Olga Bejano: 17 años inmóvil, conectada a un respirador sin poder hablar

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El diario ABC de Madrid rescató la historia de Olga Bejano, una mujer que lleva 17 años inmóvil en un silla de ruedas, conectada a un respirador sin poder hablar. Esta impresionante española se comunica a través de un lápiz que mueve con dos dedos de su mano y un complejo alfabeto. Para ella “tirar la toalla es lo más fácil”…

MADRID, 23 Sep. 04 (ACI).-El diario ABC de Madrid rescató la historia de Olga Bejano, una mujer que lleva 17 años inmóvil en un silla de ruedas, conectada a un respirador sin poder hablar. Esta impresionante española se comunica a través de un lápiz que mueve con dos dedos de su mano y un complejo alfabeto. Para ella “tirar la toalla es lo más fácil”.

“Tengo 41 años, estoy paralizada de la cabeza a los pies, apenas veo, no puedo hablar. Me alimento y respiro de manera artificial. Padezco una enfermedad neuromuscular grave, degenerativa, desconocida y sin tratamiento, producida al parecer por un componente, el Curare, que se utilizaba en las anestesias en los años 70”, explica Olga desde su hogar en Logroño.

En medio de la controversia por la película “Mar Adentro” que promociona la eutanasia a partir de un hombre tetraplégico que se suicidó con ayuda de sus amigos, la historia de Olga cobró actualidad.

Olga se comunica con el mundo a través de Belinda Bárcenas, su enfermera, intérprete y amiga. Belinda es la única que comprende el alfabeto propio desarrollado con Olga y lo traduce en palabras. Con solo dos dedos de su mano derecha y algunos trazos rápidos, Olga ha sido capaz de escribir dos libros y va por el tercero.

Su drama comenzó a los 13 años de edad, cuando la operaron de apendicitis. Tardó ocho horas en despertar. “Mi voz era como de catarro, me pesaba la lengua y al beber se me salían los líquidos por la nariz. Si me cansaba veía doble”, recuerda y por años la examinaron en muchos hospitales sin éxito.

“La vida se me rompió a los 23 años. Había viajado, ligado y empezaba a trabajar… Estaba muy enamorada y tuve que romper esa relación, no quería que mi enfermedad salpicara a otros”, sostiene Olga mientras Belinda le seca una lágrima. No puede parpadear y tiene úlceras.

Según relata ABC, mientras pudo valerse por sí misma, estudió decoración, se hizo fotógrafa profesional en Madrid y encontró trabajo, pero en 1987 “se le paralizó la glotis, se asfixió y estuvo seis minutos clínicamente muerta. Pasó cinco días en coma. A los tres meses tuvo una recaída”.

“La vida se me rompió a los 23 años. Había viajado, ligado y empezaba a trabajar… Estaba muy enamorada y tuve que romper esa relación, no quería que mi enfermedad salpicara a otros”, sostiene Olga mientras Belinda le seca una lágrima. No puede parpadear y tiene úlceras.

Para ella, la muerte nunca fue una opción. “Tirar la toalla es lo fácil. Sigo viviendo porque creo que yo no soy quién para decidir mi día y mi hora. Pero respeto y entiendo a los que no quieren vivir”, indica.

Dice que siempre supo que tendría una vida muy especial y aunque al principio dudaba “ahora, al ver que mi vida está dando tantos frutos ya no me lo pregunto. La gente me da la respuesta todos los días con sus llamadas, cartas y visitas”.

Olga Bejano ha escrito los libros “Voz de papel” y “Alma de color salmón”, de los que se han vendido 18.000 ejemplares. Lleva 8 capítulos de una tercera obra.

Cuando le pregunta sobre qué piensa de lo que habría sido su vida sin la enfermedad, sostiene que tiene “seis amigas desde los 13 años. Tuve una temporada, cuando empezaron a casarse y a tener hijos, que sentía mucho dolor. Pero si le soy sincera creo que ahora soy más feliz que ellas. No tengo problemas de trabajo, ni de marido, ni de hijos, ni de suegras. Me he casado con el mejor hombre del mundo, nunca va a ser alcohólico, ni infiel, ni nada malo. Lloro a solas, por la noche, no quiero hacer sufrir a nadie”.

Su secreto es simple: “Me despierto y cuando siento los dolores o la fiebre, en vez de llorar me tomo algo y hago ejercicios mentales para separar mi cuerpo de mi alma. Cuando llega la enfermera por la mañana, le digo: ‘¡Venga, corre, aséame que tengo que hacer esto y lo otro!’. Mientras estoy con ella no paro de hacer cosas. Caigo en la cama tan cansada que no puedo ni pensar. Hago mucha oración y mucha meditación”.


Olga Bejano se quedó sin voz a los 23 años cuando, en mayo de 1987, su glotis se paralizó y sufrió una parada cardíaca. Salió del coma, pero sin poder hablar ni comer. Hoy se comunica gracias a un cuaderno -voz de papel- y se alimenta por sonda; tiene practicada la traqueotomía y respira con ayuda de una máquina. Sensible y muy femenina, Olga ha captado lo más hermoso de la sinfonía de la vida y ha querido trascender a los demás sus experiencias y comunicar una vida nueva a los impedidos, a los enfermos, a los de salud más precaria, al tiempo que reta a las instituciones sanitarias y a los profesionales de la salud a una práctica más humanizada y compasiva.