Nuestra conciencia muere en la orilla (puerto de La Restinga)

Una cámara de la televisión canaria captó el dramático momento. De los otros momentos de otros cientos de migrantes del Mediterráneo y Atlántico no somos tan conscientes, no había cámaras.

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Las aguas arrastraron los restos de los naufragios de tantos migrantes (que no llegaron a nuestras orillas), y el dolor se quedó en un sentimiento, como mucho en un deseo atracado y «amarrado» en el puerto.


Cuatro mujeres, dos niñas de cinco años y una adolescente de 16 murieron en el vuelco del cayuco en el puerto de La Restinga (El Hierro).

Miles de kilómetros de cientos de personas hacinados en un cayuco, que en otros tiempo fuera un medio para ganarse la vida pescando; una travesía de muerte, para que en los último metros una mala maniobra y la desesperación por llegar a tierra (10 días en el mar), se provocara la muerte de 7 personas, sin tener la certeza de si queda alguno más en el mar. En este caso en la barquilla viajaban unas 160 personas y habían zarpado desde Guinea Conakry.

Ilustración de la Asociación cultural Alifa https://www.flickr.com/photos/15692111@N00/3114897585

Con las 7 personas fallecidas también agonizan nuestras conciencias.

Una cámara de la televisión canaria captó el dramático momento. De los otros momentos de otros cientos de migrantes del Mediterráneo y Atlántico no somos tan conscientes, no había cámaras.

Nuestra conciencia muere en el puerto, sin salir al mar... porque no sale a la arena política denunciando las causas de la miseria de los países de origen. Porque en el día a día damos la espalda, personal y ambientalmente ante situación de miles de migrantes empobrecidos.

Nuestra conciencia se ahoga en las aguas del juego político y la manipulación mediática de los menores no acompañados.

Nuestra conciencia se oscurece por no cultivar cada minuto una vida solidaria con los empobrecidos de la tierra, por no tener una mínima conciencia histórica de lo que hemos sido como pueblo, porque la cultura de muerte y del ocio sin medida ha logrado mutar en nuestra humanidad.

¿Cuánto tardaremos en olvidar estas imágenes? o, ¿Qué provocarán o cambiarán nuestra vida en el día a día?

Aylan el niño muerto en la playa

Imágenes como las de Aylan también nos quedaron en la retina. Un niño sirio que el mar había devuelto a la playa, un niño que podía haber sido nuestro hijo, nuestro sobrino o nuestro nieto.

Nos llegó la imagen de Aylan Kurdi, de tres años, fotografiado por la reportera Nilufer Demir. Las agencias recogieron su foto y se expandió por internet, una foto «que se viralizó» de forma inmediata.

La propaganda política funcionó a toda máquina. Todos prometieron medidas urgentes para acabar con el drama y todos dijeron «nunca más».

Sobre el terreno, las palabras se las llevó el viento ese mismo día. En las playas de Kos, la isla donde pretendía llegar el padre de Aylan con su familia, después de dos intentos frustrados por la frontera terrestre, no había ni un sólo agente de la autoridad griega, ni un sólo barco de rescate.

Pero también se han olvidado el resto de años desde la muerte de Aylan. Las políticas europeas han sido las de levantar más muros, o las de pagar a otros países por «contener» a los migrantes en campos de refugiados o en sus fronteras.

Las aguas arrastraron los restos de los naufragios de tantos migrantes (que no llegaron a nuestras orillas), y el dolor se quedó en un sentimiento, en una pena fugaz, o como mucho en un deseo atracado y «amarrado» en el puerto.

 

Redacción solidaridad.net