Por una política migratoria que proteja la vida humana

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El año 2020 cerró con otra pandemia provocada por el virus de la injusticia: las muertes de migrantes en el mar, la gran mayoría refugiados políticos o económicos. Lo que a su vez trae aparejado otra injusticia, la de seguir convirtiendo las islas europeas en auténticas islas-cárceles, como hemos podido ver en Lampedusa, en Lesbos, y también en Canarias, con los hacinamientos que presenciamos en noviembre en el puerto de Arguineguín. Esto revela una vez más una estrategia política pactada: mientras estén encerrados en islas, el problema estará “lejos” del continente.

Editorial Revista Autogestión 137

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La muerte de estos migrantes no es algo virtual. Aunque no queramos ser conscientes, antes de acabar 2020 pudimos escuchar por los medios de comunicación los lamentos de una madre africana en medio de un naufragio. Gritaba porque su bebé, Joseph, de seis meses, cayó al mar. Pudieron rescatarlo, pero no sobrevivió. También pudimos leer en la prensa la situación de un chico de 17 años en estado de shock en el puerto de Arguineguín tras sobrevivir quince días a la deriva en el Atlántico: dieciséis de sus veintiseis compañeros de patera fueron muriendo uno tras otro por hambre y sed. Según morían, iban siendo arrojados por la borda para que no se hundiera la patera. Él no pudo soportar ese dolor y su cabeza y su cuerpo se quedaron en estado de shock. También pudimos ver y escuchar como Bangaly, un crío de seis años que se había quedado huérfano en la travesía no hacía más que preguntar por su madre cuando fue rescatado. Estos tres rostros son sólo una muestra del sufrimiento inmenso que se había concentrado en el hacinamiento producido en estos puertos.

Sentiríamos dolor e impotencia si fuese una tragedia inevitable, pero sólo podemos sentir rabia e indignación, porque la responsabilidad procede de una configuración política y económica mundial donde las políticas migratorias y de fronteras de la Unión Europea, y España dentro de ella, son medios utilizados para los beneficios del capitalismo.
Lo decimos una vez más: las fosas del Mediterráneo, del Egeo o del Atlántico, donde están sepultados miles de migrantes, son parte de una estrategia política de crimen organizado.
Desde Canarias diversas organizaciones denuncian que la ruta migratoria del Atlántico está matando entre un 5% y un 8% de las personas que se aventuran a subir a una patera para llegar a sus costas. Desde las islas exigen al Gobierno español que sea una prioridad, para los que consiguen llegar, la atención humanitaria en instalaciones dignas. Sin embargo, la vida de los empobrecidos y la dignidad humana no son una prioridad para el Gobierno español. Lo demuestra su posición en el Frontex (la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas), que, en las fronteras, está en guerra contra los inmigrantes empobrecidos.

España y Europa siguen dando pasos acelerados con el Nuevo Pacto Migratorio para convertirse en una fortaleza militarizada, donde la directriz política fundamental son las deportaciones.

Los migrantes que después de pasar el infierno de estas rutas logran llegar a España, o a otros países de Europa, trabajarán a destajo por una miseria, mientras los empobrecidos europeos los ven como enemigos y competidores directos por los trabajos basura que hay que “repartir”. Más de lo de siempre: que el conflicto siga siendo de “pobres contra los más pobres”. El destino de “algunos” inmigrantes también está decidido de antemano. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal española ha declarado que España necesitará una entrada sostenible de unos 270.000 inmigrantes al año de aquí al 2050.
Por ello, la solución no puede limitarse a rescates en el mar* (obligación que exige el derecho marítimo) o a la acogida (que es también un deber humanitario y de restitución), sino que pasa construir un orden económico y político internacional desde la primacía del Bien Común para todos los habitantes del planeta.

Exigimos una política española y europea donde la prioridad sea dejar de robar a los pueblos y a los países de origen de estos migrantes. Mientras haya desigualdad habrá migración de personas. Mientras Europa siga explotando y robando a sus países de origen, los migrantes van a seguir arriesgando sus vidas, intentando salir del hambre y el empobrecimiento. Mientras la guerra sea un negocio, mientras regímenes que cometen delitos de lesa humanidad sigan siendo sostenidos por razón del control de las materias primas para nuestro continente…Mientras, en definitiva, existan estas relaciones de injusticia entre los enriquecidos y los empobrecidos, van a seguir llegando a nuestras costas las personas a las que se ha quitado todo. Sobre todo, su capacidad de protagonizar su vida y de tener un futuro. Desde los lugares donde embarcan, su grito es: “España o muerte”.

Una vez más, volvemos a defender que el derecho a la vida y a poder protagonizarla es un derecho humano inalienable.

* La migración a España entra en menos de un 5% por patera desde África y un 65% por aeropuerto desde Latinoamérica.