La ONU contra los empobrecidos

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La Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989, es un tratado internacional que obliga a los gobiernos a su aplicación y fue ratificada por todos los países miembros, excepto EEUU y Somalia.

La Iglesia la ratificó sin añadiduras. Resulta, pues, sorprendente que en febrero de este año el Comité de la ONU para los Derechos del Niño publicara un informe en cuyas conclusiones se atacaba a la Iglesia católica. Daba indicaciones para que cambie su posición sobre la contracepción y el aborto, la educación en las familias y la visión de la sexualidad humana. El portavoz de la Santa Sede criticó el informe de la ONU porque “la manera en que ha sido presentado, las objeciones y la insistencia sobre varios casos en particular hacen pensar que se ha prestado mucha atención a la visión de organizaciones no gubernamentales, a priori hostiles contra la Iglesia”.

La distancia entre la Iglesia y la ONU parece hacerse cada vez más irreductible, aparentemente sobre dos cuestiones, el concepto de libertad religiosa por una parte, y la política del control demográfico por otra. Se pretende la desaparición o reducción al silencio. Mientras, la ONU apoyada y financiada por potentes fundaciones como son la Rockefeller, Ford, IPPF, la Bill & Melinda Gate, se vuelve obsesiva en la tarea de lograr el control demográfico del planeta, sobre todo de los países empobrecidos. La Iglesia católica se convierte en obstáculo a vencer.

No parece ajeno a esta polémica que el papa Francisco haya denunciado: “Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata… El sistema social y económico es injusto en su raíz”. Estamos en una guerra científicamente planeada de los poderosos contra los débiles.

Los ciudadanos del mundo tendríamos que exigir que la ONU se ocupara de contribuir a la desaparición de ese sistema injusto e insolidario en su raíz y de los graves problemas que crea a los empobrecidos de la tierra. En este momento es una pieza sostenedora del mismo. El hambre, el paro, la esclavitud infantil, las migraciones forzadas, los ataques a la vida y a la familia, el armamentismo y las guerras… son crímenes políticos que tienen que desaparecer.

Editorial de la revista Autogestión