MEMORIA E HISTORIA

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Durante la Transición, la izquierda (toda la izquierda) y también los partidos nacionalistas reivindicaron una amnistía. El Gobierno de Suárez, atendiendo a la presión de las grandes movilizaciones populares de la época, aprobó el 30 de julio de 1976 un decreto de amnistía sobre los 'delitos de intencionalidad política', pero aquella medida dejó sin amnistiar los delitos de sangre.

Por eso la izquierda y con especial énfasis los nacionalistas vascos (querían sacar de la cárcel a los de ETA) siguieron reivindicando una amnistía general, pero el Gobierno de Suárez no aceptó la propuesta de amnistiar «todos los crímenes y barbaridades cometidos por los dos bandos de la Guerra Civil, antes de ella, en ella y después de ella hasta nuestros días». Ésa era –textualmente- la reivindicación de la izquierda y de los nacionalistas.


Tras las elecciones de 1977, se sentaron en las Cortes exiliados y presos políticos del franquismo junto a ex –falangistas y democristianos y fueron los primeros –por ejemplo, Marcelino Camacho- quienes defendieron con mayor fuerza y convicción la Ley de Amnistía que se aprobó casi por unanimidad el 14 de octubre de 1977… y las cárceles, al fin, se vaciaron de presos políticos con o sin delitos de sangre.


Lo que se acaba de escribir es la verdad de los hechos, pero llegaron los de la «memoria histórica» -con Garzón y sus mariachis a la cabeza- y pretenden que ella, la memoria –siempre subjetiva-, se imponga sobre la realidad de los hechos.


Así resulta que –según ellos- aquella amnistía, la que impulsó la izquierda, en realidad fue sólo la muestra de una cobardía. Una cobardía producto del miedo que los políticos de la Transición les tenían a los militares. Así lo ha escrito, por ejemplo, ese predicador de La Ser y de El País que se llama Josep Ramoneda. ¿Dónde estaba este «progre a la violeta» mientras los demás hacíamos lo que podíamos?


Debe quedar claro: eso de amnistía = amnesia = cobardía no sólo es mentira, también es una infamia. Mentira e infamia que agradarán a los «adanistas» que hoy mandan por doquier, pero eso no torna verdad sus mentiras.


En efecto, quienes sostienen esas infamias sólo son unos mentirosos y unos calumniadores.


Joaquín Leguina Herrán fue diputado socialista
y presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid