Monseñor Romero habla del Papa Juan Pablo II

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Monseñor Romero escribe: ´Las informaciones tendenciosas que a veces se dan acerca de las relaciones con el Santo Padre no tienen más que la malicia de querer desprestigiar una pastoral que el Papa conoce mucho mejor que aquellos medios de comunicación que aquí tratan de tergiversar las cosas.´… Me dio naturalmente las orientaciones, los consejos que un Jefe Supremo de la Iglesia tiene que dar a un colaborar en una situación difícil también: Mucha prudencia, mucho cuidado. Pero también la audacia, la denuncia cuando se trata de casos muy graves; tiene que hacerse también.´


Revista id y evangelizad
Numéro especial sobre Juan Pâblo II

Hemos oído que el Papa vendrá a Puebla el 27 de enero. Esto nos ha llenado de alegría porque ir a Puebla será ahora ir a encontrarse con el sucesor de Pedro y confrontar con él la pastoral que se está realizando. El Papa dijo en el saludo de Navidad una frase que congenia bien con nuestra Arquidiócesis: no puede haber paz donde se conculcan los derechos humanos. El Papa también, buscando esa paz, ha enviado un mediador para el conflicto Argentina-Chile (24.12.1978).

Aquí tenemos dos cosas en la lectura de hoy. La primera es conexión con lo jerárquico. Pablo, a pesar de que ya lleva en su corazón la vocación y ha visto a Cristo, les contó a los apóstoles cómo había platicado con el Cristo resucitado, cuando lo derribó camino de Damasco. Sabe él que lo que va predicando es Cristo, que le ha hablado a él. Sin embargo necesita una confrontación con aquéllos que Cristo ha puesto para ser los guardianes de la revelación. Y sólo cuando esa vocación de Cristo se conecta con esta misión de los apóstoles, Pablo es ya un apóstol, es ya un obispo, un predicador de la Iglesia Cristiana. Esto necesitamos todos los que predicamos también: una vocación en la que sentimos el llamamiento de Cristo. Pero no basta; hace falta una comprobación jerárquica que nos una al magisterio autorizado de la Iglesia.

Esto lo acabo de vivir por mi parte con alegría cuando el lunes de esta semana que acaba de pasar el Santo Padre tuvo la bondad de recibirme en una audiencia privada. El lunes al medio día tuve la dicha de estar conversando con el Papa, de escuchar de sus mismos labios la consolación de decirme: «Ya comprendo que el ambiente en que Usted tiene que llevar su pastoral es muy difícil, muy difícil».

Me dio naturalmente las orientaciones, los consejos que un Jefe Supremo de la Iglesia tiene que dar a un colaborar en una situación difícil también: Mucha prudencia, mucho cuidado. Pero también la audacia, la denuncia cuando se trata de casos muy graves; tiene que hacerse también.

La Iglesia tiene que cumplir ese deber de estar acompañando al pobre, de ser voz de los que no tienen voz. Pero precisamente para no quemarse en esa misión, el Papa tiene la prudencia de aconsejar el cuidado de mantener siempre esa autoridad en la Iglesia. Y cito muchas veces, comparando con mi situación, su pastoral que él también tuvo que desarrollar. Me dijo:
En ambientes muy difíciles en Polonia, donde el gobierno tampoco es un gran colaborador de la Iglesia, la Iglesia tiene que ir también sorteando las dificultades para llevar el mensaje de Cristo a los corazones.

Un gesto que me quedó grabado para siempre es la atención con que Juan Pablo II escucha. Cuando terminaba la frase y yo comenzaba a hablar, él ponía toda la atención, hasta físicamente se inclinaba para escuchar, como para comprender. Yo entiendo que él, que inesperadamente fue sacado del ambiente de Polonia para un cargo tan difícil como es el ser Pastor de todo el mundo, sin haber tenido antes estas experiencias de curias romanas, de trabajo universal, está ahora muy atento a escuchar los diversos horizontes para poder ser el Pastor de todos.

En conjunto, pues, esto es lo que hoy nos ha dicho la Biblia: Pablo subiendo a Jerusalén y hablando con Pedro. Eso se realizaba en mi pobre vida también yendo a Roma y platicando con el nuevo Papa.

Pero hay otro polo, queridos hermanos, y quiero subrayar esto: son ustedes. ¡Qué bonito termina la primera lectura de hoy! En tanto la Iglesia iba creciendo en fidelidad al Señor, se iba extendiendo más, bajo la fuerza del Espíritu. Créanme, ahora cumplo el deber de decirles: Me he sentido muy orgulloso de mi Arquidiócesis cuando he recorrido mundos tan diversos, porque por todas partes se habla de nosotros y se quiere conocer la experiencia de nuestra Iglesia (13.5.1979).

El encuentro con el Santo Padre, sobre todo, sentía que lo hacía no personalmente, sino como llevando conmigo el trabajo, la colaboración de sacerdotes, de religiosas y de fieles. Y las palabras de aliento del Papa significaron también para mí un aliento para toda la Arquidiócesis, que yo quisiera transmitir y decirles que el Santo Padre conoce plenamente nuestro trabajo y está muy de acuerdo en la defensa de la justicia social que aquí tratamos de llevar y nuestro amor preferencial por los pobres.

Las informaciones tendenciosas que a veces se dan acerca de las relaciones con el Santo Padre no tienen más que la malicia de querer desprestigiar una pastoral que el Papa conoce mucho mejor que aquellos medios de comunicación que aquí tratan de tergiversar las cosas…

En alguna comunicación se ha querido decir que yo decía que el Papa estaba mal informado. Es falso. No lo he dicho en ninguna parte. He dicho que es una responsabilidad de todos los que llevan informaciones de América Latina, ser muy objetivos y tratar de dar una versión lo más exacta posible de los hechos, para que no se tergiversen las cosas…

El mismo Cardenal Martín, Arzobispo de París, me dijo: Ese problema no lo sienta sólo Usted, ni es sólo de América Latina. Es de toda la Iglesia… Hay actualmente en la Iglesia corrientes que quisieran frenar los impulsos que el Espíritu Santo ha querido dar a través del Concilio Vaticano II y tratan de manipular al mismo Papa.

Y aquí quiero referirme a la conversación con el Papa Juan Pablo II, que no fue una regañada para mí, como algunos dicen, sino, al contrario, una confrontación de criterios, como cuando Pablo iba a Jerusalén a hablar con Pedro de lo que predicaba, y con la disposición natural de corregir lo que no está bien. No estamos aferrados caprichosamente, sino buscando el Reino de Dios y el servicio auténtico al pueblo. Y hablando con el Papa me decía precisamente esto: Siga defendiendo la justicia social y el amor a los pobres… Pero en la defensa de los derechos humanos, de las reivindicaciones, hay que tener cuidado para no perder los valores cristianos que pueden haber en esas luchas reivindicativas, que pueden perderse, y a la larga hacen tanto mal como las dictaduras que ellos tratan de quitar. Le dije: Santo Padre. Precisamente ése es el equilibrio que yo trato de mantener, de apoyar lo justo de las reivindicaciones populares, pero al mismo tiempo defender los intereses cristianos, los valores cristianos de mi pueblo…

El Papa me comprendió muy bien lo que a continuación le dije: Pero Santo Padre, en mi país es muy peligroso hablar de anticomunismo, porque el anticomunismo lo proclama la derecha, no por amor a los sentimientos cristianos, sino por el egoísmo de cuidar sus intereses egoístas… El Papa me observó muy sabiamente. Me dijo que estaba de acuerdo, sólo que la Iglesia no predica antis; no es anticomunismo el de la Iglesia. Le dije: Cabalmente, Santo Padre. Por eso yo no lo presento así, sino positivamente, alabando los valores espirituales, cristianos de mi pueblo, y diciendo que hay que defenderlos y conservarlos siempre (10.2.1980).

Ya que estamos también en un homenaje a Juan Pablo II yo quisiera que hiciéramos un contrato con todos ustedes y los que están oyendo por radio: que vamos a aceptar todo lo que diga el Papa en las Naciones Unidas, y que nuestros periódicos no manipulen solamente un aspecto de la noticia… Yo desde ya quiero ser fiel al Papa hasta la muerte, y que lo que diga Juan Pablo II en las Naciones Unidas será para mí también una orientación (30.9.1979).

Yo quiero recordar también el comentario que el mismo papa hizo de su viaje a los Estados Unidos y decirles con qué alegría coincide con lo que hemos estado reflexionando y lo que practicamos en nuestra diócesis: Ha sido un viaje de fe, llevado a cabo sólo para anunciar el evangelio, para consolar a los afligidos. Ha sido también un viaje de paz, amor y fraternidad, que me llevó a la Naciones Unidas. En todos los encuentros que tuve con las multitudes, fui intérprete de su anhelo de justicia y paz en nombre de los pobres, los que sufren, los oprimidos, los humildes y los niños (14.10.1979).

La fe tiene un contenido. Cuando escuchábamos al Papa Juan Pablo II en Puebla me pareció escuchar la síntesis más hermosa del contenido de la fe, cuando él invitaba a los obispos, maestros de la fe, a predicar la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre (22.4.1979).

Cada hombre es un designio de Dios. Me ha gustado mucho lo que Juan Pablo II ha escrito en su primera Encíclica. Sintámonos aquí retratados. Dice el Papa: El hombre tal como ha sido querido por Dios, tal como El lo ha elegido eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria, tal es precisamente cada hombre. El hombre más concreto, el más real. Este es el hombre en toda la plenitud del misterio, del que se ha hecho partícipe Jesucristo. La Iglesia no puede abandonar al hombre, cuya suerte, es decir, la elección, la llamada, el nacimiento y la muerte, la salvación o la perdición, están tan estrechas e indisolublemente unidas a Cristo (24.6.1979).

Me da gusto pensar que la Iglesia que yo predico no es una Iglesia abstracta, por las nubes, sino una Iglesia que peregrina con los pies en la tierra. Es la que en esta semana ha vivido cosas muy bellas. Por ejemplo cuando el Papa, el Domingo de Ramos, dice que no hay que abusar del poder. El Papa que, predicando el Vía Crucis en el Coliseo de Roma, invita a la solidaridad de la Iglesia con los mártires de nuestro tiempo. Tenemos mártires, no lo olvidemos. Son nuestros sacerdotes, nuestros catequistas, nuestros hombres de fe, que -confundiéndolos con acusaciones de subversivos y políticos- los han matado, los han torturado. Sólo Dios sabe la fe por la cual ellos dieron su vida. Respetemos solidaricémonos, como el Papa nos indica, con una Iglesia que trata de ser fiel hasta el martirio, como Cristo Nuestro Señor (15.4.1979).