Revista Autogestión: «Una guerra contra la infancia que no cesa»

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Resulta terrible tener que celebrar un año más el día Internacional contra la Esclavitud Infantil, constatando cómo la guerra desatada contra la infancia, muy lejos de atenuarse, aumenta en número de frentes y de víctimas.

Editorial de la revista Autogestión nº 153

En el cruel parte de guerra de este año, el rojo sigue tiñendo toda la crónica de este editorial. Es la sangre derramada de millones de niños, la consecuencia más despiadada de una economía que asesina sin pudor, y de la que unos pocos nos seguimos beneficiando y hasta justificando cínicamente.

En este capitalismo, al que algunos denominan tecnofeudalista, el sello “made in fierno” sigue siendo el más extendido en toda la cadena de producción y de servicios que se generan hoy en nuestro planeta. Este sello, que muchos pretenden borrar y maquillar mediante las ineficaces normativas internacionales contra el trabajo esclavo, o con la hipócrita “responsabilidad social corporativa”, es ciertamente indeleble.

Por mucho que lo intenten, ya resulta imposible ocultar el escándalo de las decenas de islas sexuales, especialmente en el Caribe, destinadas al turismo de pederastas millonarios de todo el mundo para violar a niños y niñas.

Nº 833 Colaboración económica 1,50 eur.

Por mucho que se pretenda, es absurdo esconder que, en nuestros teléfonos “inteligentes”, en las baterías de nuestros coches eléctricos, o en los ordenadores portátiles, sigue goteando la sangre de miles de niños de la República Democrática del Congo, condenados a extraer un cobalto que un día fue azul, pero que hoy está teñido de rojo.

Por mucho que se empeñen, no es posible ocultar a los millones de niños esclavizados por empresas como Nestlé o Cargill, en países como Costa de Marfil, Ghana o Malí, utilizados en la recolección de un cacao amargo por el sudor y las lágrimas, y que acaba servido en los desayunos y meriendas de nuestros propios hijos.

Por mucho que insistan, no pueden negar el genocidio contra la infancia que se sigue produciendo en países como Pakistán, Bangladesh, India, donde la mayor parte de sus 650 millones de niños son hoy condenados a la explotación en la producción de ropa o productos cosméticos, de los que alardeamos cuando los adquirimos como gangas en plataformas tan conocidas como Shein o Temu.

Esta es sin duda una guerra a muerte, que no cesa, contra la infancia. El pasado mes de enero, los grandes poderes económicos y políticos mundiales se dieron cita un año más en Davos para intentar consolidar su dominio y su capacidad de control mundial. Son precisamente estas grandes empresas multinacionales, estos grandes fondos de inversión, públicos y privados, así como las diferentes agencias de la ONU y la OIT, los directamente implicados, por acción u omisión, en todos estos crímenes contra la infancia.

Resulta inmoral también la hipocresía de los responsables políticos. Como muestra, anotemos el reciente caso del ministro de turismo de la República Dominicana cuando en la última Feria del turismo en Madrid solo se le ocurrió proponer, ante esta barbarie, que los pederastas del mundo se vayan a violar a niños y niñas a otros países diferentes del suyo… Todos los sinvergüenzas que estaban allí terminaron incluso aplaudiéndole por esa medida tan “original”.

Hoy los niños esclavos siguen sin ser noticia para los medios de comunicación porque no venden sus historias, no venden sus dramas, no venden sus sufrimientos. De igual forma que el silencio del pueblo alemán ante los campos de concentración no les eximió de su responsabilidad en el genocidio judío, también nuestra complicidad en este mercado criminal será juzgada un día por la historia.

Por eso, es necesario volver a hacer resonar en nuestras conciencias, el dolor de todas y cada una de las víctimas de este genocidio de la esclavitud infantil. Es un clamor silencioso de millones de pequeños, niños y jóvenes, a los que sin embargo más debiéramos de cuidar y proteger.

Celebremos con fuerza este 16 de abril, Día Internacional contra la Esclavitud Infantil, promovido desde hace ya casi 30 años por el Movimiento Cultural Cristiano, haciendo especial memoria del testimonio del niño pakistaní Iqbal Masih. Mártir cristiano a los 12 años, que inició una imparable corriente de liberación frente a la guerra contra los niños.