PARMALAT, OTRA EMPRESA BRIBONA

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Tanto neoliberalismo da a las compañías la falsa sensación de que la única barrera para sus delictivos manejos es la posibilidad de ser descubiertas. Cuando estalló el escándalo de la empresa norteamericana Enron en invierno del 2001, los europeos, desde una supuesta superioridad moral, nos escandalizamos de la corrupción del capitalismo norteamericano. Un año después se descubrió que la empresa holandesa Ahold y la francesa Vivendis habían caído también en prácticas corruptas. Recientemente, una empresa italiana de productos lácteos Parmalat, ha causado un nuevo escándalo. El Financial Times, en su editorial del 22 de diciembre, la califica como la ´Enron de Europa´. …

Por Luis de Sebastián. Catedrático de Economía

Cuando estalló el escándalo de la empresa norteamericana Enron en invierno del 2001, los europeos, desde una supuesta superioridad moral, nos escandalizamos de la corrupción del capitalismo norteamericano. Un año después se descubrió que la empresa holandesa Ahold y la francesa Vivendis habían caído también en prácticas corruptas. Recientemente, una empresa italiana de productos lácteos Parmalat, ha causado un nuevo escándalo. El Financial Times, en su editorial del 22 de diciembre, la califica como la «Enron de Europa». Todo comenzó hace unas pocas semanas, cuando Parmalat, una empresa familiar (su fundador y presidente, Calisto Tanzi, posee la mitad de las acciones) de productos lácteos, con una facturación anual de 7.600 millones de euros, se declaró incapaz de amortizar bonos por valor de 150 millones de euros. La inesperada crisis de liquidez llevó a descubrir la compleja, ficticia, y en definitiva ilegal estructura financiera que se había montado sobre las operaciones de una simple empresa de productos lácteos. Sus acciones se hundieron y el presidente no tuvo más remedio que dejar su puesto a un consultor financiero, Enrico Bondi, quien se encargaría de medir y hacer público el enorme agujero que se había abierto en las finanzas de la empresa familiar.

EL AGUJERO se calcula en unos 10.000 millones de euros, una pérdida superior al valor de la facturación anual. ¿Cómo ha sido posible? Basta desviar dinero de la empresa a otros usos sin que aparezcan en los documentos legales de contabilidad que todas las empresas tienen que mostrar a los inversores y a las autoridades. Una empresa grande conocida internacionalmente, con unas acciones que se portan bien en la bolsa de valores, a las que las agencias de rating confieren el «grado de inversión», es una máquina formidable de conseguir dinero. Una tal empresa tiene un crédito prácticamente ilimitado con los bancos. Tiene una gran capacidad de colocar nuevas acciones en el mercado, aunque esta operación tiene un límite lógico (para no aguar las que ya circulan en él) Además, con la ingeniería financiera se han encontrado formas de conseguir liquidez sin aumentar el número de acciones. Por ejemplo, por medio de los bonos basura, que emite la empresa a un elevado tipo de interés (superior al de los bonos del tesoro) porque tienen más riesgo.

Parmalat obtuvo de los mercados de bonos ingentes sumas de dinero con este tipo de activos, sin que nadie se extrañara de la cantidad y frecuencia con que la empresa acudía a los mercados. Luego están los derivados financieros, que pueden ser simples opciones a los ingresos de la empresa, que se compran y se venden, como las acciones y los bonos.

De la forma que sea, Parmalat consiguió en los mercados grandes sumas de dinero que no se destinaron simplemente a ampliar las operaciones productivas de lácteos, sino que fueron a financiar otros negocios, empresas subsidiarias, inversiones especulativas, depósitos en paraísos fiscales, y, como se ha sabido, a la bolsa del señor Tanzi y su familia.

ESTAS FUGAS de dinero, que para la empresa eran pérdidas, se disimularon y se ocultaron a empleados, inversores y autoridades fiscales por medio de las diversas prácticas de contabilidad creativa, que disfrazan la situación real y presentan a los accionistas cuentas falsas. Para ello, naturalmente, Parmalat, como todas las demás empresas bribonas, tuvieron que contar con la asesoría de abogados, contables y auditores, la credulidad de auditores y agencias de rating, la desidia de las autoridades, y la avaricia de los inversores. Todos los implicados están bajo los focos de la justicia.

Ahora, como en la empresa están en juego la supervivencia de 35.000 familias de empleados, el Estado no tiene más remedio que intervenir con dinero público, para reparar los daños que pueda. El consenso social que existe para que el Estado intervenga en estos casos, le da derecho a regular el funcionamiento de ésta y todas las empresas que siguen, o puedan seguir, conductas semejantes. Tanto neoliberalismo oficial ha dado a las empresas la falsa sensación de que no hay más barreras para sus manejos financieros que la posibilidad de ser descubiertos. La avaricia rompe el saco y el señor Tanzi ha comenzado el año 2004 en la prisión de San Vittore en Milán.