Simone Weil , mujer luchadora por la emancipación de clase obrera, tiene un juicio muy severo para aquellos que enmascaran la verdad.
Que sus palabras nos ayuden a hacer camino, en este momento histórico de comienzos del milenio, donde la mentira se entroniza y la idolatría del mercado y la propiedad privada son inviolables; donde la justicia con los empobrecidos de la tierra es ignorada y silenciada su voz; donde los servidores de imperio dan lecciones de «demócratas»
La necesidad de la verdad es más sagrada que ninguna otra. Sin embargo, nunca se ha hecho mención de ella. Se tiene miedo de leer cuando uno se ha dado cuenta alguna vez de la cantidad y enormidad de falsedades materiales acumuladas sin pudor incluso en los libros de los autores más reputados. Entonces se lee como si bebiera el agua de pozos dudosos.
Hay personas que trabajan ocho horas al día y a las tardes hacen el gran esfuerzo de leer para instruirse. No pueden dedicarse en las grandes bibliotecas a averiguar lo que les es conveniente. Creen al libro sin más. No hay derecho a darles un alimento falso. ¿Qué sentido tiene alegar que los autores tienen buena fe?.
Con mayor razón es vergonzoso tolerar la existencia de periódicos de los cuales todo el mundo sabe que ningún colaborador podría permanecer en él si no consintiese a veces en alterar conscientemente la verdad.
El público desconfía de los periódicos, pero su desconfianza no le protege (…).
Todo el mundo sabe que cuando el periodismo se confunde con la organización de la mentira, constituye un crimen. Pero se cree que es un crimen no punible. ¿Qué es lo que puede impedir que se castigue una actividad una vez que ha sido reconocida como criminal? ¿De dónde puede venir esta extraña concepción de crímenes no punibles? Es una de las deformaciones más monstruosas de espíritu jurídico. (…)
Algunas medidas de salubridad pública protegerían a la población contra los ataques a la verdad (…)
Pero ¿quién garantiza la imparcialidad de los jueces? (…)
No hay posibilidad alguna de satisfacer la necesidad de verdad que tienen los pueblos si no se pueden encontrar, a estos efectos, hombres que amen la verdad.
Simone Weil