«Oro de sangre» en El Callao: Niños sin escuela en medio de la violencia y la corrupción

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En la ciudad de El Callao, en el sur de Venezuela, decenas de niños cambian la escuela por minas a cielo abierto en busca de oro que ayude a aliviar la pobreza de su familia. Según activistas de derechos humanos, excavar la tierra comienza como un juego, pero rápido se transforma en explotación.

Sentados en charcos de lodo, tres menores mueven bateas -bandejas de madera utilizadas en la minería artesanal- en busca de pepitas de oro que se adhieren al mercurio, contaminante y nocivo para la salud. En las minas de El Callao en el estado de Bolivar en Venezuela, los niños sufren esclavitud y violencia.

La corrupción y la acción de los grupos criminales sobre las personas y representantes públicos somete por la fuerza a todo lo que se mueve en torno a la «fiebre del oro». Los pranes venezolanos controlan desde las cárceles e inyectan en el aparato los sobornos necesarios.

En diciembre de 2022, el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), organización defensora de los derechos humanos de las personas privadas de libertad, aseguró que los pranes, como son conocidos los cabecillas de bandas que operan desde las cárceles del país, manejaban anualmente alrededor de 4 millones de dólares. 

En medio de la peor contracción económica que ha sufrido Venezuela, con una caída estrepitosa en la producción de petróleo, principal fuente de divisas, una hiperinflación que lleva dos años azotando a los venezolanos y altos niveles de corrupción, el mandatario Nicolás Maduro ha subsistido refugiándose en la venta del oro, un metal precioso que es extraído de las profundidades del suelo venezolano y que esconde tras su brillo baños de sangre, deforestación y corrupción

Carlos Trapani, coordinador general de la ONG local Cecodap, defensora de los derechos de niños y adolescentes, explica que el trabajo infantil en las minas del sur de Venezuela se desarrolla bajo «las peores condiciones». «Han normalizado condiciones en las que los niños están evidentemente en riesgo, no solo de accidentes o enfermedades endémicas, sino que también son vulnerables a otras formas de violencia como explotación y abuso sexual», denuncia. Un millón de niños trabaja en estas minas en esta zona, según cifras de la Universidad Católica Andrés Bello.

Gracias a su pequeño tamaño, los chicos se encargan de medir en hoyos para picar. Trabajan en cuclillas, sin camisa y rodeados de barro buscando oro para luego venderlo.

Muchos de los niños aparecen muertos o descuartizados, por represalias o por intentar llevarse algún gramo de oro en los bolsillos.