POESIAS para una JORNADA SOLIDARiA CON LOS NIÑOS ESCLAVOS

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Presentamos una pequeña selección de poemas que podrán recitarse en las JORNADAS SOLIDARIAS contra LA ESCLAVITUD INFANTIL. Os invitamos a que nos envíes más poemas para esta ocasión.


A IQBAL MASHIB, NIÑO DE LA LUZ



Naciste en la noche,
parido fuiste con más dolor, con más pena,
aquella mujer triste que acunó la simiente
te trajo a esta tierra,
todo el polvo que pisar podía tu sombra
fue tu cuna primera.

Eres niño y no conoces
la sonrisa de los que no han crecido;
eres hombre y el sol
no te divisa entre las hierbas.
Trabajo, el pan único de tus días,
sudor, el agua de tu boca,
rabia, alfombra, sangre…
pero sueños también en el látigo,
en la pena, en el hambre.

Pecho infantil que cobijas
un existir todo penas,
manos tiernas
roídas por la herramienta,
máquinas tragando brazos,
fatal humo ensuciando caras,
secando lágrimas,
traqueteo infernal que quiebra piernas…
¡niños, tan sólo niños,
ahogados de cadenas!

Estas criaturas, estos tallos,
que para morir nacen,
que para ser aplastados
– horrible la mano,
sucias nuestras manos-
son arrancados a la tierra:
para el sudor y el trabajo,
para abonar la opulencia…
y pronto, muy pronto
volver a ella,
caer,
descansar al fin
bajo la misma tierra.

Tú, Iqbal, nacido en la noche,
forjado en el yunque
de la explotación y la miseria,
naciste para ser luz,
encender llama,
fuego en los niños rotos,
de corazón marchito,
por la ambición que cunas acecha.

Una voz de silencio,
una mano de paz
y un corazón de Cristo lleno:
tu Vida fue Grito inmenso
de Libertad.

Y Él expira, como ayer,
en el mismo monte,
sobre la cruz desnuda de cada niño esclavo.
¿Cuánto tiempo más
nos seguiremos lavando las manos?

Nayra Pérez








NIÑO DEL HAMBRE



A los niños huérfanos que mueren de hambre por las calles y mercados… en Corea del Norte


Ayer te vi, Niño del Hambre,
desnudo y solo.
No me miraste.
Pasé despacio, por tu dolor… seguí de largo.
Niño del hambre,
¡qué viejo estabas!, no me miraste.
Un pie en la cuna, otro en la muerte…
Y yo, en silencio, acabé mi plato,
cerré la puerta,
peiné mi pelo y pasé de largo.
Eres la Vida, Niño del Hambre.
Si hoy me miras,
si te detienes,
yo no soy digna, pero, tal vez…
siga tus pasos.
¡Rómpeme el alma, con tu silencio
destroza todo lo que he creado!
Mírame, tócame, porque ahora sé que soy yo la muerta.
Que soy de piedra.
Tus ojos negros, tus manos largas,
tu paso errante…
¡Niño del Hambre!
Te estás cayendo, y eres la Vida.
Eres la Vida, eres un grito
sabor de sangre.
Dolor tan grande
que movería todos los mares.
Si bajo un paso y nos encontramos
yo, que soy piedra, seré de carne.
Eres la Vida, Niño del Hambre.

Pilar Gómez-Ulla 2003









NIÑO SOMALÍ


( dedicado a los mayores )

HOY TENGO LA GRIPE,

PERO NO ME DUELE LA ESPALDA.

HOY SÓLO ME DUELE LA MIRADA,

DE ESE NIÑO SOMALÍ.

ES UN NIÑO QUE NO TIENE NADA.

NIÑO SIN JUGUETES, SIN COMIDA,

SIN AGUA.

ESTUVE ALLÍ,

Y LE DIJE AL NIÑO SOMALÍ:

– TE TRAIGO UNOS CUENTOS.

Y EL NIÑO ME DIJO CON LA MIRADA:

– YO NO ESTOY PARA CUENTOS

NI PARA NADA.

HOY TAMPOCO ESTOY PARA VERSOS

PORQUE ME DUELE LA MIRADA

DE ESE NIÑO DE SOMALIA.



ES UN NIÑO QUE SÓLO TIENE MOSCAS

EN LOS OJOS Y EN LOS LABIOS SECOS.

( SON DE ESAS MOSCAS

QUE SÓLO PICAN A LOS MUERTOS ).

Gloria Fuertes








NIÑOS DE SOMALIA


Yo como
Tú comes
El come
Nosotros comemos
Vosotros coméis
¡Ellos no!

(De Mujer de verso en pecho, Madrid: Cátedra, 1996).
Gloria Fuentes









PROBLEMAS DEL SUBDESARROLLO

Monsieur Dupont te llama inculto,
porque ignoras cuál era el nieto
preferido de Víctor Hugo.
Herr Müller se ha puesto a gritar,
porque no sabes el día
(exacto) en que murió Bismark.
Tu amigo Mr. Smith,
inglés o yanqui, yo no lo sé,
se subleva cuando escribes shell.
(Parece que ahorras una ele,
y que además pronuncias chel.)
Bueno ¿y qué?
Cuando te toque a ti,
mándales decir cacarajícara,
y que donde está el Aconcagua,
y que quién era Sucre,
y que en qué lugar de este planeta
murió Martí.
Un favor:
Que te hablen siempre en español.

Nicolas Guillén







EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

Miguel Hernández, 1937








EL NIÑO DE LA NOCHE


Riéndose, burlándose con claridad del día,
se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría
más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

Quise ser… ¿Para qué?… Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe.
Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste.

Niño dos veces niño: tres veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo de la altura.

Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
el mar, por la ventana de un corazón entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

Acumular la piedra y el niño para nada:
para vivir sin alas y oscuramente un día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
vuelvo a llorar desnudo, como siempre he llorado.


Miguel Hernández








NANAS DE LA CEBOLLA


La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


Miguel Hernández, 1939







MENOS TU VIENTRE


Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

Miguel Hernández







CANCIÓN PARA UN NIÑO EN LA CALLE


(A.Ritro – Frag. del poema «Hay un Niño en la Calle» de A.Tejada Gómez)

A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle…
¡Hay un niño en la calle!

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
Cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
Evitar que naufrague su corazón de barco,
Su increíble aventura de pan y chocolate
Poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto,
Porque de nada vale si hay un niño en la calle.

A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle…
¡Hay un niño en la calle!

No debe andar el mundo con el amor descalzo
Enarbolando un diario como un ala en la mano
Trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
Golpeándonos el pecho con un ala cansada;
No debe andar la vida, recién nacida, a precio,
La niñez arriesgada a una estrecha ganancia
Porque entonces las manos son inútiles fardos
Y el corazón, apenas, una mala palabra.

A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle…
¡Hay un niño en la calle!

Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
Que hay millones de niños que viven en la calle
Y multitud de niños que crecen en la calle,
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
Mirándonos a todas con fábula en los ojos,
Un relámpago trunco les cruza la mirada,
Porque nadie protege esa vida que crece
Y el amor se ha perdido, como un niño en la calle…

A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle…
¡Hay un niño en la calle!









A LA NIÑA ESCLAVA


Yo quiero ser sincero conmigo.
Lloraban sus ojos verdes
ríos de lágrimas, a mares lloraban.
Lloraban sus negras penas.
Lloraba la niña esclava.

Yo quiero ser sincero contigo.
La pequeña lloraba acurrucada,
lágrimas verdes, color esperanza.
Lloraba su cuerpo entero.
Lloraba la niña esclava.

Yo también quiero llorar contigo.
Lloraban sus manos negras,
lloraban sus heridas amargas,
lágrimas rojas, color justicia.
Lloraba la niña esclava.

Amigo, ¿quieres ser sincero contigo?
Lloraban sus manos rojas,
lloraban en tu corazón de piedra.
Lloraban sus ojos verdes,
Dios quiera que no se pierda.

Gota a gota en tu corazón lloraba.
Lloraba en tu corazón sincero.
Lloraba sobre piedra que se partía.
Lloraba en tu corazón amigo.
Lloraba y daba vida mientras moría.

Francisco Sandalio Rey










LAMENTO DEL NIÑO ESCLAVO


En las tardes duelen mucho las manos
Se rajan. El frío quema»
Se lamenta Nestor. Un niño esclavo,
Minero, curtido de amargas penas.

Las manos encallecidas, los pies descalzos,
Las aguas estridentes, acuchilladas bajan.
Se hizo el silencio. No recuerda sus años;
desde muy pequeño se hunde en las aguas.

¿Quién prestará su voz a estos niños?
¿Quién los librará de estos clavos?
¿Quién tendrá la vergüenza, amigo,
de luchar por los niños esclavos?


Mirándome de frente sin pestañear,
Dijo, con profundos y sonrientes ojitos:
«no sé cuánto gano». No podía descansar
y su paga es la de un panecito.

Engañados, arrojados en este infierno,
En las garras que devoran sus vidas,
Cementerios clandestinos llenos,
Si quieren escapar les asesinan.

¿Quién prestará su voz a estos niños?
¿Quién los librará de estos clavos?
¿Quién tendrá la vergüenza, amigo,
de luchar por los niños esclavos?


Son ya legión los niños esclavos:
mineros, prostitutas…, millones de niños
que en su tierna infancia son crucificados
en campos de concentración, de exterminio…

Sin que lo sepamos sufren diga y noche
en los pozos negros condenados,
trabajando para nuestro derroche
en las profundas tinieblas torturados.

¿Quién prestará su voz a estos niños?
¿Quién los librará de estos clavos?
¿Quién tendrá la vergüenza, amigo,
de luchar por los niños esclavos?



Francisco Sandalio Rey