Los MÁRTIRES de la PERSECUCIÓN RELIGIOSA ESPAÑOLA, TESTIGOS de RECONCILIACIÓN

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Habla el historiador Vicente Cárcel Ortí En esta entrevista concedida a Zenit, Vicente Cárcel Ortí, especialista en relaciones Iglesia-Estado en el siglo XX en España, autor de libros como «Mártires españoles del siglo XX» (BAC), explica los motivos y revela detalles del martirio de los futuros beatos.



ROMA, miércoles, 28 abril 2004 (ZENIT.org).- La publicación del decreto de martirio de siete sacerdotes catalanes y de una religiosa mallorquí asesinados durante la guerra civil española en plena persecución religiosa constituye un mensaje de reconciliación para España que busca superar los atentados del 11 de marzo, explica uno de los máximos expertos.

En esta entrevista concedida a Zenit, Vicente Cárcel Ortí, especialista en relaciones Iglesia-Estado en el siglo XX en España, autor de libros como «Mártires españoles del siglo XX» (BAC), explica los motivos y revela detalles del martirio de los futuros beatos.

El reconocimiento del martirio de José Tapies Sirvant y de seis compañeros mártires ha sorprendido pues su historia es muy poco conocida.

–Vicente Cárcel: Cuando en 1946 fue abierto el proceso de José Tapies, los otros seis sacerdotes quedaron excluidos del mismo, si bien habían sido martirizados juntos. Pero, en 1992, el obispo de Urgel, movido por las instancias de los fieles, decidió abrir también el proceso de estos seis sacerdotes.

¿Quiénes eran estos sacerdotes?

–Vicente Cárcel: Se llamaban Pascual Araguás, Silvestre Arnau, José Boher, Francisco Castells, Pedro Martret y Juan Perot. Todo ellos se dedicaban al ministerio pastoral. José Tapies, muy apreciado por todos los feligreses, cuando fue detenido, quiso deliberadamente entregarse vestido de sacerdote para mostrar su identidad. Cuando lo llevaban a la muerte, de pie en el camión, iba saludando a todos sin distinción hasta que, con un golpe, un miliciano le obligó a sentarse. Silvestre Arnau, formado en la Universidad Gregoriana y en el Colegio Español de Roma, era estudioso de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús. Se dedicaba a la formación de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. Los otros eran párrocos muy queridos.

¿Cómo y por qué murieron?

–Vicente Cárcel: Murieron por ser sacerdotes. Fueron paseados por Pobla de Segur en un camión acompañados de unos 50 milicianos, hasta el cementerio de Salas de Pallás. Vieron el martirio, además de los milicianos que participaron en el fusilamiento, un campesino que estaba trabajando allí cerca, el conductor del camión, un niño que seguía en bicicleta y un alfarero que los vio descender del camión y oyó los disparos.

Entonces, ¿hubo también mártires en Cataluña en esa época?

–Vicente Cárcel: Esta región fue quizá la más castigada de España en cifras totales y proporcionales. Estos datos dan idea de lo que allí pasó bajo la responsabilidad de los Gobiernos de la República y de la Generalitat. Fueron martirizados los obispos Irurita, de Barceloma; Huix, de Lérida y Borrás, auxiliar de Tarragona. El Lérida mataron al 65,8% del clero diocesano (270 sacerdotes de 410); en Tortosa el 61,9% (316 de 510); en Tarragona el 32,4% (131 de 404); en Vich el 27,1% (177 de 652); en Barcelona el 22,3% (279 de 1.251); en Gerona el 20% (194 de 932); en Urgel el 20,1% (109 de 540) y en Solsona el 13,4% (60 de 445)

Son datos impresionantes…

–Vicente Cárcel: Añado otro. El Cardenal Vidal, arzobispo de Tarragona, que salvó la vida gracias a un «conseller», se negó a regresar a Cataluña, a pesar de las insistencias de los republicanos, porque seguía la persecución religiosa: las cárceles estaban repletas de sacerdotes y católicos, por el simple hecho de serlo, y muchos de ellos fueron fusilados antes del final de la guerra. Después al cardenal no se le permitió volver a España por motivos políticos, pero esta es otra historia.

¿Por qué cree usted que su testimonio ha pasado casi inadvertido?

–Vicente Cárcel: Quizá porque son sacerdotes diocesanos y no religiosos ya que los religiosos disponen, en general, de más personas y medios que las diócesis tanto para elaborar los procesos como para difundir las biografías. Lo demuestran los datos. De 2.584 frailes y monjas martirizados, han sido beatificados más de 300, mientras que de entre los 4.184 sacerdotes diocesanos, apenas unos 50 son ya beatos. Algo semejante ocurre con los seglares, pues de unos 3.000 martirizados por motivos religiosos apenas han sido beatificados medio centenar de laicos, todos ellos católicos muy comprometidos con la Iglesia.

En ocasiones se ha acusado a la Iglesia de abrir vejas heridas con las beatificaciones o canonizaciones de mártires de la guerra civil española.

–Vicente Cárcel: Ante todo una precisión. Yo nunca los llamó «mártires de la guerra civil» sino de la persecución religiosa, que en España comenzó en 1934 con los «mártires de Turón», ya canonizados, y otros muchos asesinados durante la «Revolución comunista de Asturias».

Es una polémica pretextuosa y sin sentido que tiene una gran carga ideológica y política. La Iglesia desde sus orígenes honró a los «mártires de la fe», y lo seguirá haciendo. Las instituciones civiles y militares recuerdan a los «caídos en guerra» y a las «víctimas de la represión política», tanto de la zona republicana como de la nacional, y nadie dice que esto sea reabrir heridas, aunque a veces las instrumentalizaciones políticas partidistas son evidentes.

¿Cómo pueden convertirse en signo de reconciliación estos mártires?

–Vicente Cárcel: Hoy se abusa del término «mártir», que encierra varias acepciones en el lenguaje corriente, aunque la más genuina y original es la de quien sufre o muere por amor a Dios, como testimonio de su fe, perdonando y orando por su verdugo, a imitación de Cristo en la Cruz. Los demás pueden ser «héroes» o «víctimas» de ideales diversos, incluso a veces discutibles, aunque se les llama mártires porque se abusa del concepto por extensión y se aplica sin más al que sufre sencillamente por alguien o por algo.

Detrás de los «mártires cristianos» no hay banderas políticas ni ideologías: sólo hay fe en Dios y amor al prójimo. Ellos no hicieron guerras ni las fomentaron, ni entraron en luchas partidistas. Fueron portadores de un mensaje eterno de paz y amor, que ilumina nuestra fe y alimenta nuestra esperanza.

Detrás del debate «político» que algunos han querido suscitar con los mártires de la guerra civil, ¿no cree que se da también el hecho de que los católicos en España no han sabido comprender y transmitir los auténticos motivos por los que dieron su vida estos hombres y mujeres?

–Vicente Cárcel: Durante muchos años ha pesado como una losa el Régimen que tuvo España hasta 1975, y a muchos católicos les molesta la presencia de los mártires de 1936, que nada tuvieron que ver con todo lo que vino después. También molestan a los «vencidos» en la guerra, y a sus herederos ideológicos, porque los mártires denuncian la persecución religiosa de aquellos años terribles y su tozudez porque se obstinan en no querer reconocer sus responsabilidades históricas de la tragedia de 1936. Precisamente para evitar referencias polémicas al pasado, la Iglesia esperó más de medio siglo de la guerra civil para comenzar las beatificaciones (las primeras se hicieron en 1987) y que España tuviera una democracia consolidada.

¿Cuál es el mensaje que los mártires de la Persecución Religiosa de 1936 dejan a la España sacudida por los atentados del 11 de marzo en busca de un sentido?

–Vicente Cárcel: El 11-M ha sido la mayor tragedia vivida por España desde el nefasto trienio bélico. Pero ha servido para que los españoles manifestaran los sentimientos más profundos, que son esencialmente cristianos: fe en Dios y amor al prójimo, en medio del inmenso dolor; con gestos elocuentes de generosidad y perdón, de los que han sido testigos centenares de sacerdotes, religiosos y católicos, que atendieron y atienden a los heridos y a los familiares de las víctimas, que buscan algo más profundo que simples consuelos humanos o actos formales. La «victoria de los mártires de la fe cristiana» nos transmite un mensaje de esperanza para seguir viviendo con ilusión en un mundo desorientando, víctima de la manipulación mediática, cada vez más insoportable.