Sacerdotes, blanco de los secuestradores

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El padre Bossi -el «gigante bueno» de la misión de Mindanao, como se le conocía allí – se ha convertido en una víctima más de la ola constante de secuestros a sacerdotes y religiosos en zona de conflicto.

Al padre Giancarlo Bossi, sacerdote misionero italiano, se lo llevaron el pasado 10 de junio cuando se dirigía a celebrar misa en su capilla de Zamboanga, Mindanao (Filipinas) y aún prosigue su búsqueda. Según los militares, los secuestradores podrían ser de una organización ligada a Al-Qaeda. Según fuentes locales, los autores podrían ser simples bandidos que buscan una recompensa. Sea cual sea el móvil de su secuestro, el padre Bossi – el «gigante bueno» de la misión de Mindanao, como se le conocía allí – se ha convertido en una víctima más de la ola constante de secuestros a sacerdotes y religiosos en zona de conflicto.


Anunciar a Cristo en tierra de misión siempre ha sido una profesión de riesgo, pero quizá hoy lo es más que nunca. Las cifras no remiten: sólo en este año, han sido secuestrados más de 20 sacerdotes en todo el mundo, muchos de los cuales han sido torturados, cuando no asesinados. Algunos, han tenido la fortuna de ser liberados tras un tiempo en cautividad. A medida que los conflictos armados se han ido extendiendo por los países, grupos paramilitares, delincuentes y guerrillas amenazan y asesinan a religiosos y sacerdotes, en ocasiones, más debido a razones políticas que religiosas, o por simple necesidad de dinero inmediato. Pero la mayoría de las veces, porque son los únicos que siempre están cerca de las comunidades, que defienden sus derechos y su dignidad y denuncian día a día los atropellos a los que son sometidas.


Colombia e Irak


Al mismo tiempo que el mundo conocía la noticia del secuestro del padre Bossi, el Papa Benedicto XVI lanzaba un llamamiento en favor de la liberación de todas las personas secuestradas del mundo, «entre ellas, sacerdotes católicos», mientras se refería al caso «doloroso» de Colombia. Allí, las organizaciones armadas, en especial las Farc, llevan años amenazando y atacando a miembros del clero «por oponerse al reclutamiento de menores, defender los derechos humanos, ayudar a los desplazados y desmotivar el cultivo de coca», según advierte el informe del Departamento de Estado. El último sacerdote asesinado en Colombia fue el padre Luis Alfonso Herrera, franciscano de 46 años, hallado muerto a pedradas en junio de 2006. En lo que va de año han sido secuestrados otros dos trabajadores religiosos y cinco pastores de las iglesias protestantes.


Sin embargo, el polvorín iraquí sigue siendo el mayor núcleo de violencia contra los sacerdotes cristianos: sólo en el último año han sido secuestrados siete sacerdotes, dos de los cuales han sido asesinados: el padre Elder Munthir, de la iglesia presbiteriana de Mosul, y el padre Ragheed, sacerdote caldeo, asesinado hace apenas unos días en Mosul junto a dos acólitos. El padre Samy Al Rais, rector del seminario de Bagdad, fue liberado en diciembre tras una semana de cautiverio.


El caso de China


La Iglesia católica romana, clandestina en China, vive desde hace años una auténtica situación de persecución, cuyas víctimas son, principalmente, sacerdotes y seminaristas. La policía del Gobierno comunista es el auténtico verdugo, y en sus cárceles viven secuestrados sacerdotes como el padre Yiao Liang, detenido el pasado mes de agosto o el padre Xiwanzi Li Huisheng, encarcelado desde el mes de mayo. Sólo el padre Shao Zoumin ha sido liberado por motivos de salud.