La historia se hace con el otro

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Nunca antes se me había ocurrido pensar que mi vida pudiese no ser como la de cualquier otra persona, que mis miedos e incertidumbres no fuesen universales. Por lo que solo me quedaba darle gracias a Dios. Pensar de esa manera hacía que todo fuera más tolerable.       

Harry Crews

Podríamos hablar de historia, o más bien de intrahistoria, esa palabra que acuñó Miguel de Unamuno para definir la vida tradicional que sirve de “decorado” a la historia más visible, la senda que recorren aquellas personas que hacen la historia de manera inconsciente.

Podríamos empezar a la manera de Svetlana Alexievich. “Yo rastreo el sentimiento, no el suceso. Como se desarrollan nuestros sentimientos, no los hechos. Probablemente lo que yo estoy haciendo se parece a la labor de un historiador, soy una historiadora de lo etéreo. ¿Qué ocurre con los grandes acontecimientos? Quedan fijados en la Historia. En cambio, los pequeños, que sin embargo son importantes para el hombre pequeño, desaparecen sin dejar huella…No hace falta inventarse nada. Hay fragmentos de grandes libros en todas partes. En cada persona”.

Al principio del libro El amante de las cicatrices de Harry Crews, podemos leer: “Sintió un leve escalofrío en la nuca y seguidamente, el presentimiento de que ella quería decirle algo. Algo que él no quería escuchar. Algo personal. Y por su experiencia, algo personal significaba algo malo”. Hoy nos pasa a todos, no queremos problemas, a menudo ignoramos el dolor del prójimo y pasamos de largo, aceleramos el ritmo antes de que nos incomoden con sus historias.

Crews en cambio, nos habla de las heridas de los perdedores, los ignorantes, los olvidados, los que solamente mueren en las estadísticas, destaca en ellos su dignidad de persona que les hace únicos e irrepetibles, son extraños cantos de esperanza, porque al final uno cicatriza y hay algo bonito en esa cicatriz, significa que ya no te duele, que la herida se ha cerrado y sanado para siempre.

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En otro de sus libros nos habla de la tierra en la que nació, es un himno a la verdadera vida en comunidad; “La gente del sur de la que yo procedo, la que sabe lo que significa vivir siempre al borde de la hambruna, toma todo lo que se le pone a mano y se adapta a lo que le dicte el corazón y la cabeza. Allá en el condado de Bacon no había beneficencia. La gente daba cosas a los demás, los guisantes que no podían vender ni consumir y lo mismo ocurría con los tomates, el maíz, la leche e incluso la carne. Pero nada distinguía el dar del recibir. Nunca se le llamaba caridad, ni siquiera regalo. No era más que el orden natural de las cosas para una gente cuyo problema esencial, en primer y último lugar era la supervivencia”.

En toda su obra literaria, Harry Crews, destaca una y otra vez, la singularidad de cada persona y cómo la suma de éstas compone una comunidad donde se comparte una vida común.

También desde la psicología se avanza en la idea de que el hombre está diseñado para la vida en comunidad. Vygotski, uno de los padres de la psicología del desarrollo, escribe: “Es sorprendente que al final de la cadena evolutiva encontremos un ejemplar que nace altamente indefenso y cuyos sentidos distan mucho de estar maduros y operantes. Para muchos, esta circunstancia es una señal indudable de que la riqueza de nuestra especie no reside en las capacidades individuales sino en la facultad de cooperar y trabajar en grupo”.

Y Erik Erikson, destacado psicoanalista, profundiza en la sinergia del yo en la sociedad:“El Yo debe evolucionar a lo largo del ciclo vital asegurando un comportamiento eficaz de la persona, siendo en todo momento la sociedad quien guía las elecciones que va efectuando el individuo. La sociedad provoca crisis en la persona y paralelamente establece medios para superar esas crisis. Cada superación supondrá mayor apertura a la sociedad. En el caso de que la crisis sea resuelta el Yo saldrá fortalecido e incorporará una nueva cualidad. Cuando la crisis no es superada, irán quedando restos neuróticos en la personalidad del individuo y se dificultará la superación de las nuevas crisis, de forma que será más dificultoso incorporar nuevas cualidades al Yo de la persona”.

De las palabras de Erikson se desprende que hay una responsabilidad compartida entre comunidad e individuo, es una cualidad propia de la persona el participar activa y positivamente en el desarrollo de su entorno, así como de la comunidad poner al alcance del individuo las circunstancias idóneas para que él se desarrolle plenamente. Ahondando en este aspecto, el novelista Umberto Eco afirma: “Son los demás, es su mirada, lo que nos define y nos conforma. Nosotros no somos capaces de comprender quienes somos sin la mirada y la respuesta de los demás…Correría el riesgo de morir o de enloquecer quien viviera en una comunidad en la que todos hubieran decidido sistemáticamente no mirarlo nunca y comportarse como si no estuviera”.

Está claro que el hombre ha sido diseñado para vivir en comunidad y, curiosamente, a pesar de la evidencia, puede que estemos viviendo el momento de nuestra historia en el cual la separación y el individualismo extremo dividan las sociedades de forma más evidente a lo largo de todo el planeta.

Y esto ocurre a pesar de que hoy, más que nunca, surgen a todos los nivele snuevos conceptos e ideas que abogan por la cooperación: movimientos ecologistas, partidos políticos de origen asambleario, proyectos de economía colaborativa etc. Miles de intentos presuntamente solidarios comparten el tiempo con el individualismo más feroz.

Esta circunstancia contradictoria hace buena la famosa frase de Fiodor Dostoievsky en los Hermanos Karamazov: “Amo a la humanidad, pero para sorpresa mía, cuanto más quiero a la humanidad en general, menos cariño me inspiran las personas en particular, individualmente.”

Ésta es nuestra realidad, la que vivimos hoy, la que evidencian los principales filósofos y sociólogos del momento dando la voz de alarma.

En 2017, en el libro Retrotopía, Zygmunt Baumannos advierte sobre la soledad de nuestro tiempo:“La soledad y el miedo a la soledad no son solo sentimientos generalizados, sino que son también hechos objetivos de nuestra época.

Se nos enseña a depender de nosotros mismos y a no contar con nadie más que con nosotros mismos cuando tengamos problemas. Las personas no se escuchan unas a otras. La información que respalda sus creencias tiene un significado emocional para ellas y es lo que se procesa. Todo lo demás se deshecha o mejor todavía, tiene vetada su entrada. Un vecindario repleto de extraños es una señal visible y tangible de la evaporación de las certezas”.

En 2016 Rutger Bregman en Utopía para realistas es crítico con el vacío existencial de la sociedad:“Lo que importa ahora es ser tú mismo e ir a lo tuyo. Por eso la libertad, nuestro ideal aparentemente más elevado, se ha vaciado. De lo que andamos más dolorosamente faltos es de un motivo para levantarnos de la cama por la mañana. No es de extrañar pues que nunca como ahora haya tantos jóvenes visitando psiquiatras, ni que nunca antes hubiera tantos casos de síndrome del trabajador quemado en fases tempranas de una carrera profesional, ni que nunca antes se tomaran tantos antidepresivos”.

También en este año T.J.Selimi en La soledad: El virus de la era moderna escribe:” La separación, el aislamiento, la soledad y la desconexión te siguen a todos los ámbitos de tu vida. Si miras a tu alrededor, verás a muchas personas que ignoran la presencia de congéneres suyos”.  El filósofo coreano Byung-Chul Han en La expulsión de lo distinto advierte como ”La herida es la apertura por la que entra el otro, pero la alborotada sociedad del cansancio es sorda…Se trata de redescubrir el tiempo del otro. La política temporal neoliberal elimina el tiempo del otro que por sí mismo sería un tiempo improductivo. La totalización del tiempo del yo viene acompañada de la totalización de la producción que hoy abarca todos los ámbitos vitales y conduce a una explotación total del hombre. El otro queda sometido por completo a la teleología del provecho, del cálculo económico y de la valoración. Se vuelve transparente. Se lo degrada a objeto económico”.

En La nueva lucha de clases el filósofo Slavoj Zizekreflexiona sobre la universalidad como universalidad de extraños;“Individuos reducidos al abismo de la impenetrabilidad no sólo para los demás, sino también para sí mismos. Deberíamos evitar quedar atrapados en el juego liberal de “cuanta tolerancia podemos permitirnos“. La única manera de salir de esta disyuntiva consiste en ir más allá de la mera tolerancia; debemos proponer un proyecto universal positivo que compartan todos los participantes y luchar por él. No sólo debemos respetar a los otros, sino también ofrecerles una lucha común, pues hoy en día nuestros problemas son comunes. Quizá la solidaridad global sea una utopía, pero si no luchamos por ella, entonces estamos realmente perdidos y mereceremos estar perdidos”.

Así es, formamos parte del mundo, una comunidad global que a todos nos pertenece; el lugar donde desarrollamos nuestra existencia. Recibimos una vida en la que podemos hacer pequeñas cosas muy importantes, pequeñas cosas que tenemos a nuestro alcance y que son nuestra responsabilidad, no debemos pensar que sin nuestra aportación todo sería lo mismo. Parafraseando a los clásicos podríamos decir que todos tenemos la culpa de todo (Dostoievski) y que lo que no hagas tú, se quedará sin hacer eternamente (S. Agustín).

El poeta Delmore Schwartz aportó una curiosa explicación de lo que para él era la vida comparándola con una boda en la que todos participamos, lo hizo antes del comienzo de la segunda guerra mundial: “Todos estaban al tanto de que pronto se desataría una nueva guerra mundial porque solo unas cuantas personas sin importancia o sin poder creían en Dios o en la necesidad de una sociedad justa, y muy pocas creían lo suficiente para estar dispuestas a dar lo que fuera a cambio de este ideal…No pretendo decir que la vida sea una fiesta, de ninguna manera. Es una boda, que es el festejo más importante que hay, rebosante de alegría, de miedo, de esperanza e ignorancia. Y en esa fiesta hay sitios suficientes, hay papeles suficientes para todos. Y si nadie puede desempeñar todos los papeles, todos están en cambio invitados al festejo, todos pueden participar del festín de la boda y todo el que no sepa que está en una boda en realidad no es capaz de ver a un palmo de sus narices. Lo mismo daría que estuviera muerto si no sabe que el mundo es de verdad una boda…¡Que vuestra conciencia sea vuestra novia en el altar!”.

Hagamos historia con el otro, y aunque todo esto parezca un sueño, en palabras de Delmore Schwartz: “La responsabilidad empieza en los sueños”.

Por Álvaro Martín

BIBLIOGRAFÍA

“La soledad: El virus de la era moderna”Tony Jeton Selimi. Balboa Press 2016

“Retrotopía” Zygmunt Bauman Paidós 2017

“Como no usar el teléfono móvil” Umberto Eco. Lumen 1994

“La responsabilidad empieza en los sueños” Delmore Schwartz. Bruguera 2010

“La expulsión de lo distinto” Byung-Chul Han Herder 2016

“La nueva lucha de clases” Slavoj Zizek. Anagrama 2016

“El amante de las cicatrices” Harry Crews. Dirty Works 2015

“Una infancia” Harry Crews. Acuarela&Machado 2014

“Los muchachos del zinc” Svetlana Alexievich Debolsillo 2017