El 16 de abril del 2021 se cumplen 26 años del asesinato de Iqbal Masih a manos de las mafias tapiceras de Pakistán por el delito de denunciar la Esclavitud Infantil al que sometían, y se sigue sometiendo, a millones de niños. Su lucha continúa hoy. Y sigue siendo muy necesaria.
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Pero, convertido ya Iqbal en un referente (no vamos a decir aún en un “icono”) entre los movimientos y organizaciones de la infancia (su trabajo costó), ya se encargaron las organizaciones internacionales, ONU y UNICEF entre ellas, de que también la causa de la infancia maltratada, explotada y descartada se parcelara en varios “días de…”: día de los niños trabajadores, día del abuso sexual de las niñas, día de los en peores formas de trabajo, día de los derechos del niño…. El que no consta es el 16 de abril como tal, porque ese no le han decidido en sus oficinas. Parece muy claro que las causas de la infancia esclavizada y maltratada no deben analizarse globalmente en la conciencia de los ciudadanos. Lo que interesa es que la opinión pública sólo se movilice sobre causas parciales y sus consecuencias inmediatas. De esta manera, un sistema global de explotación y dominio neocapitalista cada vez más fuerte sólo se va a cuestionar para “ajustar” sus contradicciones en la medida en que éstas impidan seguir ejerciendo su dominio total.
La OIT ha celebrado, y con razón, que en 2020, por primera en la historia de la OIT, una Norma Internacional del Trabajo alcanzó la ratificación universal con la aceptación por parte de todos sus 187 Estados miembros. La ratificación universal del Convenio nº 182 sobre las peores formas de trabajo infantil (1999) de la OIT significa que todos los niños disponen ahora de protección jurídica contra “las peores formas de trabajo infantil”. El lenguaje oficial y burocrático es extremadamente cuidadoso para parecer neutral y a-moral. El hecho es un paso importante, sin duda. Lo que ocurre es que somos muy escépticos sobre la capacidad de actuación que tanto la OIT como los propios Estados.
La estructura económica que tenemos, compuesta de un entramado de conglomerados transnacionales, son hace tiempo quiénes realmente tienen las riendas de las decisiones políticas más importantes. Al final, son las dinámicas del lucro de las grandes empresas y los tratados comerciales bilaterales (mucho menos los multilaterales) quienes ponen en el brete todas las buenas intenciones. Un tratado de pesca con la UE puede dar al traste con miles de puestos de trabajo en Senegal. Las consecuencias socioeconómicas de los sectores que directa o indirectamente viven de la pesca en este país afectarán necesariamente a la infancia y a la juventud de dicho país. Es sólo un ejemplo.
La explotación de niños y adultos, el hambre, la precarización y el desarrollo de la economía sumergida y criminal, la violencia de las guerras y de las bandas, las migraciones forzosas de millones de familias y, en muchas ocasiones, de niños y jóvenes menores que viajan solos, los abortos, y un sinfín de situaciones de injusticia criminal hacia la infancia son efectos de un mismo sistema, y no precisamente efectos colaterales, por más que las declaraciones y convenios que se firmen sin cuestionar este escenario.
Las crisis, como las que estamos viviendo en estos momentos, y cuyos ciclos vemos repetirse en periodos cada vez más cortos, no han sido la oportunidad para replantear transformaciones radicales más favorables a una economía centrada en el bien común. Con el tiempo nos iremos dando cuenta que el nuevo paradigma de “sostenibilidad”, un “collar distinto”, no es más que otra ocasión para que el poder y el lucro sigan bajo el control, ahora con 5G e Inteligencia Artificial, de “los mismos perros”.
Lo volvemos a decir claro, para que dentro de unos años no queden dudas: “sostenible”, en el neolenguaje que asimilamos del poder, siempre quiso decir en realidad que sobran muchas personas y, especialmente, que sobran “los descartables”: por inútiles, por ineficaces, por dependientes, por costosos, por… débiles. Porque el mundo de avances técnicos infinitos que nos llevará al paraíso no estará nada más que al alcance de unos pocos.
La lucha contra la Esclavitud Infantil debe estar unida en todo momento a la lucha contra “una economía que mata”, a la lucha por el reconocimiento inequívoco de la dignidad inalienable de toda vida humana, en todas sus etapas y de forma integral. Parcelar los campos de acción sobre la infancia y propagar como heroicidades los “proyectos” de miles de personas dedicadas a luchar por la infancia es parte del problema y no la solución real. Porque encima sirve para vacunarnos con “buena conciencia”.
Insistimos e insistiremos en que es necesaria una conciencia cada vez más clara de un mundo institucional que no está estructurado, ni mucho menos, para la fraternidad. El 16 de abril, Día Internacional contra la Esclavitud Infantil, nació para estar al servicio de la denuncia de las CAUSAS de TODA ESCLAVITUD. La “infantil” es la que hace más visible la salvajada de este sistema neocapitalista.
Editorial Revista Autogestión
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