pobres por fe en Jesucristo.
Su hogar fue siempre y en primer lugar Iglesia doméstica, pobre y perseguida; escuela de vida y solidaridad. Mari Trini llevaba grabada, a sangre y fuego, esta huella en su alma y, sin duda, esta herencia recibida de sus padres y de la familia de familias militantes que conoció en su infancia y juventud, fue siempre su mayor contribución durante su vida militante adulta.
Ella ha sido de las últimas militantes de una generación que vivió desde niña, con alegría y hasta su último aliento, la pobreza evangélica. Nuestra generación, teníamos claro esta referencia incuestionable. Su “estilo” era una permanente luz contra una fe cómoda y que no compromete a nada. Solo con su presencia, su modo de estar en el trabajo, las reuniones, la oración…nos testimoniaba la necesidad que tenemos y tiene el mundo de una fe de conversión.
Mari Trini entregó su vida, gastó su vida en el apostolado militante.
Mari Trini entregó su vida, gastó su vida en el apostolado militante. No hablamos de eficacia, ni de eficiencia, ni de efectividad militante. No hablamos de acciones, planes o estrategias. Hablamos de entregarse uno mismo a Jesucristo, y por tanto a los demás, sin condiciones, sin reservas. Hablamos de morir para dar fruto; hablamos de consumirse como una vela para dar luz a los demás. La entrega es, para el cristiano, negarse a uno mismo; cargar con la cruz y seguir a Jesús. Pero, seguir a Jesús, ¿a dónde? Pues hasta donde llegó Jesús: al Calvario. No hay otro seguimiento, que el de dar la vida. Allí, solos junto a Él, podremos dar sentido total y definitivo al caminar de nuestra vida. Y solo desde allí podremos disfrutar del don de la vida eterna.
¿Cómo vivió la entrega Mari Trini?
Solo Dios nos conoce tal y como somos, y mejor que nosotros mismos. Por ello, hablar de la vida de otra persona siempre se hace desde una limitación insalvable. Sin embargo, eso no nos puede impedir poder contemplar con agradecimiento profundo como Maritrini fue testimonio de entrega al Ideal y por tanto, a los demás. Los defectos, incoherencias, pecados o errores y, sobre todo los fracasos, conocidos o desconocidos, forman la parte sustancial de esa entrega porque han sido el sustrato verdaderamente humano sobre el que Dios ha actuado con especial preferencia. Los éxitos, los aciertos, los reconocimientos están en otra dimensión en la que no conviene detenerse mucho no vaya a ser que nuestra humildad se vea malherida. Y así era Mª Trini, nunca quiso que se la destacase en nada. Su trabajo fue en silencio y escondido…jamás vamos a poder calcular toda la gratuidad derrochada en su trabajo en las ediciones «Voz de los sin Voz» y en otros a los que se comprometió en su vida militante con el Movimiento Cultural Cristiano.
Con su entrega cristiana dio respuesta a su VOCACIÓN, comprometiendo por entero su vida. Dios lo pide todo y siempre y esa disposición total, Mari Trini la vivió no sin dolor en muchas ocasiones; dolor que pudo asumir por la acción santificante de la Gracia. Sin la oración, sin los sacramentos, sin la eucaristía diaria, no hubiera sido posible.
La vocación que vivió Mª Trini demandó una búsqueda de la Verdad y el Bien. Exigió en su vida «un deber de amor». Superar una serie de obstáculos: debilidades, apego a las cosas materiales, superficialidad, mediocridad, egoísmo, hostilidad del ambiente…como dice Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret: «Sólo por la vía del amor, cuyas sendas se describen en el Sermón de la Montaña, se descubre la riqueza de la vida, la grandiosidad de la vocación del hombre».
Primacía de lo apostólico
La caridad política, específica de la militancia cristiana laica, fue vivida por Mari Trini con exigencia y siempre fue lo más importante.
La caridad política, específica de la militancia cristiana laica, fue vivida por Mari Trini con exigencia y siempre fue lo más importante. Nunca intentó adaptar o acomodar las exigencias de la militancia a las circunstancias de su vida personal o familiar, sino todo lo contrario. Su trabajo en las ediciones Voz de los sin Voz o su entrega a la preparación y difusión del curso de Conversión en España e Iberoamérica marcaron de forma determinante su vida en los últimos años. Podría haber argumentado muchas razones comprensibles para no estar, para retirarse, pero ahí estuvo siempre No dejó nunca de salir a la calle a difundir la revista Autogestión, lo cual era para nosotros un testimonio permanente de vergüenza y honestidad.
Fidelidad
Mari Trini muere en un momento de especial debilidad apostólica tras la división del Movimiento Cultural Cristiano, en otoño de 2017. Era muy consciente de la responsabilidad que tenía en que el Movimiento Cultural Cristiano para que siguiera siendo fiel a la herencia recibida de Guillermo Rovirosa, a través del testimonio que nos transmitió Julián Gómez del Castillo. Su amor a la Iglesia y a los pobres eran sagrado y no se podía malbaratar de cualquier forma. Ello le costó amistades de años, pero tenía claro la primacía de lo apostólico.
Pobreza evangélica
Una de las señas de su identidad militante era su pobreza. Para nosotros significaba mucho. Era una referencia sólida frente un ambiente materialista y consumista que nos envolvía y que, con cantos de sirena, nos seducía haciéndonos creer que la riqueza y el consumismo eran compatibles con el cristianismo. Mari Trini era la conexión directa con una militancia obrera cristiana y pobre desaparecida ya en nuestro país. Frente al espiritualismo burgués, tan dominante en las iglesias de los países enriquecidos como España, ella era un testimonio sencillo y radical de vida solidaria. La espiritualidad de encarnación no era una teoría teológica, era la esencia vital de un cristianismo evangélico recibido directamente de manos de obreros empobrecidos que habían descubierto el don de la Conversión.
Los empobrecidos, son los preferidos, pero desde la promoción
Jesús se manifiesta en los más empobrecidos; en los encarcelados; en los inmigrantes; en los explotados… en todas las personas que se les ha robado la dignidad. Sin embargo, frente a la injusticia siempre tuvo claro que el paternalismo y el asistencialismo no solo no son la solución, sino que forman parte de la propia injusticia. Siempre trabajó para combatir las causas de las injusticias y siempre desde el protagonismo de los más empobrecidos. La experiencia del movimiento obrero militante había demostrado que solo el protagonismo de los empobrecidos a través de la asociación solidaria era capaz de liberarse frente a toda injusticia. Los empobrecidos debía ser los protagonistas de su propia liberación. Esta conciencia era tan fuerte y tan cierta que, desde la muerte de su padre en el año 2006, cargó sobre sus hombros con el compromiso de llevar el cursillo de Conversión a los empobrecidos de Venezuela.
Sufrir en silencio
No nos cabe duda que la vida de Mari Trini no fue fácil pero siempre estuvo ahí sin excusas ni justificaciones. Su vida fue entrega obediente al Padre a través de los hermanos. Sin duda el valor redentor del sufrimiento fue para ella un adelanto del camino hacia la eternidad.
Gracias por tu vida.
Cuídanos, intercede por nosotros. Te necesitamos, aliéntanos en el trabajo diario.
¡Vaya pandilla de amigos que os habéis juntado en el cielo!
Hasta mañana en el altar.
Tus amigos que no te olvidan, familia del Movimiento Cultural Cristiano.
Ver También Mari Trini Gómez del Castillo- Una amistad con Jesús