MADRE

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Ella mantuvo siempre la fe. Sintió verdadera veneración por Ti, Madre de todos los hombres, y hoy estimo que esa devoción ha sido su gran sostén religioso.

Julián Goméz del Castillo, noviembre 1982.

Ha muerto mi madre. De alguna manera importante, la vida le hizo encarnar una existencia dura. Casada a los 24 años, quedó viuda con 5 hijos a los 40, sin más bienes de fortuna que lo que le produjera su trabajo.

Durante su matrimonio, como consecuencia de una huelga indefinida de Artes Gráficas, profesión de mi padre, en Santander, levantarían la casa, para ser fieles a la huelga, y se irían a trabajar y a vivir a Llanes (Asturias). Ocho años más tarde la UGT le enviaría como secretario general a Granada. Mi madre hizo el traslado con los 5 hijos y numerosos paquetes, con billetes de beneficencia, en trenes que tardaban 24 horas de Torrelavega a Madrid. En Granada, renunciarían al 50% de su sueldo en favor de la organización. Al mes de haber llegado a Granada, se inicia la huelga general revolucionaria de octubre de 1934. Mi padre es detenido, ingresa en la cárcel, de donde saldrá en agosto del 35, en libertad vigilada, para atender a mi madre enferma. Pocos días después, enferma él y el 27 de septiembre de 1935, muere.

Mi madre decide regresar a Santander donde inicia la fabricación y venta pública de unos fritos, que la gente bautizará con el nombre de bombas. Esto, los churros, la fruta y las patatas constituirían las mercancías con las que nos sacará adelante, en jornadas de trabajo que muchas veces llegaron a las 20 horas diarias. Sus hijos tenemos el firme convencimiento de que ello le hizo realizarse con el peso moral que siempre ha tenido ante nosotros y que llegó hasta el último momento.

De ella se podrían decir muchas cosas. Recordemos hoy algunas. Marcó su vida la petición que le hizo a Dios al quedarse viuda: Que no les falte nunca una cama limpia y un trozo de pan en la mesa. Sus hijos sabemos que a ella le faltó muchas veces, a nosotros, en más o en menos cantidad, nunca. Esa pobreza marcó su existencia hasta el final, manifestándose últimamente en su preocupación cuando veía que los hijos comprábamos algún cacharro.

Solidaria con las necesidades de otro, cuando en 1936 estalla la Guerra Civil, se desplaza a La Felguera (Asturias), donde residía un hermano con 7 hijos, y se traerá 5 a casa.

Cuando la policía me trasladaba incomunicado en 1959, de Santander a Madrid, romperá todos los impedimentos y logrará abrazarme antes de que el tren arrancara.

En las elecciones de febrero de 1936, irá de Santander a Llanes, donde tenía el voto, con una bolsa de cuero con arena y piedras, por si alguien se mete con una viuda.

De algunos compañeros destacados de mi padre, recibirá la insolidaridad más salvaje. Antonio Ramos, diputado socialista y consejero de Trabajo, le negará unas patatas para nosotros durante la Guerra Civil, mientras mi madre veía una habitación llena de alimentos, y el líder le recordaba que mi padre había muerto por tonto, ya que si hubiera abandonado Granada no le habría pasado nada. A Félix Fernández, auditor general de guerra del norte de España, le pedirá ayuda mi madre para evacuarnos antes de caer Santander en poder de Franco; él y toda su familia se marcharon, nosotros quedamos esperando… hasta hoy…

Religiosamente, marcó su vida la fidelidad al matrimonio, primero, y al recuerdo de su marido después. Vivió el que el matrimonio fuera para la lucha por la emancipación de la clase obrera. Como mi padre no era creyente, acordaron bautizar a las hijas y no a los hijos. Vivió en propia carne el drama de un cristianismo como el español, en que los trabajadores no apostataron de la Iglesia, sino que se les echó. Ella mantuvo siempre la fe. Sintió verdadera veneración por Ti, Madre de todos los hombres, y hoy estimo que esa devoción ha sido su gran sostén religioso. Nunca dejó de invocarte, ni aún en aquellos meses en que mi padre ocupó un sitio en la cárcel de Granada y ya hacía tiempo que se había producido la trágica identificación de Iglesia y derecha, tan sostenida, por otra parte, por el sectarismo anticlerical de la izquierda oficial. Su devoción a la gran MADRE fue la clave para su vida.

Cuando un sacerdote que la atendió en los últimos meses me contaba cómo había aceptado pasar al Padre, creo que nuestra MADRE común había hecho su última acción en la vida terrena de mi madre.

El cariño filial de que murió rodeada fue el broche a una vida por los demás. Moría una representante de esa maravilla que ha hecho la Iglesia a lo largo de los siglos: UNA MADRE CRISTIANA.

Revista Id y Evangelizad. Julián Gómez del castillo,
militante cristiano pobre. In Memoriam.