El MOVIMIENTO OBRERO, supuso en la historia de los pobres, la vivencia de la SOLIDARIDAD. La vivencia en lo personal, en lo familiar y también en lo político de la VIDA SOLIDARIA.
Presentación del libro Militantes Obreros (Ed. Voz de los sin Voz)
Las bibliotecas y librerías están llenas de historias generales de imperios y naciones, de sociedades antiguas y modernas, de historias universales y particulares de reyes y de castas aristocráticas, de guerras y de conquistas; de historias de la filosofía, de las artes, de las ciencias; pero la historia de los pobres, de los trabajadores productores de la riqueza, de los millones de niños obligados a la esclavitud, de los hambrientos, hijos de hambrientos a lo largo de generaciones, de los talleres agrícolas e industriales, cosas todas sin las que ni habría gobiernos, ni reyes, ni emperadores, ni imperios, ni sociedades, ni estados, ni ciencias, ni artes, sin las cuales la humanidad no podría existir sobre la tierra, esa historia, apenas la hemos encontrado en ninguna parte. La historia de los pobres tampoco es la historia de los que se quisieron aprovechar de los pobres. Muy al contrario, la historia del movimiento obrero, no es la historia de Marx, ni la de Bakunin, ni la de Lenin, ni la de Pablo Iglesias, ni la de las ideologías.
Juan Pablo II afirma en su encíclica Laborem Exercens, que con el movimiento obrero irrumpe un gran impulso de solidaridad en la historia. Más allá del olvido o la calumnia intencionada de la mayoría de los historiadores y del desconocimiento de la juventud actual sobre la historia de los pobres. Más allá de la manipulación de esta historia por las vanguardias del proletariado, por los redentores de los pobres, bien bajo el disfraz comunista o anarquista. Más allá de la idealización ingenua de la vida de los empobrecidos, el MOVIMIENTO OBRERO, supuso en la historia de los pobres, la vivencia de la SOLIDARIDAD. La vivencia en lo personal, en lo familiar y también en lo político de la VIDA SOLIDARIA. Con sus innumerables sombras y sus realizaciones sublimes. Esta solidaridad, origen de la historia humana y que la atraviesa en cada minuto histórico, enraizada profundamente en una sociedad de innegables valores cristianos, como fue la sociedad europea de finales del s. XIII, XIX y el primer tercio del s. XX, tiene en el movimiento obrero de pobres asociados, que conocemos como movimiento obrero, una de sus más altas representaciones.
La mujer, la madre, la esposa… LA FAMILIA
Para la militancia obrera que tuvo el doloroso privilegio de atravesar el heroico periodo del industrialismo a la modernidad, la mujer pobre, como representante principal de la Solidaridad tuvo un papel fundamental en el movimiento obrero. Papel mucha veces olvidado y otras muchas, desenfocado.
Solidaridad que se generaba en la familia, solidaridad con la abundante prole, la principal fuerza del proletariado, solidaridad en la miseria, en la esperanza, en el silencio, en miles de gestos cotidianos de sacrificio, sin los cuales no hubiera existido esta Historia.
Algún día, algún historiador haciendo merecida justicia, escribirá la importancia de la contribución femenina al movimiento de pobres asociado. Mujeres anónimas que, sacrificaron juventud, bienestar y hasta la propia vida, a un ideal que la mayoría de las veces no era el suyo y que en muchas ocasiones ni llegaban a comprender.
Mujeres, madres, mayoritariamente madres cristianas de religiosidad profunda, que sin embargo compartían vida hasta el final con hombres que muchas veces se alejaron de la fe, unas veces por influencias foráneas al mundo obrero, y otras muchas por el escándalo de los propios cristianos.
Como olvidar, por ejemplo, las inmensas colas de mujeres enjutas, sin edad, que en las puertas de las cárceles esperaban con abnegada resignación la hora de comunicar a los presos y poder dejarles el mísero contenido de una cesta arrancado de la boca de sus hijos, de la suya, sin dar demasiada importancia al sublime y cotidiano sacrificio realizado. Voluntaria ofrenda que prematuramente llenaba de hilos de plata sus sienes y de irreparables grietas sus pulmones. Santas mujeres que, tras haber dejado sus juveniles pétalos por los caminos de la lucha social, se marchitaban lentamente sin lograr reunir los años suficientes para llegar a la vejez.