Si el aborto es un derecho, ¿por qué preocupa que aumente a las autoridades sanitarias?

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El aborto es el paradigma de la opresión, de la explotación del fuerte sobre el débil; es el modelo de relación capitalista por excelencia.

Sorprende que tras hacerse públicos los datos sobre el aborto en España durante el año 2007, las autoridades sanitarias del PSOE hayan expresado inconteniblemente su alarma y preocupación.


Una sociedad progresista y avanzada como la que proclama el Sr. Rodríguez Zapatero debería sentirse satisfecha porque haya cada vez más mujeres y más jóvenes que aborten, sin embargo parece que no es así. Analicemos algunos datos para poder entender el alcance de la situación. El número total de abortos conocidos en el año 2007 llegó a 112.138, posiblemente sean más ya que como actividad lucrativa de no pocas clínicas «progresistas» se intenta siempre desinflar la cifra para pagar menos impuestos. Estos abortos suponen el doble de los que había en 1998, donde alcanzamos los 53.847.


El 95% de los abortos son financiados con dinero público a través de diferentes conciertos con clínicas privadas lo que genera un negocio que hay que defender. Por otro lado, la tasa de mujeres menores de 19 años que han abortado es del 13,8% lo que supone un notable incremento en todos los aspectos respecto a 1998 que era el 5,7%.


 Si el aborto es un derecho; si el aborto es una expresión de la libertad e independencia de la mujer frente al hombre y frente al niño; si el aborto es, en definitiva, progreso, ¿a qué viene tanto alarmismo? El 97% de las mujeres que han abortado han aducido como causa riesgos para la salud de la madre, lo cual nos lleva  a pensar que el embarazo es en sí mismo una enfermedad de alto riesgo, especialmente para las mujeres, lo cual no deja de ser paradójico ya que es el método que nos ha dado la naturaleza para reproducirnos.


Según la paranoia progresista el quedarse embarazada, supone un grave riesgo y abortar es un derecho y un beneficio social que hay que proteger y ampliar. Evidentemente, esto no se lo traga nadie en su sano juicio moral; la falacia resulta escandalosa y hay que desenmascararla. El aborto es un mal en sí mismo por diversas razones y nadie puede ocultarlo. Veamos pues.


 1) El aborto es el asesinato de un ser humano. Actualmente, nadie mínimamente honrado cuestiona la verdad científica de que la persona es tal desde la concepción; toda su información genética esta funcionando desde ese mismo momento. Defender el aborto es defender la eliminación sistemática de personas concretas. No valen componendas pseudocientíficas que tratan de eliminar o reducir la dignidad humana del niño en estado embrionario o fetal.


 2) Pero es un asesinato especialmente condenable porque, y perdón por la obviedad,  la indefensión y la debilidad de la víctima es máxima. El aborto es el paradigma de la opresión, de la explotación del fuerte sobre el débil; es el modelo de relación capitalista por excelencia.


Un ser humano sometido a la arbitrariedad de otro ser humano; un ser humano propiedad o capricho de otro, con el agravante inconmensurable de que es su propia madre quien ejerce tal nivel de violencia. ¿Cómo se puede siquiera concebir que el aborto sea manifestación de alguna liberación o de algún tipo de progreso? Sin embargo muchos lo creen así. Deben explicarlo.


 3) Como consecuencia, el aborto provoca un daño objetivo a la conciencia tanto de la madre como del padre. Este es un aspecto que se quiere silenciar sistemáticamente pero las evidencias sanitarias lo ponen de manifiesto. El aborto supone un desgarramiento interno en la conciencia moral  con consecuencias psíquicas muy graves. Pero este desgarramiento no es sólo de la madre, lo es del padre también, el gran ausente de esta tragedia. Los niños abortados en general no tienen padre y nos quieren hacer creer que el abortismo es cuestión sólo de mujeres y no es así. La degradación de la figura paterna forma parte sustantiva de este problema con consecuencias muy negativas para la sociedad especialmente en la educación de los jóvenes.


 4) El aborto, también,  es un método de eugenesia. La mayoría de los niños síndromes de down son eliminados antes de nacer. Es un método filo-nazi de ingeniería y control social.  Margaret Sanger  de la Federación Internacional de Planificación familiar lo deja claro: «El control de la natalidad debe concluir a una raza más limpia»…»la esterilización eugenésica es una necesidad urgente…debemos prevenir la multiplicación de este linaje malo»


«El mismo control de natalidad, frecuentemente es denunciado como una violación de la ley natural, no es nada más o menos que la facilitación del proceso de eliminar al no apto, de prevenir el nacimiento del defectuoso o de los que llegarán a ser defectuosos»…»La procreación de los enfermos, imbéciles y pobres debe ser detenido.»


Nuestra sociedad que proclama bien alto el derecho a la diversidad, a la diferencia, que dice que repudia el racismo, sin embargo, al mismo tiempo legitima el rechazo, antes de nacer, del niño deficiente. Los derechos fundamentales de la persona rigen para todas las personas, adquiriendo una mayor relevancia para las personas que muestran alguna minusvalía.


Una sociedad progresista y avanzada como la que proclama el Sr. Rodríguez Zapatero debería sentirse satisfecha porque haya cada vez más mujeres y más jóvenes que aborten, sin embargo parece que no es así. Se trata de que, especialmente, la mujer esté plenamente disponible para su explotación laboral lo cual implica necesariamente que el matrimonio, la familia y la educación de los niños son enemigos.


El 80% de las mujeres tendrían más niños pero confiesan que la presión económica se lo impide. Esto significa, y nos reiteramos, que el materialismo salvaje del neocapitalismo ha entrado en el vientre  materno.






Combatir militantemente una cultura de muerte desde la promoción de la justicia y la solidaridad es imprescindible.

Todavía sorprende como la mayoría de las asociaciones pro-vida estén ausentes de  esta realidad socioeconómica y muchas defiendan, de hecho o de derecho, el actual sistema económico, el cual es inseparable de la presión abortista sobre la familia. Este materialismo, a diferencia de hace 100 años, ya está configurado culturalmente por lo que es importantísimo combatirlo y eso no se hace con asistencialismo hacia las madres. Ayudar a una madre o a una familia  puede ser urgente pero combatir militantemente una cultura de muerte desde la promoción de la justicia y la solidaridad es imprescindible.


 6) Unido a lo anterior, el aborto es un mecanismo fundamental utilizado por los organismos internacionales como la ONU, la UNICEF, etc. para controlar a los empobrecidos de la Tierra. Cuando el 85% de la humanidad sufre miseria mientras el 15% restante disfruta de unos niveles de consumo escandalosos, para el poder global actual es necesario aliviar la presión demográfica de las víctimas de la opresión y la injusticia.


Hoy defender el aborto es defender los intereses de este sistema auténticamente imperialista. Para ello hay multitud de ONGs y fundaciones ligadas a gobiernos, a partidos políticos, a empresas y bancos transnacionales que lideran las campañas pro-aborto en los países empobrecidos, ejerciendo una auténtica dictadura y chantaje a pueblos enteros amparados en los llamados Objetivos del Milenio de Naciones Unidas.


De tal forma es así que cuando se habla de la salud reproductiva de la madre, pseudoconcepto inventado por la ideología de género, se están refiriendo al aborto, a la esterilización, y a la anticoncepción. Este eufemismo, esta trampa lingüística  ha servido para que incluso organizaciones católicas privadas y oficiales, carentes inexplicablemente de un análisis mínimo de la situación del mundo, estén apoyando esta ideología pro-abortista  amparada tras una falsa y perniciosa defensa de la salud de la madre.


 Cuando a los responsables del genocidio de Ruanda les preguntaron por qué  habían repartido entre la población machetes especialmente importados, respondieron que se trataba de que todo el pueblo participara del genocidio,  que todos fueran no sólo cómplices pasivos, sino autores materiales de los crímenes, y así nadie pudiera evitar estar al margen del crimen.


Algo parecido está sucediendo con el aborto en nuestra sociedad. Se trata de que todos seamos cómplices, inductores y ejecutores de alguna manera, de forma que se arranque de nuestro corazón la capacidad de ser solidarios personal  y colectivamente, y se siembre la impotencia, la desesperación y el resentimiento.


 El  abortismo es una táctica del actual desorden moral  para controlar a las personas y  a los pueblos, impidiendo cualquier proyecto  de transformación social y perpetuando su dominación y explotación imperialista y totalitaria.


 Por todas estas razones el aborto es un mal que hay que combatir militantemente atacando a sus causas culturales y políticas. No vamos a consentir que se reduzca radicalmente al hombre, considerándolo un mero material biológico.






 El aborto es un mal que hay que combatir militantemente atacando a sus causas culturales y políticas.


La vida no es simplemente «una cosa» que el hombre y la mujer pueden reivindicar como su propiedad exclusiva. La vida es un don, una realidad sagrada que hay que custodiar y cuidar amorosamente desde la concepción hasta la muerte natural. Defender la vida significa una lucha firme y perseverante por una sociedad justa y solidaria.  No vamos a consentir que la inviolable dignidad de la persona quede sometida a la voluntad del más fuerte. Cuando el Estado presume de disponer de la vida de los más débiles e indefensos en nombre de la utilidad, que no es otra cosa que el interés de algunos, se transforma en un Estado Tirano.


La democracia no es fundamento, es un procedimiento basado en el diálogo pero que debe estar apoyado firmemente en principios morales como es la defensa de la dignidad de todo ser humano. Cuando el legalismo democrático se salta este principio, traiciona sus propios pilares y empieza a recorrer la senda del totalitarismo.


M. Mar Araus y Carlos Llarandi.