Paremos las guerras, paremos la guerra

"La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”

382

En su libro Utopía Santo Tomás Moro nos dice: “cuando se ha declarado una guerra, mandan secretamente que se fijen en país enemigo muchos carteles…, por los cuales se ofrecen grandes sumas a quién dé muerte al Príncipe contrario… Los premios se ofrecen doblados si en vez de darles muerte los entregan vivos”. Sin embargo, fuera de esta república imaginaria que Santo Tomás llamó Utopía, los que mueren son siempre el pueblo. Decía el poeta y ensayista francés Paul Valéry “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”.

Opinamos sobre la vida o muerte de los que sufren la guerra, sin saber que piensan los afectados. Por ejemplo, en esta guerra de Ucrania, como en todas, se invierten cantidades ingentes de dinero para sostener armamento y ejército, gentes de pueblo para luchar contra otra gente del pueblo. En esta guerra las estimaciones son entre 200.000 y 600.000 muertos, si todas estas víctimas hubieran tenido posibilidad de elegir ¿Qué hubieran dicho?

Estamos llamados a luchar por la vida no por la muerte.

Nos muestran imágenes seleccionadas de soldados en el campo de  batalla. La realidad de la mayoría de estos soldados, muchos de ellos obligados a ir al frente, es más bien otra. Cuando en la II Guerra Mundial los EE.UU. realizó una encuesta incluida en un estudio oficial sobre el rendimiento de las tropas estadounidenses en combate reveló qué ¼ parte de los soldados reconocieron haberse orinado y una octava parte haberse defecado encima; entre los que experimentaron combate intenso, las proporciones ascendían a la mitad y a la cuarta parte respectivamente. Estamos llamados a luchar por la vida no por la muerte.

En cambio, nuestros dirigente de la UE en bloque han dado un paso más en esa política de rearme y de confrontamiento, destinando 800.000 millones de euros a ese fin, en un intento de construir una superpotencia militar ante la supuesta “amenaza” rusa, bajo el pretexto de una falsa solidaridad con el pueblo ucraniano, llamando a la guerra fortalecer la paz. La mayoría de los medios de comunicación, progresistas, conservadores, están situados en esta dramática línea.

Están acordando que todos nos endeudemos para sostener esta guerra, una decisión muy grave que nadie nos ha consultado, sobre todo cuando hay potencias nucleares por medio. En Ucrania ya se están reclutando jóvenes de 18 años para seguir manteniéndola. ¿Estarían dispuestos los que no están metiendo en esta guerra sin sentido que sus hijos fueran?, ¿estaríamos dispuestos nosotros a que nuestros hijos, hermanos,… fueran a la guerra?

Toda guerra es un fracaso y una tragedia. El objetivo debería ser presionar para que la paz sea lo más justa posible y ayudar a la reconstrucción solidaria de Ucrania. Como nos decía el papa Francisco “diálogo en lugar de las armas, a perdonar aunque sea difícil» y el instinto sea «responder a un puñetazo con otro puñetazo». En el documento Dignidad Infinita se nos recordaba “Incluso reafirmando el derecho inalienable a la legítima defensa, así como la responsabilidad de proteger a aquellos cuya existencia está amenazada, debemos admitir que la guerra siempre es una derrota de la humanidad”.

Pongamos nuestros medios a la construcción de la paz y la fraternidad, y no a engordar las finanzas de este capitalismo que se alimenta del negocio y la especulación aunque sea a costa de vidas humanas. Si queremos la paz, preparemos la paz. Por tanto, paremos las guerras, paremos esta guerra.

Carmelo Mármol