Méndez Álvaro y Rubalcaba

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Rubalcaba no desaparece con sus cosas, con sus cupos, con sus leyes contra la solidaridad. Que desaparezca políticamente depende de nosotros.

Sábado, 7 de marzo de 2009. 23:00 h. Estación de Méndez Álvaro, Madrid. Más de cien personas en los bancos esperando. Iberoamericanos, africanos, asiáticos… policías. Dan un vistazo a los que estamos sentados. No saben por dónde empezar. Empiezan por dos negros. «Documentación» «¿dónde va?, ¿dónde vive? ¿espera a alguien?…»


Se acercan a dos peruanos. «Documentación». «Los manda Rubalcaba», pienso, «tiene que ampliar su cupo de inmigrantes expulsados». Ahora sobran inmigrantes. Han construido nuestras casas, han cuidado a nuestros viejos, nos han servido los cafés. Ahora sobran. Lo dice Rubalcaba y Corbacho. Ministros de Interior y Trabajo. Más bien ministros de «Expulsar al exterior» y de «Explotar el trabajo».


Con los peruanos se entretienen. «Mal asunto», pienso. Las caras de ellos empiezan a ser de miedo. Los policías se alejan un poco con la documentación de los inmigrantes en la mano. Hablan por el walkie. Los peruanos hablan bajito entre si. Vuelven los polis. Algo les dicen, señalan sus maletas y les hacen un gesto con la cabeza. Que los acompañen.


Deben de formar parte del cupo de Rubalcaba. El que quiere convertir en delito la solidaridad con los inmigrantes. ¿Cuál será la postura de los educadores de España? ¿Se podrá dar «Educación para la solidaridad» ahora? ¿O para ser honrados con nuestros alumnos habrá que ir a la cárcel?. ¿Y el resto de la población española? El otro día han condenado a un mendigo en Barcelona a 1 año de cárcel por robar una barra de pan. ¿Qué vamos a hacer cuando haya más que roben para comer? ¿Pediremos más policías? ¿O pediremos justicia? Este es el momento de pedir justicia. De pedir que el pan para comer salga de los bolsillos de los que se han forrado a costa de la construcción, de la hostelería, de la explotación (que no servicio) doméstica…


Los peruanos recogen sus cosas con caras tristes y caminan despacio detrás de los polis. Pero estos se paran un momento para pedir la documentación a otros dos. Hasta que no terminan con los dos nuevos no se dan cuenta de que los dos peruanos han desaparecido disimuladamente por una escalera mecánica con sus cosas. Rubalcaba no desaparece con sus cosas, con sus cupos, con sus leyes contra la solidaridad. Que desaparezca políticamente depende de nosotros.