Pandemia X (XII) Hacia un Nuevo Sistema Totalitario Global. Se aceleran las tendencias

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La gran línea estratégica de esta “gran transformación” se puede expresar como la ruptura, destrucción, degradación de las estructuras solidarias que conforman al ser humano convirtiendo a este a un individuo aislado y fragmentado desde el cual levantar el nuevo orden institucional

Cada día más cerca del Gran Hermano

Ya hay mucha información que nos puede dar pistas de lo que se nos viene encima: los certificados sanitarios en Alemania; el sistema de puntuación social de China; la vacunación obligatoria en Dinamarca; los microchips subcutáneos de Suecia; la Identidad Digital Universal; el levantamiento del secreto en la geolocalización; el reconocimiento facial biométrico[1], los códigos personales QR, las aplicaciones móviles biométricas… También transformaciones estructurales en el mundo laboral, educativo, sanitario, en el transporte que están transformando la realidad social silenciosa e implacablemente.

Y sobre todo lo que los expertos llaman la disonancia cognitiva general. Es decir, a pie de calle, realmente no se sabe que es lo que sucede: los datos oficiales dicen una cosa; los medios de comunicación dicen otra; no hay una fuente fiable de información científica. El objetivo es sembrar el miedo, la incertidumbre y el caos para poder seguir implementando nuevas medidas que apuntalen la “nueva normalidad totalitaria” que básicamente se resume en un control cuantitativo y cualitativo de la población. Control que en el caso de muchos países, como España, incluye un desastre económico que pone en manos de los fondos de inversión ( todos “buitre”) sectores enteros de la economía a precio de saldo.

El virus existe y los cientos de miles de muertos existen también. La situación de los países empobrecidos es un genocidio en toda regla. Los sectores sociales más bajos y vulnerables de los países enriquecidos constituyen también las primeras y mayoritarias víctimas. Se podría hablar tranquilamente de que ha sido declarada una guerra total contra la población, especialmente contra la población más pobre.

Se aceleran las tendencias totalitarias que ya existían en el neocapitalismo.

Desconocemos realmente todavía el origen del virus y como se ha llegado a convertir en una “pandemia global”, pero es cierto que la misma está sirviendo como instrumento para acelerar una serie de procesos de naturaleza totalitaria que ya se apuntaban anteriormente.

El neocapitalismo digital nacido antes de la crisis vírica mostraba ya tendencias totalitarias que ahora se han implementado a una velocidad inusitada desde el punto de vista de la aceptación social. Este nuevo sistema totalitario parte de las bases del modelo neocapitalista anterior que ya había sido superado por integración/elevación. Las crisis anteriores desde los años 90 del siglo XX han ido poniendo las bases institucionales y estructurales de un nuevo sistema hiper-capitalista global que necesita liquidar los restos que le estorban de la fase capitalista anterior: el estado-nación como sujeto formal de soberanía; la clase media industrial y de servicios en los países desarrollados; el modelo social de familia burguesa básicamente cooperativa de egoísmos; el empleo estable en los países enriquecidos…

Los que, denunciando esta tendencia globalista, se siguen refugiando en modelos capitalistas anteriores donde disfrutaban de privilegios ilegítimos, ahora volatilizados, no tienen fuerza moral frente a este nuevo sistema hipercapitalista totalitario. Las etapas anteriores del capitalismo que estos sectores añoran fueron fases necesarias para el nacimiento de este nuevo sistema que ahora repudian. El capitalismo anterior (liberal o comunista), básicamente nacido después de la II Guerra Mundial, se apoyaba estructuralmente sobre la explotación y dominación del Tercer Mundo, es decir del 80% de la humanidad. Y sobre esta base de injusticia estructural, que sigue asesinando a 100.000 personas diarias de hambre, se levantó el bienestar consumista de las sociedades opulentas del llamado Norte enriquecido que ahora se reivindica desde populismos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda.

 

Degradación y destrucción de la naturaleza solidaria del ser humano

La gran línea estratégica de esta “gran transformación” se puede expresar como la ruptura, destrucción, degradación de las estructuras solidarias que conforman al ser humano convirtiendo a este a un individuo aislado y fragmentado desde el cual levantar el nuevo orden institucional:

  • Negación de la dimensión religiosa del ser humano absolutizando el poder político del estado-mercado neocapitalista. Confirmación de una religión secular que se cree capaz de conseguir la perfección humana y social mediante la tecnología. Negación del sentido transcendente de la existencia.
  • Destrucción del concepto de naturaleza humana como dato objetivo que tiene inscrito un mensaje ético absoluto. Se favorece con ello la dictadura del relativismo que permite la dominación/explotación de los poderosos contra los débiles. Se impone un reduccionismo tecno-biologicista del ser humano. El concepto de dignidad sagrada del ser humano salta por los aires. La sociedad acepta una pseudocultura tecnocrática, transhumanista/ posthumanista que “cree” y quiere hacernos creer que la naturaleza humana es moldeable hasta hacer que la propia especie llegue a mutar.
  • Ataque sistemático al matrimonio y a la familia como escuela de vida, amor y solidaridad dejando a la persona aislada y fragmentada sin los vínculos fundantes y fundamentales (filiación, fraternidad, paternidad, maternidad, amistad y solidaridad) que le permiten desarrollarse plenamente. Como consecuencia se desarrollan individuos narcisistas, dependientes, adictivos y fácilmente manipulables.
  • Consolidación del Hipercapitalismo digital. Crecimiento exponencial de la dictadura del capital contra el trabajo. Degradación y explotación del mundo del trabajo favoreciendo la autoexplotación, la esclavitud, el descarte social y sobre todo la destrucción de la dimensión profesional de la vocación humana que permiten la independencia de la persona y por tanto la formación de una familia y un hogar que den solidez a una militancia por la justicia.
  • Imposición manipulativa de una ideología tecnocrática que anula la necesidad/responsabilidad política personal y colectiva por el Bien Común sustituyéndola por un determinismo tecnológico automático que solo cabe aceptar. La Comunidad Política queda reducida a escombros.

Del estado de “alarma” al estado de “excepción”. ¿Un golpe de estado?

Juan Manuel de Prada afirma que se ha producido un auténtico golpe de estado político y antropológico.

…, al cobijo del estado de alarma decretado por la patulea que nos gobierna, se está perpetrando un golpe de Estado. Y, en efecto, es cierto que estos bellacos se han arrogado facultades más propias del estado de excepción que del estado de alarma. Es cierto también que, aprovechando intempestivamente la emergencia sanitaria, han modificado la regulación de los servicios secretos. Es cierto, asimismo, que se ha suprimido de un plumazo el control parlamentario, Pero la atención sobre este hipotético golpe de Estado político no debe distraernos del más amedrentador golpe de estado antropológico que se está produciendo ante nuestros ojos y ante nuestra pobre alma hecha fosfatina. A nadie se le escapa que el estado de alarma está propiciando un acongojante experimento de disciplina social en el que el Estado Leviatán se erige en fiscalizador despótico no sólo de nuestros movimientos, sino también de nuestras emociones y pensamientos, que han sido regulados y estabulados de modo aplastante, hasta convertirnos en un rebaño egoísta y desalmado que sale cínicamente a los balcones a aplaudir a médicos y asistentes sanitarios (en lugar de rebelarse contra unos gobernantes perversos que los empujan a la muerte sin procurarles protección), o que presume de cívico quedándose en casa (mientras otros menos afortunados producen y distribuyen a cambio de un salario ínfimo y con gran riesgo de su vida los alimentos que zampamos)…. Tanta abyección no sería, sin embargo, posible si entretanto no se hubiese adelgazado nuestra condición humana, hasta hacerla casi reptiliana. Resulta pavoroso comprobar cómo el rasgo civilizatorio más característico (la reverencia ante la muerte y ante los muertos) ha sido abolido por completo, de la forma más expeditiva y atroz, sin que nadie rechiste. Los enfermos de coronavirus mueren en soledad, aislados de sus familiares, sin recibir consuelo espiritual alguno, y son entregados a la tierra o al fuego devorador como si fuesen muebles desencolados.[2]

Duras palabras, pero no menos duras que la realidad. Ni siquiera sabemos el número real de muertos. Y sobre todo ha quedado de manifiesto la debilidad de las sociedades opulentas de occidente machacadas por un neocapitalismo global que ha triturado su espíritu.

Por otro lado, Albert Cortina nos plantea la configuración de un nuevo orden mundial.

Al drama sanitario le seguirá la depresión económica, el colapso del sistema financiero actual, la explosión  social y tal vez, a modo de una «tormenta perfecta», esta situación nos pueda conducir a la intensificación de la presente guerra mundial híbrida, es decir, a un conflicto armado global que mezclaría tácticas de guerra convencional (sin descartar el uso de las armas nucleares), la guerra irregular y la ciberguerra, junto con las fake news y el uso de las últimas tecnologías disruptivas a través de las cuales la influencia y el control absoluto sobre la población resultarían vitales …. El Nuevo Orden Mundial necesitaba una crisis sistémica como esta para poder implementarse con mayor celeridad y extensión, y la pandemia -sea o no de «falsa bandera»- ha sido el detonante perfecto. ….. Algunos globalistas acarician la idea que el control de la población a través de una eugenesia liberal, o la reducción del número de habitantes en el planeta, sería la solución definitiva a la emergencia climática y a la crisis ambiental. [3].

 En el espejo del modelo asiático

Tras las explosión y control de la pandemia en China, Corea, Singapur, Hong Kong, Taiwan y tras el desastre de los países occidentales incluida Sudamérica se nos está proponiendo un modelo social asiático, confucianista, totalitariamente aceptado por la sociedad basado en un control digital de la población.

El filósofo Byung-Chul Han afirma que la conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente.

En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus, los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital.

Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas. [4]

 China ha introducido un sistema de crédito social que permite una valoración o una evaluación exhaustiva de los ciudadanos. Cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan puntos. En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial.

En China es posible esta vigilancia social porque se produce un irrestricto intercambio de datos entre los proveedores de Internet y de telefonía móvil y las autoridades. Prácticamente no existe la protección de datos. En el vocabulario de los chinos no aparece el término “esfera privada”. Toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia, según ellos. Cuando alguien sale de la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles.

Una guerra fría no declarada

La UE emerge como la gran derrotada de esta crisis. Su unidad se ha puesto una vez más al borde al abismo y realmente a estas alturas no se sabe si aguantará el golpe. Su tradición cultural es contraria a la cultura asiática pero como ha dicho Macron: «Muchas certezas y creencias desaparecerán. Muchas cosas que pensábamos imposibles están pasando»[5].

Henry Kissinger, que fue Secretario de Estado de la Administración Nixon, cree que los gobernantes deben comenzar a prepararse para la transición a un orden mundial nuevo tras el coronavirus.  Aunque el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, habla de cooperación entre las grandes potencias para vencer al virus, lo cierto es que parece que los tiros van por otro lado. La pandemia se ha convertido en una competición por el liderazgo global.

Ya son muchos los que defienden que el modelo oriental ha ganado la globalización. Se trata de una guerra fría no declarada que llevaba tiempo fermentando y muestra su faz verdadera a la dura luz del Covid-19[6]. China va a ser capaz de vender su estado policial digital como modelo de éxito frente a la pandemia. En occidente los votantes, atraídos por ideas relacionadas con la seguridad de sus comunidades, podrían estar dispuestos a sacrificar sus libertades. El coronavirus va a acelerar un cambio de tendencia en el ejercicio de poder e influencia desde occidente a oriente[7].

Muchos en la izquierda europea, entre ellos el filósofo esloveno Slavoj Žižek, temen también un contagio del autoritarismo y predicen que llegará a occidente “una nueva barbarie de cara humana -medidas despiadadas encaminadas a la supervivencia, aplicadas con una mezcla de arrepentimiento y simpatía, pero legitimadas por las opiniones de los expertos”

El filósofo Yuval Noah Harari vocero del globalismo hipercapitalista conecta perfectamente con el nuevo totalitarismo al defender una especie de cooperación de los poderosos basada en la supuesta capacidad técnica [que no moral]de una élite de expertos que sí podría moverse libremente por el planeta mientras los demás debería estar más o menos confinados.

Podría argumentar que no hay nada nuevo en todo esto. En los últimos años, tanto los gobiernos como las corporaciones han estado utilizando tecnologías cada vez más sofisticadas para rastrear, monitorear y manipular a las personas. Sin embargo, si no tenemos cuidado, la epidemia podría marcar un hito importante en la historia de la vigilancia. No solo porque podría normalizar el despliegue de herramientas de vigilancia masiva en países que hasta ahora las han rechazado, sino aún más porque significa una transición dramática de la vigilancia «sobre la piel» a «bajo la piel»….

…Otro requisito es llegar a un acuerdo global sobre viajes. Suspender todos los viajes internacionales durante meses causará enormes dificultades y obstaculizará la guerra contra el coronavirus. Los países necesitan cooperar para permitir que al menos un goteo de viajeros esenciales continúe cruzando fronteras: científicos, médicos, periodistas, políticos, empresarios. Esto puede hacerse alcanzando un acuerdo global sobre la preselección de los viajeros por su país de origen. Si sabe que solo los viajeros cuidadosamente seleccionados fueron permitidos en un avión, estaría más dispuesto a aceptarlos en su país”.  [8]

Conclusión

Estamos asistiendo a una “gran transformación” integral que está reestructurándolo casi todo. El control de población (cuantitativo y cualitativo) integral que se deriva de las anteriores dimensiones descritas supondrá una nueva etapa en la historia de la humanidad que podría alterar incluso el concepto la naturaleza humana.

El poder global de este Nuevo Orden Mundial se estructuraría en diferentes niveles:

  • El núcleo duro va a estar formado por las grandes empresas tecnológicas globales -occidentales y chinas- y los fondos financieros de inversión que participan en todas las estructuras del poder (mediático, económico, político).
  • Junto a este núcleo duro se apalanca la llamada sociedad civil neocapitalista formada por una red institucional público-privada supranacional (fundaciones, ONGs, alianzas, fondos, mecanismos,…) que gestiona la intervención de toda una “diplomacia global filantrópica” y que dispone de un poder financiero enorme proveniente de las donaciones privadas del vértice capitalista y también recursos públicos usurpados por los gobiernos de los estados-nación previamente “cooptados” por el gran núcleo del poder hipercapitalista.
  • Finalmente, el tercer nivel lo forma el tradicional poder político nacional e internacional totalmente subordinado al núcleo primario y cuya importante misión es hacer legalmente posible sus exigencias. Esto no es nuevo. El Estado moderno siempre ha sido la estructura legal necesaria que aportara seguridad jurídica, política, policial y militar al capital.

De un lado se ha ido constituyendo una élite con ingresos óptimos, salud óptima, seguridad optima que podría moverse por el planeta libremente. Por otro lado, la gran masa de población estaría segmentada corporativamente y tendría diferentes restricciones de todo tipo: sanitarias, de movilidad, crediticias, laborales…. La brecha de la desigualdad se está convirtiendo en un abismo. El descarte y la esclavitud, en la condición de la inmensa mayoría. Tal vez tardemos en aceptar “formalmente” una dictadura pero, como ya hemos apuntado, si la mayoría de la población va aceptando estas restricciones en base al supuesto “interés general”, no es algo difícil de imaginar.

De momento, no nos hemos resignado. La pregunta que nos hacemos es sencilla, pero exige una respuesta: Ante este panorama, ¿qué vamos a hacer? No querer planteársela ya es una opción.

Carlos Llarandi y Alberto Mangas

[1] Este tipo de tecnología no se limita al este de Asia. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recientemente autorizó a la Agencia de Seguridad de Israel a desplegar tecnología de vigilancia normalmente reservada para combatir a los terroristas para rastrear a los pacientes con coronavirus. Cuando el subcomité parlamentario pertinente se negó a autorizar la medida, Netanyahu la aplicó con un «decreto de emergencia». Yuval Noah Harari: the world after coronavirus

[2] Golpe de estado antropológico

[3] Confinamiento global

[4] La emergencia viral y el mundo de mañana

[5] El nuevo orden mundial tras el coronavirus: el debate soterrado de la geopolítica ya ha empezado

[6] Michel Duclos, exembajador de Francia, hoy en el Instituto Montaigne

[7] Stephen Walt, teórico de las relaciones internacionales de la Universidad de Harvard

[8] Yuval Noah Harari: the world after coronavirus