Personas libres: promoción de la lectura social

3032

En su poema titulado “El incendio de un sueño”, Charles Bukowski muestra su tristeza al enterarse de que un incendio había destruido la biblioteca pública de Los Ángeles.

“Con ella se fue gran parte de mi juventud….

Yo era un lector entonces que iba de una sala a otra: Literatura, filosofía. Religión, incluso medicina y geología. Mientras otros iban a la caza de damas, yo iba a la caza de viejos libros. Eso y el mundo configuraron mi carácter. Vivía en una cabaña de contrachapado, pero, bueno yo no era realmente un vagabundo, yo tenía tarjeta de la biblioteca.

La vieja biblioteca pública de Los Ángeles muy probablemente evitó que me convirtiera en un suicida, un ladrón de bancos, un tipo que pega a su mujer o un motorista de la policía…aquella biblioteca estaba allí cuando yo era joven y buscaba algo a lo que aferrarme y no parecía que hubiera mucho”.

Campaña de lectura social del MCC

A Bukowski le tocó vivir la llamada gran depresión norteamericana que sumió el país en la pobreza más radical, y como él mismo nos dice, fue leer lo que le hizo tirar hacia delante, de hecho, si nos asomamos a su obra veremos que hay referencias constantes al legado que recibió de otros escritores, y es que ante cualquier situación complicada solía preguntarse, que hubiesen hecho Cervantes o Dostoievski en una situación similar.

Vygotski que junto a Piaget son los principales exponentes de la llamada psicología del desarrollo, diferencia dos líneas de desarrollo dentro de la génesis social de los procesos psicológicos, la línea natural, asociada a las funciones psicológicas elementales y la línea cultural. Esta última se caracteriza por el uso de instrumentos de mediación. Estas herramientas psicológicas tienen la propiedad de modificar el funcionamiento mental al provocar cambios cualitativos. El lenguaje comienza siendo el medio a través del cual se materializa la regulación externa del comportamiento, de esta manera se convierte en el vehículo de mediación por excelencia y finalmente llega a ser un instrumento de autorregulación del pensamiento.

El lenguaje es una herramienta que aprendemos y entrenamos de distintas formas. Normalmente nos iniciamos con libros y luego solemos acceder a otras tecnologías, pero ¿todas las herramientas son iguales? ¿los instrumentos son en sí mismos buenos o malos? ¿o es el modo en que se usan el que lo determina?

Es evidente que cada nuevo medio nos cambia, con la llegada de la imprenta nuestro cerebro sufrió modificaciones, Nietzsche llegó a declarar “nuestros útiles de escritura participan en la formación de nuestros pensamientos”, Y es que la adquisición de una máquina de escribir consiguió que tras una dura enfermedad pudiese reanudar sus escritos, pero algo había ocurrido, su prosa se volvió más estricta y telegráfica.

La red es por su mismo diseño, un sistema de interrupción, una maquina pensada para dividir la atención, cada notificación que recibimos es una distracción, una intrusión en nuestros pensamientos, cada vez que desviamos nuestra atención, el cerebro se toma su tiempo para cambiar de objetivo, recordar las reglas necesarias para la nueva tarea y bloquear la que le ocupaba. Deseamos ser interrumpidos porque cada interrupción viene acompañada de una información que nos es valiosa.

La escritora Heather Pringle declara: “Durante años he tenido la sensación incómoda de que alguien o algo, ha estado trasteando en mi cerebro, rediseñando el circuito neuronal, reprogramando. Mi mente está cambiando, no pienso de la forma que solía pensar. Lo siento con más fuerza cuando leo, solía ser fácil que me sumergiera en un libro, ahora mi concentración empieza a disiparse después de una página o dos, pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar que otra cosa hacer. La lectura profunda que solía hacer normalmente se ha convertido en un esfuerzo. Creo saber lo que me pasa, durante más de una década he pasado mucho tiempo online, buscando y navegando, la web ha sido un regalo para mí, investigaciones que antes requerían días pueden hacerse ahora en unos pocos minutos. Los beneficios son reales, pero tienen un precio. Los medios no son solo canales de información, proporcionan la materia del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensamiento y lo que parece estar haciendo la Web es debilitar mi capacidad de concentración y contemplación”

Y es que hoy en día, para muchas personas la mera idea de leer un libro se ha vuelto anticuada, incluso algo tonta. Pero en los tranquilos espacios abiertos por la lectura prolongada, sin distracciones, de un libro, la gente hace sus propias asociaciones, saca sus propias inferencias y analogías, desarrolla sus propias ideas. Piensa profundamente porque lee profundamente.

James Carroll dijo que la lectura silenciosa es tanto un signo como un medio para la autoconciencia, donde el conocedor asume la responsabilidad de lo que conoce.

No solo el pensamiento profundo requiere una mente tranquila, atenta. También la empatía y la compasión. Antonio Damaso, director del instituto para el cerebro y la creatividad de la USC, explica que las emociones superiores surgen de unos procesos neuronales que son inherentemente lentos, se necesita tiempo para que el cerebro trascienda más allá de la participación inmediata del cuerpo y empiece a entender y sentir las dimensiones psicológicas y morales de una situación. En un experimento reciente se demostró que cuanto más distraídos nos volvemos, menos capaces somos de experimentar las formas más sutiles y más claramente humanas de la empatía, la compasión y otras emociones.

“Para algunos tipos de pensamientos, especialmente la toma de decisiones morales sobre las situaciones sociales y psicológicas de otras personas es necesario dejar pasar el tiempo y la reflexión adecuadas”, advierte Mary Helen Immordino-Yang, miembro del equipo de investigación. Si las cosas están sucediendo demasiado rápido, no siempre se pueden asimilar bien los estados psicológicos de otras personas, no sería aventurado sugerir que a medida que la Red redibuja nuestro camino vital y disminuye nuestra capacidad para la contemplación, está alterando la profundidad de nuestras emociones y nuestros pensamientos.

Por todo lo anteriormente dicho, vemos que el libro sigue siendo un formato ideal para desarrollar nuestras habilidades sociales, humanas y espirituales.

Como le sucedió a Bukowski, todos hemos podido comprobar que desde tus primeras lecturas te sorprendes al comprobar que tus problemas, cualesquiera que sean, han preocupado también a otros antes que, a ti, aunque estos otros sean grandes figuras universales. Mueve a la sonrisa a la vez que sobrecoge, comprobar como a Dostoievski, el gran maestro de San Petersburgo le daba vergüenza hablar a la mujer que le gustaba o reclamar a su jefe lo que consideraba justo.

En el afamado e influyente libro de J.D. Salinger, “El guardián entre el centeno”, Un antiguo profesor del protagonista, le dice: “Verás que no eres la primera persona a quien la conducta humana ha confundido, asustado y hasta asqueado. Te alegrará y te animará saber que no estás solo en este sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si sabes dejar huella. Se trata de un hermoso intercambio que no tiene nada que ver con la educación. Es historia. Es poesía”

Es amor, añadiría yo.

Hemos visto que podemos leer para evitar ser lo que no deseamos o para intentar ser lo que queremos, tal vez para solucionar nuestros problemas. También hemos hablado sobre la conveniencia de utilizar el formato en papel, porque es recomendable en el fomento de las cualidades más humanas, al menos hacerlo de forma complementaria.

Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que a través de la lectura nos acercamos a los problemas del prójimo, que la lectura es liberadora, algunas veces en sentido literal, como para Frederick Douglass que en su “Vida de un esclavo americano” relata como un terrateniente con esclavos hablaba de esta manera: “Hasta el mejor negro del mundo se estropearía con el estudio, has de saber que si enseñas a un negro a leer, no habría modo de controlarle luego. Le incapacitaría completamente para ser esclavo, le haría descontento y desgraciado”. Ante esto, el esclavo meditaba “Estas palabras penetraron profundamente en mi corazón, despertaron sentimientos interiores que yacían dormidos y convocaron a una vía de pensamiento completamente nueva. Comprendí entonces lo que había sido para mí un problema absolutamente desconcertante, el poder del blanco para esclavizar al negro. A partir de entonces, comprendí cual era el camino de la esclavitud a la libertad”

De la misma manera pensaba Louis Braille cunado decidió inventar su famoso sistema de lectura para ciegos, en su época la escuela pública no tenía plazas para ellos, se les veía por los caminos en busca de un lugar donde mendigar o divertir al ignorante populacho que les tenía por idiotas incapaces de estudiar o trabajar, bien sabía él que lo que separaba a los invidentes de los que veían era la educación que unos recibían y otros no. Esto le llevó a declarar: “El acceso a la comunicación en su sentido más amplio es el acceso al conocimiento y eso es de importancia vital para nosotros si no queremos continuar siendo despreciados o protegidos por personas videntes compasivas. Tenemos que ser tratados como iguales y la comunicación es el medio por el que podemos conseguirlo”.

Pero ¿cómo sabemos lo que hay que leer? Elegir entre tanta publicación a lo largo de la historia será una tarea que a priori al menos parece complicada.

No debemos perder de vista nuestra razón de estar en el mundo, nuestra inevitable vocación por el bien común nos hacer acoger la lectura como un medio para cambiar el mundo más que como mero entretenimiento, disfrute o método de sabiduría sin aprovechamiento para el resto de las personas.

Gabriel Celaya lo dejaba claro en su poema “la poesía es un arma cargada de futuro” al pedir:

poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto….

porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno…

maldigo la poesía concebida como

un lujo cultural por los neutrales que lavándose las manos

se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Tomar partido, mancharse, al menos “estar en el ajo”, hay una clase de escritores que como suele decirse, escriben con sangre, se dejan la vida en cada línea y antes de escribirla la dejaron en la vivencia que la motivó.

Antes hablábamos de la gran depresión norteamericana, se llevó los empleos, hogares y esperanzas de cientos de miles de hombres y mujeres durante los años treinta. En un par de años las calles se llenaron de vagabundos y en las afueras de las ciudades proliferaron campamentos improvisados de personas hambrientas y desesperadas. Mientras en los entornos rurales familias enteras inventaban migraciones imposibles en busca de ocupación como jornaleros trabajando pocas veces y con salarios de miseria.

Tom Kroner, estuvo allí, solo escribió una novela que hizo con los apuntes que fue anotando en papelillos de fumar y en los márgenes de folletos religiosos durante aquellos cinco años que pasó a la intemperie.

Steimbeck, también, perdida su confianza en la Democracia corrompida por el capitalismo, y en las leyes impotentes contra la ruina, “a veces un hombre tiene que hacer caso omiso de la ley, las leyes cambian, pero el derecho moral no” invirtió sus capacidades en la tierra y en los hombres que la cultivaban. Durante la crisis de 1929 recorrió toda la América pobre, recogiendo el sudor, la violencia y la ternura de los trabajadores del campo, intentando reflejar en sus novelas toda la angustia de los hombres que desde su punto de vista más rudamente sufrían aquellos trastornos sociales.

En su novela “Las uvas de la ira”, nos dice: “mi padre me pidió que no se me ocurriera leer, porque es mayor el enredo y se pierde el respeto por los que gobiernan. yo lo pasé bien, me preocupaba de mis propios asuntos como todo hombre debe hacer y aprendí a escribir.  Ahora, tengo que ver a los que se han ido a los caminos, siento que debo verlos. El sitio donde viven los hombres es el hombre mismo. Donde quiera que haya gente en los caminos, yo estaré con ellos. Van a necesitar ayuda”.

La Gran depresión es solo un ejemplo. Para saber los datos de cada uno de los episodios de nuestra historia hay libros, en ellos puedes encontrar lo que pasó, las razones, las consecuencias etc. Luego tenemos la literatura, es un complemento necesario. En estos libros puedes encontrar a personas que cuentan su experiencia, lo han vivido desde dentro, con sus sufrimientos o alegrías, quiero insistir en esto, ya que en muchas ocasiones deben hacernos meditar sobre la veracidad de versiones oficiales y sobre nuestra capacidad de compromiso con lo que sucedió y con lo que hoy sucede.

“Vida de un esclavo americano”,  título perteneciente a las ediciones  Voz de los sin Voz, sitio recomendable si queremos encontrar el material idóneo para una extensa formación en temas fundamentales de Política, historia, sociedad, espiritualidad y literatura.

Agradecemos a las ediciones  Voz de los sin Voz, la gratuidad y puesta en marcha de la campaña “por la promoción de lectura solidaria”. El libro sigue siendo un  artículo de primera necesidad en la cultura de los pueblos y debe ser tratado como tal.

Álvaro Martín