Ruina y destrucción de un país

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El 9% de la población infantil está por debajo de los percentiles de normalidad, el 18% de la población está pasa hambre, la pobreza arropa al 52% de los venezolanos.

El régimen del Ungido de Miraflores continúa endeudándose en forma irresponsable con el Imperio chino, a pesar del “boom petrolero” que llena de petrodólares la chequera del Estado. La deuda tanto interna como externa de la República no ha dejado de crecer desde su llegada al palacio de Misia Jacinta. Este insensato e injustificado endeudamiento forma parte de la agenda económica neoliberal iniciada por el gobierno de Carlos Andrés Pérez (II) y continuada por este régimen bonapartista en su afán por complacer las directrices del capital financiero transnacional y sus agentes locales.

Este endeudamiento ocurre a pesar de que el precio de la cesta petrolera (94 dólares el barril) ha superado ampliamente lo estipulado en el presupuesto nacional (55 dólares el barril), de que la recaudación del SENIAT se cumple a cabalidad, y que los ingresos al fisco por concepto de impuestos regresivos (IVA) se siguen percibiendo en forma continua.

Pero además, el régimen ha puesto en marcha una sistemática desnacionalización y desmantelamiento operativo de PDVSA.

Este perverso plan neoliberal, contempla la entrega de áreas de explotación en bloques (franja bituminosa del Orinoco, Plataforma Deltana y Falconiana) para complacer los apetitos de las más importantes empresas petroleras transnacionales (Hess, Chevron-Texaco, Repsol, Statoil, Totalfinaelf, Koch, entre otras). Estas medidas en su conjunto conducen a la sustitución de la PDVSA del pasado (con sus graves deficiencias y limitaciones) por una empresa hasta más pequeña que la desaparecida Corporación Venezolana del Petróleo (CVP).

Pero a pesar de esta bonaza petrolera y del endeudamiento insensato, los índices de pobreza y desnutrición se han agravado en la población venezolana. El 9% de la población infantil está por debajo de los percentiles de normalidad ponduro-estatural, el 18% de la población está desnutrida, la pobreza arropa al 52% de los venezolanos, el desempleo real (no el maquillado con las misiones) ronda en el 16% y la economía informal (buhonerismo) alcanza la espantosa cifra del 58%.

Esta fabulosa masa de dinero ha sido lamentablemente malbaratada en la compra de lealtades de gobiernos extranjeros, en el financiamiento de eventos faraónicos a favor la revolución bolivariana (III Congreso Ideológico del PSUV) y de la imagen del fallecido eterno (dentro y fuera del país), dilapidada en un gasto militar demencial destinado a la compra de aviones, helicópteros, fragatas, misiles, fusiles, etc., pero además ha ido a engrosar las cuentas personales de una nueva boliburguesía cívico-militar la cual ha surgido ante la mirada celestina de las instituciones del Estado.

Más allá de su retórica anti-neoliberal, el régimen ha profundizado e institucionalizado las perversiones económicas neoliberales del pasado mediante la imposición de políticas macroeconómicas que han erosionado las conquistas socio-económicas de los trabajadores (flexibilización y precarización laboral), ha destruido la pequeña y mediana industria generando más desempleo y ha cedido la propiedad de los sectores estratégicos energéticos y mineros de la nación al capital transnacional.

El nacional-socialismo bolivariano del siglo XXI representa:

I) La imposición de un capitalismo de Estado salvaje;

II) La militarización de la sociedad;

III) Una corrupción galopante estimulada desde los cenáculos del poder;

IV) El desarrollo de políticas sociales clientelares;

V) Un endeudamiento interno-externo irresponsable; y

VI) La promoción de la miseria y la pobreza como instrumentos de control político de los venezolanos.

Autor: José Rafael López Padrino