El «Big Farma». Una de las mayores inmoralidades.
No podemos olvidar el punto de partida de este trabajo y es que vivimos en un mundo injusto con suficientes recursos, donde la inmensa mayoría de la humanidad sufre hambre, miseria y como consecuencia enfermedades perfectamente evitables en su inmensa mayoría[1]. Y en este contexto, la industria farmacéutica ha jugado un papel especialmente oscuro y vergonzante. Suele pasar cuando la salud, la educación o el amor se convierten en negocio. Dejan de ser lo mejor para convertirse en lo peor.
Ya hemos apuntado sucintamente algo sobre el papel de la industria farmacéutica y el negocio de la salud y cómo está afectando a la arquitectura institucional de las organizaciones responsables (técnica y políticamente) de la sanidad a nivel internacional. Podemos sintetizar esta situación en dos enunciados:
Primero. Las industrias farmacéuticas han penetrado de diferentes formas en la OMS financiando muchas de sus iniciativas y por tanto condicionando su papel como organización oficialmente reconocida para regular la sanidad a plano internacional.
Segundo. Lógicamente, para la industria de la salud, lo primero es el negocio y lo segundo la salud. Y esto tiene repercusiones a todos los niveles[2]:
- La medicalización de la vida. Las enfermedades que puedan dar muchos ingresos ( de habitantes de países enriquecidos) tienden a cronificarse y no a sanarse.
- Fabricar medicamentos que traten enfermedades que sean rentables.
- Los medicamentos que no sean rentables no se desarrollan a no ser que tengan financiación pública. Incluso los que se han financiado con recursos públicos se venden a precios desorbitados[3].
- El control de patentes de medicamentos de primera necesidad.
- El gran negocio del cáncer.
- Los ensayos clínicos en países empobrecidos.
- Generación de alarmas sanitarias que implican una demanda pública fraudulenta, etc. [4]
En definitiva, afrontamos la mayor pandemia de la historia de la humanidad con un sector farmacéutico mundial de dudosa moralidad
En definitiva, afrontamos la mayor pandemia de la historia de la humanidad con un sector farmacéutico mundial de dudosa moralidad. Desde ahí podemos también entender mejor que está pasando.
Las grandes empresas farmacéuticas tienen fondos pero carecen de la «motivación» lucrativa. Y los organismos públicos tienen urgencia político-humanitaria formal pero carecen del efectivo. En pocas palabras, las compañías farmacéuticas que poseen los medios para financiar nuevas vacunas costosas pero no lo hacen porque ven mayores retornos en los tratamientos para afecciones crónicas como la diabetes y el colesterol alto, es decir las enfermedades de los «satisfechos».
La falta de motivación lucrativa ha generado una falla en el sistema. Hay muy pocas compañías que producen actualmente vacunas. En 1955, había 27 compañías; para 1980, había 18; hoy hay cuatro. ¿Quién se va a encargar de financiar la vacuna del Covid-19?
La magnitud de la crisis provocada por Covid-19 ha estimulado a las principales empresas a involucrarse, pero tardíamente y solo con un fuerte respaldo estatal. Los gigantes farmacéuticos Johnson & Johnson y la multinacional francesa Sanofi, confían en el trabajo financiado por los contribuyentes de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico, una división del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, para respaldar su trabajo en una vacuna.
Leer también
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, más de 60 equipos separados en aproximadamente una docena de países están involucrados en el sprint global para desarrollar una vacuna contra el coronavirus, que comprende las principales compañías farmacéuticas, empresas de biotecnología, institutos administrados por el gobierno y universidades que van desde la Universidad de Queensland hasta Johnson & Johnson y El Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades.
Michael Kinch, director del Centro de Investigación de Innovación en Biotecnología y Descubrimiento de Medicamentos de la Universidad de Washington en St. Louis, dijo que las principales compañías farmacéuticas generalmente veían el desarrollo de vacunas como de alto riesgo y bajo en recompensa.
Las principales compañías farmacéuticas han reducido drásticamente los presupuestos de I + D en los últimos años, para centrarse en el desarrollo y la fabricación en etapas avanzadas de tratamientos promovidos externamente, a menudo por entidades financiadas con fondos públicos, como institutos gubernamentales y universidades.
Los 210 nuevos medicamentos aprobados por la Administración de Drogas y Alimentos de los EE. UU entre 2010 y 2016 se desarrollaron con fondos de los Institutos Nacionales de Salud, que distribuyen alrededor del 80% de su gasto anual de 40 mil millones de dólares en investigación médica entre 2,500 universidades e investigadores de institutos en todo el mundo.
Dada la dependencia de la industria de la investigación financiada con fondos públicos, los problemas de recursos a nivel de universidad o instituto de investigación tienen el potencial de afectar drásticamente la gama de tratamientos que finalmente entran en línea.
«La industria solo se involucra en la fabricación y comercialización de un producto probablemente exitoso»
La gran industria farmacéutica generalmente ya no tiene divisiones de investigación, las regalaron cuando descubrieron que su investigación era tres veces más costosa por medicamento desarrollado que las obtenidas de la academia, dijo Ian Frazer, profesor de la Universidad de Queensland, quien inventó conjuntamente la vacuna contra el virus del papiloma humano. «La industria solo se involucra en la fabricación y comercialización de un producto probablemente exitoso».
Frazer afirma que no abordar las deficiencias en la financiación de la investigación académica dejaría a los países sin preparación para futuras amenazas a la salud pública. «Corremos el riesgo de que nuestros laboratorios no estén listos para la próxima pandemia con las últimas tecnologías en química de proteínas, genómica, cristalografía, etc.»
Compañías farmacéuticas importantes están desarrollando la colaboración con empresas de biotecnología de nueva creación que a menudo son más innovadoras y ágiles como en el caso de la asociación de Pfizer para desarrollar una vacuna con la compañía alemana BioNTech.
Y esta falla del sistema producida por el afán de lucro de las empresas farmacéuticas, sirvió para que el poder financiero y tecnológico, representado por los Gates-Buffett-Rockefeller, entrara por la puerta grande en la investigación en vacunas como una estrategia política para controlar el sector a medio plazo.
Así ese estableció el CEPI[5] del que ya hemos hablado tras el brote de ébola en África Occidental en 2014-2016 que mató a 11.000 personas que se sepa.
Debido a que los brotes de enfermedades infecciosas a menudo disminuyen con el tiempo o se contienen antes de infectar a un gran número de personas, el incentivo financiero para desarrollar una vacuna puede ser débil hasta que se produzca una gran crisis de salud pública, particularmente en las regiones más pobres donde las perspectivas de obtener grandes ganancias son muy pequeñas. El Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE. UU., lamentaba a mediados de febrero de 2020, que las principales compañías farmacéuticas aún no habían «intensificado» su compromiso en fabricar un vacuna. Por ejemplo, en 2016, investigadores del Baylor College of Medicine en Houston, Texas, desarrollaron una vacuna para el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), pero no pudieron atraer fondos para ensayos en humanos porque hasta ese momento no había habido nuevos casos durante más de una década.
Por otro lado, se ha subestimado la capacidad de producir una vacuna a gran escala y en tan poco tiempo. Otro de los elementos que hay que tener en cuenta es la seguridad. Se administran vacunas a personas sanas para mantenerlas sanas, y los desarrolladores de vacunas deben garantizar que la seguridad no se vea comprometida. La ausencia de información sobre SARS-CoV-2 o Covid-19 en sí resalta aún más esta responsabilidad. Tales consideraciones de seguridad no son una preocupación abstracta. A fines de la década de 1970, el lanzamiento apresurado del gobierno de EE. UU de un programa de vacunación para inmunizar a la población contra una nueva cepa de gripe porcina resultó en que más de 450 personas desarrollaran el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno poco común que causa parálisis.
También, la vacuna contra el SARS-CoV-2 se enfrentaría a otro obstáculo de seguridad debido a cómo el virus afecta a las personas mayores con mayor severidad que a los jóvenes. Debido a esta posibilidad, cualquier vacuna será examinada para asegurarse de que no causará una enfermedad más grave. Las preguntas sin respuesta sobre la naturaleza del virus, incluida la prueba definitiva de que los infectados obtienen inmunidad, también podrían complicar el desarrollo. Los virus del tracto respiratorio superior sin una fase de infección transmitida por la sangre no han sido atacados con éxito por las vacunas. En el lado positivo, este parece ser un virus relativamente estable, no como la gripe o el VIH, donde el virus cambia rápidamente.
Al final se ha ido generando un argumento muy potente:
«Ante la inmoralidad de la farmacéuticas que han abandonado la investigación base aprovechándose del sector público; ante la incapacidad de liderazgo y falta de talante moral de los responsables políticos; la sociedad civil (capitalista) a través de sus fundaciones, alianzas e iniciativas puede salvar a la humanidad de la futuras y previsibles pandemias globales».
Todo estaba ya preparado para tomar el timón político. El fundador de Microsoft convertido en «filántropo global» ha anunciado planes para financiar de manera preventiva la construcción de plantas de fabricación para siete de los candidatos más prometedores a la vacuna contra el coronavirus.
CEPI con sede en Oslo ha comprometido fondos para ocho proyectos relacionados con las vacunas que involucran a socios que incluyen la Universidad de Queensland, la Universidad de Hong Kong y la firma estadounidense de biotecnología Inovio Pharmaceuticals.
CEPI tiene como objetivo producir al menos tres vacunas viables que puedan ser autorizadas para su uso entre el público. Esto no será antes de 18 meses sin embargo su puesta de largo política desde su nacimiento apenas hace tres años es «deslumbrante». Se va cerrando el círculo con el que las corporaciones terminarán por controlar todos los mecanismos de la sanidad global.
(Fin parte IX)
Carlos Llarandi y Alberto Mangas
[1] Cf. El empobrecimiento como causa estructural de enfermedad
[2]Cf. https://biopolitica.net/ web altamente recomendable para conocer realmente que es la industria farmaceútica.
[3] Cf. Las empresas farmacéuticas deben de dejar de aprovecharse de la investigación financiada con dinero público
[4]Cf. Top 10 compañías farmacéuticas 2018 a nivel mundial
[5] Cf. Davos y el CEPI: Las vacunas son importantes para el foro económico mundial. Esta referencia es muy interesante para calibrar la importancia de la estrategia del gran capital internacional.