Por una educación solidaria y autogestionaria

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La situación que viven los jóvenes hoy es dramática y tremendamente explosiva. Más de un 50% de ellos han sido condenados tanto por el sistema educativo como por el económico a la «ociosidad».

La mitad de éstos además de estar en el desempleo se encuentran sin estudios. La otra mitad luce títulos y currículo que en el mejor de los casos intercambian por empleos basura de los que entran y salen como de una puerta giratoria. La mayoría no ha podido salir de la casa de sus padres o abuelos. Otros tantos han tenido que regresar a ellas. Nunca tantos jóvenes han dependido tanto y durante tanto tiempo de sus padres y abuelos.

Algunos jóvenes, frustradas las expectativas en las que les hemos educado, intuyen que les hemos vendido humo y “sueñan” con “otro mundo posible”. Otros tantos, tratan de abrirse caminos, “compitiendo”, “emprendiendo” o emigrando. Y finalmente están los que transitan el camino de la violencia subversiva, racista, la evasión y el enganche en mil adicciones que tantos beneficios dan a la industria del ocio, las drogas y de la “salud” (léase farmacéuticas). Y también a los nuevos “fascismos”.

Estos “sueños”,individuales o colectivos, y las “alucinaciones” son otra trampa mortal. Los “sueños” sin más, porque no podemos creer que habiendo sido educados tantos años en una mentalidad insolidaria, abotargada política y moralmente y de espaldas a los problemas reales de un mundo en el que no han dejado de aumentar los esclavos y los hambrientos sin que nos quisiéramos enterar, de la noche a la mañana nos hemos convertido en “jóvenes revolucionarios”. Las “alucinaciones” no hace falta explicarlas.

Pero es que además la familia, que está siendo una tabla de salvación, nunca ha sido tan agredida y maltratada. La mayoría está sin trabajo y hasta sin vivienda y además es víctima de un individualismo salvaje que promueve su ruptura sin combatir. No cabe duda que la estrategia, ya anticipada por los pobres organizados en el movimiento obrero, de aburguesarla y dividirla, ha tenido un buen resultado. Forjadas en medio de una cultura mercantilista que las ha orientado hacia sí mismas, a la búsqueda de su éxito y su “felicidad” consumista, hoy se encuentran impotentes para afrontar tamaño desafío. Y aún con todo, sigue siendo el principal baluarte de esta generación que vive condenada a venderse o a luchar.

Si estamos descubriendo que este mundo será obra del protagonismo real de todos o no será, será autogestionario y solidario o no será, el proceso será largo y sacrificado. Y desde luego requerirá otra educación y otra cultura, en la que aprendamos con los demás y con humildad, a poner el bien común sobre los intereses egoístas personales o de “mi grupo”: una educación para la autogestión y la solidaridad.