Populismos del siglo XXI, ¿han venido para quedarse?

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Por desgracia asistimos al surgimiento de nuevos populismos que aparecen a un lado y a otro del espectro político, bien en Europa o bien en EEUU cuando creíamos que era un fenómeno anclado en los peores tiempos del siglo XX.

El hecho de que las nuevas generaciones tengan condiciones laborales peores que las de sus padres, o la pérdida de derechos por gran parte de la población en las crisis provocadas, ha desatado un estado de indignación y frustración, que en muchas ocasiones se ha canalizado por el sentimiento, con propuestas de soluciones «rápidas» y «contundentes».

Pero el populismo no ha surgido solo en los países del Sur de Europa con altas tasas de paro, o en los estados deprimidos del medio oeste norteamericano, sino en zonas con pleno empleo en países como Alemania[1], regiones donde en las elecciones han subido los partidos neonazis. ¿Por qué?

Dentro de este clima, la estrategia usada por esta corriente populista es doble.

De un lado, polarizan a las sociedades, fomentando además el sentimiento de miedo al migrante empobrecido, o el odio a la “casta política” corrupta…

De otro, generan un clima de frustración democrática al ser ésta incapaz de dar respuesta eficaz a las numerosas reclamaciones que tiene la sociedad. Establecen de esta forma dinámicas de aglutinación de estas reivindicaciones en las que se arrogan el estatus de representantes del “pueblo elegido” que, con sus propuestas, puede liberarse de estas opresiones, de estas agresiones al estado de bienestar al que dicen servir.

Decálogo de un populista del siglo XXI

Este populismo desea, por tanto,  una deconstrucción institucional de las democracias, mutándolas por dentro, dejando si acaso, solo las fachadas intactas. Aprovechan  la corrupción política instalada en el aparato burocrático (autonómico, estatal, local…), para lanzar su propuesta que en pocos casos responde a una realidad compleja… Y por supuesto sin atender a la globalidad de las causas de todo lo que sucede a la población.

“El pueblo soy yo”, “los españoles primero”, “España nos roba”, «Europa nos perjudica (Brexit)», «América primero»…son eslóganes usados dentro de la maquinaria mediática y de redes sociales, a la que tan bien se han acoplado. En esta maquinaria juega también su importancia la inclusión de países o potencias que juegan a desestabilizar el trablero con su “ciberguerra”, como pudimos ver en las elecciones americanas, en el 1 de Octubre, o incluso en el aplastamiento de poblaciones como la Rohingya en Birmania. Hoy el populismo es 4.0.

En este sentido hemos llegado a extremos como Venezuela donde después de provocar un salvaje enfrentamiento de una parte del pueblo contra otra, se han transformado instituciones fundamentales del estado de derecho, para al final aplastar a toda la población, mientras sólo la “nueva casta” extrae pingües beneficios (incluidas multinacionales).

En realidad, el populismo tiene una idea más o menos expresa de la postmodernidad en la que se encuentra, dispone de una teoría social, juega con una teoría de la cultura y mantiene una apuesta antropológica. Por eso se encuentra también “como pez en el agua”, en una cultura que destruye a la persona, que disuelve su ser, y la hace cultural, social, políticamente, manipulable a los sentimientos que cementan su estructura insolidaria. Miedo y deseo son los motores de esta forma de entender la política, acordes al materialismo reinante. ¿Puede por tanto haber solidaridad y democracia sin amor a la verdad? Creo que no. Habrá amor a una verdad instrumental, a unos sentimientos, a unas pulsiones políticas, todas desencajadas de una antropología solidaria.

Se podría decir que el populismo es una respuesta que el mismo sistema ofrece para una realidad que el neocapitalismo no puede explicar a cada uno de nosotros, porque en el fondo la destruye.

PUEBLO PROMOCIONADO FRENTE A PUEBLO MANIPULADO

La palabra pueblo, como la palabra solidaridad, se ha deteriorado por su uso de una manera brutal en las sociedades de la postmodernidad.

Guillermo Rovirosa ya aportaba con meridiana claridad las características de la promoción del pueblo a mediados del siglo XX en España: “¿Qué es la promoción del pueblo? Yo le señalo tres “notas”: es personal, es libre y es consciente, en un avance hacia la libertad.”

Esta idea de pueblo promocionado es fundamental. La experiencia de pueblo promocionado rige las sociedades que promueven la justicia y el bien común entre sus miembros, y la extienden a su vez a otros.

En el compendio de Doctrina Social de la Iglesia se afirma en el capítulo 385 que:

“La comunidad política encuentra en la referencia al pueblo su auténtica dimensión: ella «es, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo»

“El pueblo no es una multitud amorfa, una masa inerte para manipular e instrumentalizar, sino un conjunto de personas, cada una de las cuales —«en su propio puesto y según su manera propia»— tiene la posibilidad de formar su opinión acerca de la cosa pública y la libertad de expresar su sensibilidad política y hacerla valer de manera conveniente al bien común. El pueblo «vive de la plenitud de vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales… es una persona consciente de su propia responsabilidad y de sus propias convicciones» Quienes pertenecen a una comunidad política, aun estando unidos orgánicamente entre sí como pueblo, conservan, sin embargo, una insuprimible autonomía en su existencia personal y en los fines que persiguen”

Vemos aquí algunas de los aspectos que fundamentan una sociedad sana, un pueblo promocionado que combata el populismo y cualquier forma de totalitarismo.

  1. Una comunidad política solidaria. La vivencia de la política como una vocación, como la construcción de una comunidad que se va haciendo más comunidad a la par que pone en la política en primer lugar a los últimos.
  2. Responsabilidad sobre el destino del otro. Buscando el Bien Común de todos y de cada uno de los miembros de la comunidad.
  3. La libertad (autonomía) según las convicciones más profundas de cada uno, pero supeditada a los dos puntos primeros.

Luis Antúnez

[1] https://www.clarin.com/mundo/alemania-duro-reves-cdu-angela-merkel-elecciones-hesse_0_m5_ee7GYA.html