¿Qué te ha sucedido, Europa?

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El genocidio a las puertas de Europa

«¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad?”. Así apelaba el Papa Francisco a Europa en su alocución con motivo de la entrega que se le ha hecho del premio Carlomagno. Hay muchos motivos para clamar, con gritos en el cielo, a esta Europa sin alma.

En los últimos 10 años, el mar Mediterráneo, que ya era un cementerio, se ha convertido en una auténtica fosa de guerra, con cerca de 30.000 muertos: 3.500 en el año 2015 y cerca de 3.000 en lo que va del año 2016.

En el último año se ha denunciado la desaparición de 10.000 niños dentro de Europa, todos ellos migrantes forzosos y desamparados, a los que la Europol vaticina la condena a todas las penas de esclavitud imaginables.

En el último año nos hemos hecho eco de una auténtica guerra ejecutada en las fronteras: violaciones de mujeres migrantes, hacinamientos indignos de refugiados forzados a huir por el hambre o por la violencia, abandono de enfermos y ancianos,…

Hemos sido testigos de la inhumanidad con la que hemos acogido y obligado a dispersarse en asentamientos como los de Idomeni (en Grecia) a miles de estos migrantes. ¡Algunos nos han pedido que les tratemos como a nuestros perros!

Por si fuera poco, la firma del acuerdo con Turquía de marzo 2016 nos deja la imagen de una Europa deportando a seres humanos como a manadas de animales a un país al que se le “compra” para que se comporte como la alfombra que se alza para depositar, como si fuera “basura”, a personas y familias que son víctimas de nuestra injusticia.

El Consejo de Europa y la Comisión Europea no han diseñado ante esta situación provocada en gran medida por los propios intereses de los poderosos, otra respuesta distinta a la militar y el dinero, a las vallas y las deportaciones. Convertir las fronteras en muros y trincheras. Convertir los mares y los ríos en fosos. Europa se asemeja a un gran castillo feudal. Pero sólo ante los empobrecidos. ¡Qué voces tan distintas claman vía libre -¡abre la muralla!- a los Tratados con los mercaderes!

No son una exageración las palabras que el Obispo Agrelo dirigía a Europa desde la solidaridad con tanto dolor y sufrimiento: “¿Qué dirían ustedes de una sociedad que persigue a hombres, mujeres, niños vulnerables e indefensos, a los que leyes inicuas han hecho ilegales, irregulares, clandestinos, los acosase como si fuesen alimañas, los persiguiera como si fuesen criminales, los golpease como no se permitiría con los animales, y los cercase para rendirlos por Hambre?”

Por eso hablar de solidaridad en Europa va a ser cómo soñar. Y por eso nos explica¬mos nuevamente las palabras de Francisco: “Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. (…) Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía”.

Editorial de la revista Autogestión