Mamma Jones, una vida de entrega a la lucha

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Es bastante posible que entre nosotros el nombre de “Mother” Jones” (Cork, Irlanda, 1830-USA, 1930) no diga nada, pero está asociada a la lucha solidaria en los principios de siglo en los EEUU

Acabo de leer su Autobiografía, en la que transmite su amor a los más empobrecidos, obreros explotados, en su mayoría inmigrantes, niños incluidos, la llevó a una lucha apasionante,

M. Jones diría:

“Nuestra lucha es la de aquellos que han hecho dar un paso adelante a la libertad humana, desde que el mundo existe. Cada ventaja obtenida por la especie humana tiene un precio desorbitante. Hay hombres que mueren para que otros puedan vivir”

Hoy en día los psicólogos suelen recetarnos egoísmo como terapia y remedio para nuestros males. Pero no creo que cuando la fiebre amarilla se llevó las vidas de su marido y de sus cuatro hijos, nadie se atreviera a recomendar tamaña barbaridad a Mamma Jones.

Ella decidió convertir dolor en virtud y dedicar el resto de su vida a luchar por la justicia y por el bien común sin apartar la mirada del dolor de los últimos.

Con un estilo directo y trepidante nos cuenta su vida como si le faltara tiempo para hacerlo.

Creo que no hay militante obrero que haya visto tanta violencia como yo. He visto a los obreros consumirse en el trabajo y envejecer prematuramente. He visto cómo los encarcelaban y ejecutaban cuando protestaban. Podría contar sin acabar nunca historias de persecución y actos de heroísmo como no se han dado en ningún campo de batalla.

Su don no era la literatura, sino el saber reconocer las causas del dolor y de la injusticia, viviéndolo desde dentro, hasta ser capaz de aportar soluciones capaces de cambiar las cosas.

Conozco la vida del minero. Me he sentado cerca de él en la pila de carbón mientras comía de sus fiambreras con los dedos ennegrecidos. He hablado con su mujer mientras ella se doblaba sobre la colada.

Acompañó a las mujeres, y les decía con ánimo…

Salid y combatid, luchad hasta el final, hasta la muerte, hasta el reino de Dios.

Respecto a la explotación-esclavitud de los niños diría:

Vi a los niños, los niños pequeños trabajando…En toda mi vida no he visto nada más deplorable, me parecía que no podría soportar el espectáculo de esas caritas silenciosas… niños de seis años con caras de viejos de sesenta, trabajaban ocho horas diarias por diez céntimos, cuando se dormían les echaban agua fría en la cara… durante la media hora del almuerzo los niños se caían de sueño encima de sus fiambreras. Ese era su recreo.

En estos momentos tenemos escenas parecidas en talleres de distintos países, donde se confecciona esa ropa tan bonita y barata que vestimos.

Yo proclamo que las telas que fabrican son tejidas con sus pequeñas vidas, que el hilo que cose nuestros vestidos y los de nuestros hijos, los trajes blancos de la comunión y los trajes de novia, nuestros vestidos de fiesta, están hechos de las lágrimas y del sufrimiento de estos niños.

Por eso, si el que decida acercarse a Mamma Jones piensa pasar por este mundo que sigue siendo de esclavos y en guerra entre poderosos y débiles, de puntillas o mirando para otro lado, mejor que no la lea. En cambio el que tenga la ilusión de contribuir a que el mundo sea mejor, luchando por la justicia y el bien común, disfrutará sabiendo que ella y otros como ella caminaron por la senda que toda persona que se precie debe transitar.

Siempre he aconsejado a los obreros que leyeran. Toda mi vida he recomendado estudiar las obras de los grandes escritores que han tenido el ánimo de intentar hacer un mundo mejor para aquellos que sufren.
Cuando vuelvo la vista atrás, sobre mi larga vida, veo que en todas las organizaciones que luchan por una vida mejor, son los pioneros los que más sufren…Los pioneros del movimiento no buscaban la publicidad, eran hombres sencillos que no se vanagloriaban ni de su genio ni de su carrera. No servían a la clase obrera por dinero. Afrontaban muchos sacrificios para aclarar un poco el futuro de sus compañeros. Esos hombres dieron sus vidas para que otros pudieran vivir. Murieron en la miseria.

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Autor: Álvaro Martín