(…) Su entereza militante le hizo soportar situaciones económicas angustiosas, a pesar de que por sus múltiples contactos podía haber salido de su situación obrera y haber resuelto el problema económico de su familia.
Ramón Quintanilla Uriarte nace en Begoña, Bilbao, el 25 de noviembre de 1918 en el seno de una familia obrera. Ramón formará parte de ese puñado de militantes obreros conversos, que de la mano de Guillermo Rovirosa imprimirán al apostolado obrero la misma vitalidad y energía con la que se habían movido en su militancia política o sindical.
A su sagrada fidelidad a la clase obrera, este grupo de conversos como Manolo Morillo, Jacinto Martín, Julián Gómez del Castillo, Manolo Castañon… unirán la fidelidad a Cristo y a la Iglesia, aportando a ésta última y a la sociedad española una nueva generación de militantes, que harán posible entre otras cosas, que en la transición política no nos volviéramos a enfrentar a muerte los españoles.
Ramón Quintanilla comenzó a trabajar a los 12 años en un establecimiento de electricidad. A los 15 años se hace ateo y se mete en el Partido Comunista. Esto le va a costar romper con su madre, una mujer pobre, honesta, madre de una familia trabajadora y muy religiosa. Estuvieron sin hablarse más de 10 años, viviendo en la misma calle. Quintanilla llegó a ser miembro del Comité Central del Partido Comunista y jefe de los pioneros del Partido Comunista. Durante la guerra civil española se encuadra en el batallón Karl Liebnech y posteriormente en el batallón auxiliar Euskadi. En ambas ocasiones por un grave defecto de la vista es declarado «inútil total» por el tribunal médico militar de Santander, comenzando a trabajar en la cooperativa «La Unión Asturiana» en Panes (Asturias). En 1938 es hecho prisionero por el Ejercito Nacional y enviado al campo de concentración de Miranda de Ebro, donde en trabajos forzados permaneció hasta junio de 1940.
Tras ser liberado regresa a Bilbao, y a final de 1941 se casará con Felisa Pérez, con la que a partir de entonces compartirá todas las luchas venideras y la educación de sus 7 hijos. Comienza a trabajar como peón en los Altos Hornos de Vizcaya.
Por esos años, uno de sus hijos caerá gravemente enfermo, casi sin esperanza de salvarse, peor de la que se curará en Begoña milagrosamente. Realiza unos ejercicios espirituales por influencia de un sacerdote amigo. Estas experiencias vitales, y la posterior puesta en marcha especialización obrera de la acción católica de la mano de Guillermo Rovirosa desencadenaran su conversión. Su esposa vivió con alegría cristiana la pobreza y su amor apostólico aunque eso significará sacrificios innumerables.
Cuando Ramón vuelve a la Iglesia, el Partido Comunista le intenta matar hasta en tres ocasiones. Los curas amigos le aconsejan abandonar Vizcaya, y el les dice que no. Que allá donde dijo que Dios era una imbecilidad, tiene que decir que por Dios merece la pena dar la vida. Y se quedó en Sestao a pesar de que pudiera dejar una familia sin padre y una mujer viuda. Ese era el precio de ser cristiano. Las autoridades franquistas también continuaron persiguiéndolo y a cuenta de su pasado, le causaron problemas legales.
A partir de entonces comenzará una total entrega al apostolado obrero. A la HOAC dedicará toda su vida hasta el final de sus días. Será Vocal Nacional de la HOAC, vicepresidente nacional, presidente diocesano y director de múltiples cursillos en Córdoba, León, Santander, Burgos, Haro, Bilbao… Sus continuos viajes apostólicos le tuvieron muchas veces alejado de su familia que tanto amaba y que también supo sacrificarse durante todo ese periodo. Con especial entusiasmo se entregó a las labores de difusión de cultura obrera, a la difusión del periódico de la HOAC el ¡Tú! que llegó a ser el 2º semanario de España. A esta labor se entregó con toda su familia, siendo distinguidos en varias ocasiones por llegar a vender 5.000 periódicos en una semana. Su entereza militante le hizo soportar situaciones económicas angustiosas, a pesar de que por sus múltiples contactos podía haber salido de su situación obrera y haber resuelto el problema económico de su familia. Incluso recibió varias ofertas de la propia empresa, sin vender jamás a sus compañeros.
Ramón jamás fue diplomático; su forma de ser, serio, parece que le debería haber restado amigos, y en cambio cada vez los tuvo en mayor número y mejores. Ramón era querido por todo aquel que le conocía. Era miembro de asociaciones culturales, deportivas…Veía en todo posibilidades para la militancia, para el apostolado. Era de esos hombres que multiplicaba posibilidades, que incluso de la adversidad hacía oportunidad. Incluso fue concejal de Sestao durante dos años (1949-1951). En algún problema que tuvo ante la Justicia Franquista, ademásde hablar en su defensa innumerables pobres y personas de bien, testificaron a su favor en términos de admiración el capitán de requetés del tercio Nª Señora de Begoña e incluso el jefe de la 1ª Bandera de Falange de Vizcaya.
Poseía una gran biblioteca, a pesar de las casas siempre estrechas en que le tocó vivir. En este tema también pudo descubrir la solidaridad. Un militante de la HOAC de Vizcaya, creó una Sociedad Anónima Laboral (S.A.L.), uno de los logros del apostolado obrero, pudiendo construir una vivienda más digna, encima del túnel de Urbinaga, donde viviría hasta el final de sus días.
Su larga y penosa enfermedad (una afección hepática), será una de sus últimas y fructíferas tareas apostólicas, ofreciendo cada día su dolor por la redención de los obreros y la extensión de la HOAC. Dos días antes de morirse le dirá a un militante que le visitaba en el hospital «Me muero ¿qué tal el cursillo? Diles que mis dolores los ofrezco por mis hermanos obreros y por la HOAC».
Falleció el 29 de octubre de 1961. Su entierro fue una manifestación de su valor y la repercusión que su labor tuvo en la iglesia y en el mundo obrero. Lo presidió el Obispo de Bilbao y acudieron creyentes y no creyentes. Un compañero de trabajo ateo diría «este sí que era un hombre. Yo pensaba todo lo contrario que él, pero su fe era admirable. Ramón no era un hombre que discutiera con ideas: era un hombre de hechos».
En la prensa los días siguientes se publicaron múltiples cartas y notas de condolencias. Una de ellas de los jóvenes del Grupo Jesús Obrero de Bilbao, que apenas le habían conocido decía «Pudo evadirse de su clase y de su pobreza, muy gemela a veces a la miseria, pero se quedó entre los suyos hasta el fin para enseñarles que es posible la esperanza desde la condición obrera». Su propia esposa Felisa, escribirá en una nota de agradecimiento: «Al pedir por su alma, pido a su vez a Dios por todos sus hermanos en Cristo; por todos aquellos a quien el tanto amaba y tanto le preocupaban; y en fin, por su querida HOAC, su mayor motivo de preocupación en este mundo».
Publicado en la Revista Autogestión