Nuestra opulencia es la sangre de los pobres y hambrientos de la humanidad

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No podemos conformarnos con un mundo en el que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos, son oprimidos, están sin trabajo, viven la esclavitud. Por eso muchas personas de buena voluntad se han comprometido a defender la vida en cada momento, a hacer que este mundo sea más habitable para todos. “No hay peor esclavitud que la de la mentira, hay que libertar la conciencia del pueblo diciendo la verdad,” gritaba Unamuno, y continuaba: “Ahora bien, la verdad que hay que decir no es una verdad cualquiera, sino aquello que se hace necesario proclamar; es preciso decir en cada momento las verdades que los demás callan por no ser racional ni razonable decirlas.” Por vergüenza y solidaridad con los hambrientos de la tierra debemos empezar a decir estas grandes verdades.

“Cada arma que se fabrica, cada barco de guerra fletado, cada cohete lanzado, significa al final un robo para aquellos que pasan hambre y no son alimentados, para aquellos que tienen frío y que no tienen con qué vestirse”, dijo el presidente Eisenhower a mediados del siglo pasado. Cincuenta años más tarde, la ONU calcula que el gasto militar mundial asciende a 950.000 millones de dólares, 50.000 millones más que el año pasado. El presupuesto armamentístico se incrementa mientras los grandes problemas de pobreza, hambre, educación y salud siguen sin resolver.

La cuarta parte de la población mundial, 1.200 millones de personas, sobreviven con menos de un dólar al día, y otros 1.800 millones con menos de 2 dólares. El precio de un solo destructor —buque de guerra de elite— supone el gasto para la electrificación de ciudades y zonas rurales con una población de 9 millones de personas.

Kevin Carter fue un fotográfo free-lance que trabajo para Reuter y Sygma Photo NY y en 1994 ganó el premio Pulitzer de fotografía por esta foto en la que se ve a una niña sudanesa que agoniza por el hambre mientras un buitre espera pacientemente a que salga de su pequeño cuerpo el último suspiro. Él sólo estaba allí e inmortalizó el momento con su cámara, pero meses después de tomar la fotografía y ganar el premio se suicidó. Los remordimientos de conciencia por no haber hecho nada por la niña, fueron más fuertes que su profesionalidad

Más de 3.500 millones de personas pasan hambre y más de 400 millones de niños son esclavos, mientras que una bala cuesta lo mismo que un litro de leche. El precio de un tanque moderno equivale al presupuesto anual de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación)

En materia de educación, con 8.000 millones de dólares adicionales al año, el equivalente al gasto militar mundial de cuatro días, podría garantizarse el acceso a la escuela para todos los niños del mundo durante diez años. El adiestramiento de un soldado de guerra cuesta al año 64 veces más que educar a un niño en edad escolar.

Cada día mueren en el mundo más de 30.000 niños por causas que se podrían prevenir como la deshidratación o las diarreas. Un caza supersónico que dejara de construirse aportaría el dinero necesario para poner en funcionamiento 40.000 consultorios de salud.

Mientras el 25% de los científicos del mundo se dedican a la investigación militar, hay enfermedades que aún no tienen cura o cuyas vacunas son ineficaces. Es el caso de la vacuna contra la tuberculosis, hallada en los años 20. La enfermedad se lleva dos millones de vidas cada año pero no se realiza una investigación en este campo desde la década de los sesenta. El SIDA afecta a 40 millones de personas, aún no tiene cura, y el acceso a medicamentos antirretrovirales, los únicos eficaces, es demasiado costoso para los países donde más lo necesitan.

A finales de enero de 2005, el gasto de Estados Unidos en la guerra de Iraq superó los 150.000 millones de dólares. El National Priorities Proyect, una organización norteamericana dedicada a dar a conocer la asignación del gasto público en su país, denuncia que este mismo dinero hubiera bastado para financiar vacunas básicas para todos los niños del mundo durante 50 años. Habría costeado por completo las medidas de la campaña de erradicación del hambre durante seis años. Invertido en educación primaria, habría garantizado el primer año de escuela de 20 millones de niños.

Desde la creación de las Naciones Unidas se ha reconocido que el desarme y el desarrollo son dos cuestiones vitales para la comunidad internacional. En 1987, cuando los gastos militares superaron el billón de dólares, se celebró la Conferencia Internacional sobre la Relación entre el Desarme y el Desarrollo. En el Documento Final, los Estados miembros se comprometieron a adoptar medidas concretas «para reducir el nivel y la magnitud de los gastos militares, lo que, además de constituir un camino hacia el desarme, sería un medio para reasignar recursos adicionales al desarrollo social y económico, especialmente de los países en desarrollo». Después de varios años de reducción, en 1997 los gastos militares mundiales comenzaron a incrementarse de nuevo hasta alcanzar la cifra actual de 950.000 millones de dólares.

La comunidad internacional se ha comprometido en muchas ocasiones a afrontar los grandes desafíos del hambre, la pobreza extrema, la educación, el medioambiente o la salud; todo ha sido retórica mientras se sigue saqueando la riqueza del Tercer Mundo. Provocamos y mantenemos guerras a las que suministramos armamento.

En definitiva vivimos bajo un sistema que con una mano roba lo que con la otra presta a sus víctimas: cuanto más pagan, mas deben. Cuanto más venden, menos cobran. El FMI y el BM nacen al finalizar la II Guerra Mundial, como instrumentos del imperialismo vencedor, para imponer los tributos a su imperio, que aspiraba y aspira, a que abarque toda la Tierra. Como consecuencia, a través de la imposición de su política económica, va generando Deuda Externa que pone en manos del FMI y el Banco Mundial. En 1997 se abonaron en concepto de pago de la Deuda Externa, 40 billones de pesetas a países del Norte, bancos privados, FMI y BM; y en es mismo periodo, la Ayuda Oficial al Desarrollo total ascendió a cerca de 7,5 billones de pesetas, menos de una quinta parte de dinero devuelto por los países deudores, según el economista Joaquín Estefanía.

Debemos recordar al Señor Zapatero, ante la canallada de prometernos el 0,7 del Producto Interior Bruto en ayuda al Tercer Mundo si es reelegido para un segundo mandato, que cuando se roba a los empobrecidos entre el 25 y el 40% de nuestra riqueza, no valen «cerosietes»; eso solo vale para tranquilizar nuestra conciencia y seguir robando.

La mayor de todas la guerras

En el transcurso del siglo pasado, miles de jóvenes eran convocados en reuniones masivas para aprender a odiar y para combatir los unos contra los otros. Millones de personas vivieron el infierno de las guerras mundiales, los campos de concentración. Hoy en pleno siglo XXI no podemos callar de nuevo, no podemos ser cómplices con nuestro silencio de los nuevos campos de exterminio. Hoy existen millones de personas en campos de exterminio por hambre, que son técnicamente suprimibles si lo quisiéramos. No podemos silenciar este genocidio silencioso, el mayor escándalo que tiene hoy la humanidad.

Es necesario no silenciar la mayor de todas las guerras, la mayor amenaza para la PAZ, que provoca cada día la muerte de 100.000 personas. Se trata del asesinato por HAMBRE . Una guerra con causas políticas y económicas que permite una sociedad opulenta y consumista de la que también los europeos participamos. En esta guerra todos somos solidariamente responsables. Unos por opresores y otros por oprimidos…

Ziegler Jean, relator especial de la comisión de derechos humanos de la ONU, afirma: “Hay hambre en el mundo porque impera un sistema asesino; el capitalismo especulativo mata cada día a 100.000 personas de hambre en el mundo. Antes del capitalismo también había hambre pero era una fatalidad: no tenía solución. Hoy sí la tiene. Hoy hay superabundancia de alimentos. ¡el hambre es remediable!. Lo dice la FAO: La agricultura mundial permitiría alimentar a 12.000 millones de personas ¡el doble de la actual población del planeta!”

Más de 200 premios nobel han declarado lo que nuestros diputados cínicamente no quieren reconocer:

“Un holocausto sin antecedentes, cuyo horror abarca en un único año todo el espanto de las matanzas que nuestras generaciones han conocido en la primera mitad de este siglo, está actualmente en proceso de realización y desborda cada día más, a cada instante que pasa, el perímetro de la barbarie y de muerte no solamente en el mundo sino también en nuestras conciencias». Y continúan: “Todos los que contemplan, anuncian y combaten este holocausto están absolutamente de acuerdo en señalar a la POLÍTICA como la causa principal de esta tragedia”.

Decía Juan XXIII que todos éramos responsables de los hambrientos y “por eso es menester educar la conciencia en el sentido de la responsabilidad que pesa sobre todos y cada uno, particularmente sobre los más favorecidos”. Y Juan Pablo II nos hablará de un mundo imperialista donde los pueblos del Sur juzgaran a los pueblos del Norte. Y juzga esta situación de ceguera fratricida: “¿Cómo juzgará la Historia a una generación que cuenta con todos los medios necesarios para alimentar a la población del planeta y que rechaza el hacerlo por una ceguera fratricida ?… ¡ Que desierto sería un mundo en el que la miseria no encontrara las respuesta de un amor que da la vida!»

El hambre ya afecta al 82% de la humanidad; hay más de 400 millones de niños esclavos; 1500 millones de personas están en paro y más de 2000 millones de personas no tienen acceso al agua potable.. El hambre tiene solución, pero no hay voluntad política para erradicarlo porque los ciudadanos no lo exigimos. Ninguno de los grandes poderes del mundo quiere acabar con esta canallada. ¡Alcemos nuestra voz en solidaridad con los empobrecidos!

Las palabras de José Luis Sampedro, Catedrático de Estructura Económica, expresan una gran verdad: “A nuestros abuelos el hambre podía suscitarles solamente compasión y caridad, pero no les creaba angustia puesto que la consideraban natural e inevitable. A nosotros nos la presentan como técnicamente suprimible y por eso ha de llevarnos al asombro, la indignación y la rebeldía.» Los pobres esperan nuestra lucha solidaria por un mundo más justo y fraterno. Como dice el poeta Neruda: ¿Quiénes son los que sufren? No sé, pero son míos. Ven conmigo / No sé, pero me llaman y me dicen: «Sufrimos». Ven conmigo./ Y me dicen: «Tu pueblo, tu pueblo desdichado, entre el monte y el río, con hambre y con dolores, no quiere luchar solo, te está esperando, amigo».

El camino es la solidaridad que remedie las causas estructurales del hambre y la miseria, y el campo de la solidaridad con los hambrientos es hoy el campo de la política.