Los drones de la muerte

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Y otros medios perversos “justificados” por un fin aparentemente bueno

¿Qué decir cuando se admite fríamente un porcentaje de víctimas civiles, que se llamarán con expresión gélida “daños colaterales”, en acciones que sobre el papel son para combatir el terrorismo?

Si el terrorismo se distingue de la acción militar porque en el primero no se tiene ningún escrúpulo en que haya víctimas no armadas, inermes y en principio inocentes, ¿qué decir cuando se admite fríamente un porcentaje de víctimas civiles, que se llamarán con expresión gélida “daños colaterales”, en acciones que sobre el papel son para combatir el terrorismo? (caso del uso de los aviones no tripulados o “drones” empleados en la lucha antiterrorista). ¿No están bordeando tales acciones otro tipo de terrorismo?

Así se desembocaría en la perversa secuencia de un terrorismo que se combatiría con otro tipo de terrorismo, con lo que la postura del mundo por así llamarlo “civilizado” descendería al mismo salvajismo que se supone quiere combatir. Sería pues derrotado, al menos moralmente, siguiendo la pauta del abismo inhumano: su enemigo le habría sojuzgado llevándole al lodazal ético que se pretendía eliminar. Y eso sucede siempre que se combate el mal con medios maléficos.

¿Y qué decir cuando se pretende salir de la crisis económica por cualquier medio, por muy inmoral que sea? Por ejemplo, aceptando inversiones para actividades éticamente reprobables, como es el caso del proyectado complejo de juego de azar “Eurovegas”, acogido con alborozo por la comunidad de Madrid (y que fue pretendido con insana ansia por las autoridades catalanas).

Cuando las autoridades en otros países o en el nuestro recurren a medios maléficos con la intención de solucionar problemas, con un fin o una justificación aparentemente buenos, no harán más que enconar y agravar dichos problemas: un espejismo parece real, pero se desvanece como el humo.

Autor: Javier Garralda Alonso (* Extracto)