Los intereses marroquíes e internacionales convierten la autodeterminación del Sahara en un espejismo. Hay aquí tres misioneros españoles. Uno de ellos es el oblato P. Rafael Álvarez Muñiz, que trabaja en El Aaiún.
Por José M. Balbuena Castellano
Revista Mundo Negro
Llama la atención en El Aaiún, capital de la antigual colonia y provincia española del Sahara Occidental, encontrar a estas alturas, es decir, después de la ocupación ilegal del territorio por parte de Marruecos, una iglesia cristiana. Y está precisamente frente a la residencia del walí o gobernador alauita. Al frente de la misma se encuentra el P. Rafael Álvarez Muñiz, un sacerdote oblato. En esta parroquia hay tres curas españoles. El más veterano es el P. Camilo, que lleva en el Sahara 47 años. El tercer sacerdote se llama Acacio Balbuena, que vino a este territorio hace trece años. Los tres son leoneses.
El P. Álvarez, aparte de atender a sus parroquianos, se dedica también a cultivar la poesía. Su producción es extensa. Es una persona que siente el Sahara en lo más profundo de su ser. Uno de sus poemas lo titula «Sahara». En él expresa lo que siente o lo que vislumbra sobre este territorio, entrañable para muchos españoles.
Este fragmento lo dice todo: «Añoranzas y recuerdos / evocación y ensueño. / Inmensidad sin límites / de borrado horizonte. / Acuarela de arenas / de musgos y líquenes / mezclada en las aguas / soñadas / de algún espejismo. / Dunas cabalgando / desmelenadas / a espuelas del viento. / Mareas subterráneas / de ansiada agua dulce / prometiendo vida. / Ingentes riquezas / preñan sus entrañas / como las tragedias / y los heroísmos, / como las miserias / como las proezas / allá en sus entrañas / anunciando muertes, / presagiando guerras…»
MUTUO RESPETO
La presencia cristiana en un Sahara musulmán y colonizado es sólo testimonial. El P. Rafael Álvarez había vivido ya en El Aaiún entre los años 1962 y 1968, en una época de desarrollo muy grande, cuando los moradores tenían carné de identidad español. «Queremos que la Iglesia esté presente y acompañar a la gente que pasa por aquí y por Dakhla, la antigua Villa Cisneros, donde también tenemos una iglesia», subraya el P. Álvarez.
En la capital del Sahara hay unos 25 católicos. A éstos se añaden algunos soldados de la Minurso (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental), con lo que pueden llegar a veces a los cien feligreses. En la playa de El Aaiún la Iglesia cuenta también con un pequeño local.
El P. Álvarez asegura que en ningún caso su misión consiste en la captación de nuevos fieles. «En el convenio que tenemos con Marruecos se dejó bien claro que de proselitismo, nada». En este aspecto afirma que existen unas relaciones de mutuo respeto y muy cordiales. «Es más: ellos quieren que estemos aquí», asegura el P. Álvarez.
En El Aaiún funciona una escuela española –el Colegio de la Paz–, donde hasta hace poco ejercía un maestro de la ciudad grancanaria de Gáldar, que se ha jubilado. Ahora se encuentra allí un matrimonio español que daba clase en Casablanca. A este centro acuden unos 60 alumnos en sesión matinal, la mayoría saharauis que aprenden español. Por la tarde van adultos.
A pesar de esta presencia hispana, los funcionarios marroquíes se inclinan más por fomentar la cultura francesa, además de la árabe. Ahora, después de la invasión marroquí, a las calles se las denomina rues. Quedan muy pocos canarios en este territorio. Algunos de ellos se dedican a la hostelería y otros a empresas pesqueras mixtas.
FOSFATOS, PESCA Y PETRÓLEO
Las posibilidades de desarrollo de este territorio son grandes, pero está todo en embrión, por lo cual el futuro puede verse con optimismo. Claro que ese futuro no es para los auténticos saha-rauis. Ésta es una de las grandes vergüenzas existentes en el mundo, espoleadas por los intereses de las grandes potencias.
Los saharauis que viven pobremente en el desierto argelino de Tinduf desde 1976, carentes de casi todo y con un clima que a veces alcanza los 50 grados, esperan en vano que sus hijos y nietos puedan regresar a un país libre, pero salvo las ONGs, nadie les va a echar una mano, porque aquí se está cociendo una gran rapiña.
Marruecos no va a soltar este territorio, porque en él hay uno de los mayores yacimientos de fosfatos del mundo; porque tienen el Banco Pesquero Canario-Sahariano, que les produce una gran rentabilidad; porque existe petróleo, y detrás de él están –entre otras– compañías norteamericanas, francesas y españolas, y porque las posibilidades de un desarrollo turístico son muy grandes. Sin olvidar las apetencias político-estratégicas de determinadas potencias occidentales.
Todo está muy planificado y será difícil desalojar a los ocupantes marroquíes, por muchas resoluciones que haya de las Naciones Unidas sobre la imperiosa necesidad de la autodeterminación del Sahara. Máxime cuando se ha demostrado que la ONU no tiene ningún poder, ni fiabilidad. Por encima de ella pasan naciones como Estados Unidos, Gran Bretaña y España, como se ha visto en la invasión de Irak. La legalidad internacional no existe y estos países se han encargado de reafirmarlo.