LA GUERRA de los BOTONES de la TELEVISIÓN

1971

El Gobierno ha enviado al Congreso de los Diputados la Ley de la Televisión Digital y otras reformas que afectan a la posible concesión de nuevos canales analógicos y a la concentración de las emisoras de la radio, a la vista del nuevo periodo de concesión de licencias audiovisuales que se nos viene encima a nivel nacional, local y autonómico. Un procedimiento que, al margen de sus objetivos presuntamente reguladores y favorecedores del pluralismo, tiene en su reverso como principal proyecto el poder político por la clara influencia de estos medios en los procesos electorales, así como en la toma de ciertas decisiones importantes, como las que se vislumbran en el horizonte autonómico y constitucional


Por Pablo Sebastián
Estrella Digital
15/02/05

El Gobierno ha enviado al Congreso de los Diputados la Ley de la Televisión Digital y otras reformas que afectan a la posible concesión de nuevos canales analógicos y a la concentración de las emisoras de la radio, a la vista del nuevo periodo de concesión de licencias audiovisuales que se nos viene encima a nivel nacional, local y autonómico.

Un procedimiento que, al margen de sus objetivos presuntamente reguladores y favorecedores del pluralismo, tiene en su reverso como principal proyecto el poder político por la clara influencia de estos medios en los procesos electorales, así como en la toma de ciertas decisiones importantes, como las que se vislumbran en el horizonte autonómico y constitucional.

Estamos, pues, ante una nueva batalla de poder político, económico y mediático en la que cada uno de los editores va a lo suyo, y el Gobierno y los partidos políticos de una u otra tendencia también. Y ya se ha detectado una tendencia o enfado de los concursantes al nuevo reparto. En especial en contra de la concesión al Grupo Prisa de la autorización para que Canal Plus emita en abierto, con ese u otro nombre, dentro o fuera de Sogecable.

Al frente de este movimiento, o flota mediática, en la que aparentemente se integran hoy el Grupo Vocento, Antena 3 TV, Telecinco y El Mundo, se ha autoinvestido como abanderado o almirante el director del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, que en un artículo publicado el pasado domingo («La tentación vive arriba») declara la guerra al Gobierno y su indignación y sorpresa por lo que está haciendo Zapatero que, al parecer, no coincide con lo que el presidente Zapatero y el ministro Bono le habían dicho y prometido a él, sino más bien con lo que se comenta en fuentes felipistas, que ponen en boca de Zapatero, o de su entorno, la frase de «a Pedro J. hay que matarlo a besos».

Es decir, dándole mucho cariño pero nada de poder, que es lo que viene a reconocer que recibe de Moncloa el director de El Mundo en su último escrito.

El director de El Mundo culpa al Gobierno y al Grupo Prisa de todos sus males y recuerda los favores que recibió del Gobierno de González y la vista gorda que los medios de este grupo hicieron sobre los escándalos de su tiempo, lo que es cierto y puede que se quede corto en su inventario.

Pero favores, en mayor o menor medida, y vista hacia otro lado fueron también los que recibió e hizo el diario El Mundo durante los gobiernos de José María Aznar, de quien se queja ahora el director del rotativo porque, quizás, no le dieron tanto como lo que González le concedió a Polanco, es decir, la llave del multimedia de Telefónica, que al final se llevó el Grupo Planeta, hoy bajo el volcán y la vigilancia del Gobierno tripartito catalán.

No parece seguro que los editores de Vocento, Telecinco y Antena 3 TV estén dispuestos a unir su suerte a la del director de El Mundo, tras el que se abrigan los dueños italianos del diario y sus socios en Veo TV, aunque hoy todos disparen en el mismo sentido, crucen editoriales, artículos y entrevistas como la del consejero delegado de Telecinco, Paolo Vasile, en El Mundo hablando de ¡golpe de Estado! en España, siendo él ni más ni menos que delegado de Berlusconi, dueño y señor del casi monopolio audiovisual italiano, y el padre de la telebasura española que ahora nos da lecciones de pluralismo, democracia y también de independencia profesional (sic).

En Antena 3 TV, donde la veta italiana de los socios de Lara, Maurizio Carlotti, ha inventado los telediarios de sucesos y la telebasura de baja intensidad, se viene a decir lo mismo que en Telecinco: que es un disparate conceder nuevos canales analógicos para que se abra la competencia y se ofrezcan más soportes publicitarios frente a esos bloques insufribles de los que todo el mundo huye haciendo zapping y que inundan el ocio y la información de estas cadenas.

¿Por qué estos italianos que hoy dominan en España la televisión privada en abierto no pueden tener competencia? Si les gusta tanto lo digital, que se pasen a este mercado desde ahora pero que dejen en paz a los demás. Y ¿por qué tienen tanto miedo a competir con Polanco en abierto? Pues porque Polanco domina bien y con gran habilidad el espectro sociológico del centro izquierda español, donde no tiene un solo competidor en prensa, radio y televisión, y ello les haría perder la batalla y espectadores hartos de la basura y de bloques publicitarios que no respetan ni la vigente ley audiovisual.

La posición de Vocento —cuyo pluralismo se ve en las distintas líneas editoriales de sus diarios de provincias, según quien gobierne— coincide con la de Telecinco, donde es socio minoritario en lo que a la crítica general de la iniciativa audiovisual del Gobierno se refiere, pero con un matiz importante, como el que se evidencia en la conferencia que sobre «El panorama audiovisual español» dio su consejero delegado, José Bergareche, el pasado mes de noviembre.

En ella el editor se declara favorable a las concesiones analógicas ahora —que critican los demás— siempre y cuando les concedan a ellos una ya instalada, es decir, la Segunda Cadena de TVE, La 2. Si se la dan, Vocento dirá adiós a la guerra mediática y estará de acuerdo en todo con Polanco después de salir de Telecinco.

Además, a Bergareche le interesa también que el Gobierno les arregle su grupo de televisiones locales para emitir en cadena, lo mismo que espera Polanco que ocurra con Localia, de ahí que en Prisa no estén del todo contentos con los planes de Zapatero aunque se llevarán, como siempre, la parte del león. Y a no perder de vista el grupo emergente de Globomedia y Media Pro, afines al Gobierno y en contacto con otros posibles editores catalanes
—¿Grupo Z o Grupo Moll?— para vestir su opción en los repartos que se anuncian de radio y televisión.

Desde que el PSOE llegó al poder el 14M del pasado año todos los editores y directores de los grandes medios nacionales y grupos editores han pasado con sigilo por el palacio de la Moncloa, en sus distintos niveles y casi todos ellos por el despacho del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a donde a buen seguro no fueron a defender el pluralismo o la libertad de expresión en nuestro país, hoy sometida a los intereses y posiciones ideológicas de los poderes públicos y partidos políticos, o de este o aquel director o editor según el caso, sino a ver cómo arreglan su empresa, su nivel de influencia o su negocio. Eso de ¿qué hay de lo mío?

En España se acabaron los tiempos en los que el pluralismo de verdad imperaba en los diarios y en las emisoras de radio y televisión. Dígase, de lo contrario, cuántos y quiénes son los periodistas independientes no afines al Gobierno que ocupan un puesto de responsabilidad en los distintos programas de TVE o de Radio Nacional de España (ahora, como en tiempos de Aznar o en los últimos años de González).

O léase en voz alta el nombre de los periodistas independientes o contrarios a la línea ideológica, editorial o a las directrices de algunos directores, que publican con libertad sus escritos en un diario nacional. Lo de las tertulias de la radio y la televisión, que derivaron en chismorreo preñado de políticos y publicistas de otros medios, carece de interés porque en ellas predomina el pensamiento único del dueño con presencia en el panel de unos invitados que hacen de coartada, como el payaso que recibe las bofetadas, pero siempre en franca minoría frente al conductor o predicador, según sea el caso.

De manera que ni el Gobierno ni los editores o los directores pueden acogerse al pluralismo para luego justificar la política de repartos de toda clase de licencias audiovisuales.

Muchas de ellas revendidas en plan pelotazo a otras cadenas tras haberlas conseguido en aras del pluralismo, o de la capacidad de amenaza del candidato, tal y como se ha visto en numerosas ocasiones, sobre todo en la radio. Y como no hay sitio para todos, algunos se van a descolgar y se van a enfadar más incluso de lo que ya lo están. Pero a los ganadores —»ande yo caliente y…»—, los enfados y las denuncias del contrario muy poco les van a importar. Convencidos los de el flanco zurdo de la política —o el centro izquierda— que éste es su tiempo y que los demás ganaron o perdieron en un tiempo pasado y por culpa de Aznar.