No nos cansaremos de pedir la desaparición de las Organizaciones Internacionales si éstas no cumplen con los fines para los que dicen haber nacido.
NO es de recibo -esto ya lo hemos denunciado unas mil veces- que una organización como la OIT “venda” como un logro significativo la reducción de un 10% de la explotación laboral de los niños. Cuando además sus informes reconocen lo poco riguroso de sus datos. Lo que se proponen además como objetivo más inmediato (10 años más) es acabar con lo que llaman eufemísticamente “las peores formas de trabajo infantil”. Bien saben ellos que de lo que están hablando es de gravísimos delitos que cualquier legislación debería perseguir sin más apaños.
La abolición total de la esclavitud infantil será imposible mientras no luchen, a riesgo de que los poderosos la excluyan de sus presupuestos, contra el paro y la precariedad laboral impuesta a los adultos, contra los salarios de hambre, los contratos temporales y el acceso a los servicios sociales básicos. No pueden olvidar que sus propios datos confirman que más de 1.500 millones de trabajadores viven en el paro y la precariedad, con ingresos que no superan los dos dólares diarios por familia.