SI LOS INMIGRANTES PARASEN

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IMAGINE UNA ESPAÑA sin inmigrantes en la que la fruta de los árboles se pudriría porque nadie la recoge, donde las obras se quedarían sin peones, los restaurantes sin camareros, las ciudades sin mensajeros y las casas sin nadie que cuide de los niños o los abuelos. Su fuerza laboral es básica para nuestra economía y calidad de vida. En EEUU los latinos van a parar un día para demostrarlo. Aquí no hace falta…

JUAN C. DE LA CAL / VICTOR RODRIGUEZ


Las crónicas lo recuerdan como «un soleado sábado en Chicago», un día ideal para pasarlo en la calle y no trabajando las 18 horas de media que hacía cualquier obrero de la época. Hablamos de aquel 1 de mayo de 1886 cuando los empleados de la fábrica McCormik, liderados por el sindicalista Albert Parsons, se declararon en huelga para pedir una jornada laboral de ocho horas. Fueron reprimidos, tiroteados, masacrados… Pero consiguieron su objetivo y esta fecha fue declarada, años después, como el día oficial del trabajo.


El primero de Mayo de 2006, 120 años después, la comunidad latina de Estados Unidos -donde, curiosamente, no se celebra esta fecha-  llamó a sus casi 50 millones de miembros -el 15% de la población del país-, entre censados e irregulares, a mantener una huelga simbólica para pedir más dignidad y respeto a su trabajo. Aunque, en realidad, sea una demostración de fuerza para presumir que pueden estrangular la actividad diaria norteamericana.


La idea da que pensar. ¿Qué pasaría si los cuatro millones de inmigrantes que viven en España hiciesen lo mismo? Es posible que al supermercado de la esquina no llegase a tiempo la fruta, que nadie recoja la basura de su portal, que la reforma de su casa nueva se detenga, que no pueda comer en un restaurante porque no hay cocinera o camareros o que nadie vaya a por sus hijos al colegio.


A nivel global, el impacto sería mayor. Nadie recogería la fruta de los árboles o las lechugas de los invernaderos del sur; las más de 400.000 viviendas que se están construyendo en nuestro país se paralizarían; el sector de la distribución de mercancías entraría en colapso… El 80% de la actividad primaria de nuestro país está en sus manos. En contraste, su ausencia no afectaría a los sectores estratégicos: energía, comunicación, finanzas, etc. Pero todos los empresarios reconocen que, sin su ayuda, la prosperidad de sus negocios se vería afectada y, en muchos casos, ni siquiera existirían. Como señala Alfonso Jiménez, coordinador del libro Inmigración y empresa, «es una temeridad que una empresa española, de cualquier sector, no se plantee una estrategia de contratación de inmigrantes. Hoy son necesarios en los puestos menos cualificados, pero en cinco o 10 años lo van a ser también en los cualificados».


 


En esta década, España se ha convertido en uno de los principales países receptores de inmigración del mundo. Un fenómeno que está siendo estudiado en las principales universidades del planeta. En términos económicos, el balance es más que favorable. Un estudio realizado por el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid, José Vicens, asegura que por cada euro que se invierte en ellos revierten a nuestra economía 12.


Y a pesar de ganar un 30% menos que sus homólogos nacionales; a pesar de que la cuarta parte vive de la economía sumergida; a pesar de ahorrar lo suficiente para mandar a su países 3.000 millones de euros anuales; a pesar de que su rendimiento laboral es un tercio superior al de los españoles; a pesar de que las pensiones están aseguradas para varios años por su contribución a las arcas de la Seguridad Social, todavía hay quien piensa que los inmigrantes en España no son necesarios.


CONSTRUCCION


Las grandes obras públicas y la construcción de cientos de miles de viviendas se pararían


475.000 obreros. Oficialmente, los extranjeros son el 21% de la mano de obra. Al menos el 44% de los foráneos está en la economía sumergida. Entre los «legales», la diferencia salarial con los españoles es de 1.000 euros año.


El andamio está vacío. Iván Cosme, 32 años, ecuatoriano, y su cuadrilla no han aparecido para enfoscar los pilares del puente sobre la M-30 madrileña. Tampoco están Ibrahim y Amadou, los senegaleses encargados de hacer la masa de cemento para abastecerles. Lo mismo que Nicolai Santorini y Alexandru, los soldadores rumanos que se fueron anoche con la máquina y todavía no han vuelto. Luis García, el encargado extremeño, lleva una hora dando vueltas sin saber que hacer. La obra está parada porque no tiene a nadie que mandar. Llama por el móvil a los otros encargados. Lo mismo: ¡han desaparecido! ¿Quienes? Los obreros extranjeros. O lo que es lo mismo, el 80% de la gente a la que coordinan. «Si parasen, sólo quedaríamos los jefes pero sin indios a quien mandar», se queja el oficial.


La M-30 madrileña, sin embargo, está tan atascada como todos los días. Cada retraso le cuesta una fortuna a las empresas.Y sin los trabajadores inmigrantes sería imposible continuar. Oficialmente, en el sector de la construcción suponen el 21,5% del total, unos 475.000 obreros en toda España, con mayoría de ecuatorianos, marroquíes y rumanos, por este orden.


«El impacto de esta mano de obra en nuestra economía es mucho mayor de lo que pensamos. Y la construcción es el motor de la economía que, en Madrid, creció el año pasado un 4%. Si ellos no estuviesen aquí, el sector se estrangularía porque no hay españoles que hagan ese trabajo», afirma Ignacio Niño, coordinador de Economía del Ayuntamiento de la capital.


Vivienda


Peor incluso que el colapso de la M-30 madrileña sería la paralización del medio millón largo de viviendas que se están construyendo en nuestro país. Según la Confederación Nacional de la Construcción, sería imposible acabarlas sin la mano de obra extranjera. Las consecuencias serían brutales: los españoles debemos a los bancos medio billón de euros por los préstamos pedidos para comprar esos pisos. ¿Qué pasaría si no se terminan?


El paro también llegaría al público medio. Consuelo no encuentra un pintor español que le acabe la reforma de su casa por menos del doble de lo que le cobraba Igor, un polaco, profesor de música en su país, reconvertido al oficio por necesidad. Y a Matías, un panadero de Burgos, se le ha ido Ahmed, el marroquí que le ayudaba a acabar su chalé los fines de semana. Hoy se han dado cuenta de lo imprescindibles que son.


AGRICULTURA


Si ellos no recogiesen la fruta o no trabajasen en los invernaderos del campo, nadie lo haría


Comemos gracias a ellos. Oficialmente representan el 21,35% del sector pero en algunas comunidades del sur son más de la mitad de los trabajadores. Los 300.000 inmigrantes que laboran en el campo aportan el 2% del PIB.


Los árboles murcianos están este año bien cargados de fruta. Ha llovido más y el agua que les llega del trasvase Tajo-Segura sí ha sido suficiente. Hay que aprovechar para resarcirse de la sequía. Pero, ¡horror!, no ha aparecido nadie para recogerla a la hora acostumbrada. En la vecina Almería, más de lo mismo. Los invernaderos de verduras rezuman de lechugas, pimientos, tomates y calabacines esperando a que los cojan. Unos 35.000 inmigrantes, sobre un total de 60.000 trabajadores, tienen la culpa de este retraso. Y más al sur, en la costa de Huelva, en Lepe sin ir más lejos, las miles de mujeres polacas responsables de clasificar las últimas fresas de la temporada, las más ricas y dulces, también se han quedado en sus casas.


Colapso


El sector agrícola es, sin duda, el más afectado por el paro de los inmigrantes, que ocupan más del 21% de las afiliaciones a la Seguridad Social. Aunque, en realidad, son más del doble. Sencillamente: no existiría si no fuese por sus brazos. No ha pasado tanto tiempo desde que eran los emigrantes españoles los que acudían en masa a la vendimia francesa. En un país de tanta tradición agrícola como éste, ahora es casi imposible encontrar a alguien nacional para trabajar. Es el mismo caso de los aceituneros andaluces o los fruteros de Aragón o Cataluña. Todos ellos son los principales clientes del cupo de inmigrantes, un registro creado por la Administración para facilitar y regular a los empresarios la contratación de mano de obra extranjera.


Francisco Saura, de 60 años, agricultor de toda la vida, dejó el arado hace unos años para montar una Empresa de Trabajo Temporal que emplea una media de 400 personas al mes en la zona de Torrepacheco, Murcia. El 95% son inmigrantes. «Ya no quedan españoles para trabajar en el campo. Es muy duro y se ha perdido la cualificación que se heredaba de padres a hijos. Antes eran empresas familiares, más pequeñas y ocasionales. Ahora son más grandes e intensivas, por lo que no es sólo una cuestión de dinero conseguir trabajadores nacionales. O ellos recogen la fruta, o se pudre en los árboles», asegura.


La crisis agrícola se extiende también al centro de las ciudades. Cualquier alteración en el mercado haría subir los precios de un día para otro. Unos días más de huelga y el kilo de tomate subiría, automáticamente, un euro de media en la época en la que cuestan menos. Sólo en Madrid, la cuarta parte de las fruterías, regentadas por suramericanos, cerraría.


SERVICIOS


Cuidan de nuestros hijos, de nuestros mayores, recogen nuestra basura y limpian nuestros espacios


Asistencia. Dos de cada tres empleadas domésticas son extranjeras. En 10 años más de la mitad de la limpieza industrial la realizarán inmigrantes. La mayoría de los 350.000 empleos que creará la ley de dependencia serán desempeñados por foráneos.


La orgullosa T4 de Barajas está herida en su amor propio. Ninguno de los más de 66.000 pasajeros que a diario pasan por ella admira hoy su imponente techo abovedado sino el suelo, bastante más sucio que de costumbre. Se ven menos operarios de limpieza que otros días. Unos 30 de los 300 que trabajan allí son extranjeros y hoy se han quedado en casa.


«La actividad no quedaría paralizada, pero el desaguisado sería importante», asegura Alfonso Gordon, director de recursos humanos del gigante de los servicios Eulen (limpieza, telemarketing, mantenimiento, asistencia sociosanitaria a domicilio, seguridad…).De él depende uno de cada 500 trabajadores que hay en España. El 5,3% de su plantilla es extranjera, pero en ciudades como Madrid ya son el 22%, más de uno de cada cinco. Entre el 12 y el 17% de las personas que se dedican a la limpieza industrial en España nacieron en otro país.


La situación de la T4 se reproduciría en oficinas y edificios y, en menor medida, en las calles de las grandes ciudades. Nada comparado con lo que será en sólo unos años, cuando la mitad de los limpiadores de este país serán extranjeros.


El grupo Eulen es también el principal proveedor de servicios de asistencia a domicilio del Ayuntamiento de Madrid. El 30% de las personas que reciben este tipo de ayuda -en su mayoría ancianos- en la capital quedarían desatendidas. «A ver quién le iba a limpiar el culo a los viejitos», apunta Claudia Somaya, una asistente colombiana especializada en esta labor.


Se prevé que la ley de Dependencia cree unos 350.000 puestos de trabajo que, en gran medida, tendrán que ser cubiertos con mano de obra extranjera.


Cuidadoras


Rosa Borrás pertenece al colectivo del 55% de madres españolas que trabajan. Sus hijos salen a las cinco de la tarde del colegio al que van, en el barrio valenciano de la Malvarrosa, y Aline, la chica ecuatoriana que les atiende, no irá hoy a recogerlos. Rosa tendrá que pedir un permiso especial para salir antes de su oficina de estudios de mercado si no consigue localizar a su madre. En esta situación está el 75% de las madres españolas con hijos en edad escolar porque tres de cada cuatro cuidadoras son extranjeras.


En el sector doméstico ya se ha visto cómo los españoles han dado la espalda a las labores que no gustan. Casi el 70% de los trabajadores afiliados en el régimen especial de la Seguridad Social -unas 400.000 personas- son extranjeros. Si no trabajasen, la única solución sería crear más guarderías públicas que en España apenas llegan al 8% del total de las plazas. La cobertura en Dinamarca, por comparar, alcanza el 44%.


DISTRIBUCION


Los productos de primera necesidad costarían más al consumidor si no trabajasen


Terceros más afectados. Tras construcción y agricultura, la distribución sería el sector más perjudicado. Los extranjeros realizan hasta un tercio del total del trabajo. Copan la mitad de nuevas contrataciones. Algunos costes se multiplicarían por cinco


Hoy no ha habido madrugón. Mercamadrid, el mayor mercado de España, ha amanecido con legañas y con un tercio menos de movimiento.Ni los inmigrantes que trabajan, ni los que vienen a comprar han aparecido a las tres de la mañana como todos los días. En cifras supone que 7.000 de las 20.000 personas que a diario deambulan por los inmensos hangares del recinto se han quedado esta madrugada en la cama.


Aquí se mueven todos los días 10.000 toneladas de productos -un millón de euros cada mañana-, que sirven para abastecer a los cinco millones de habitantes de la Comunidad madrileña y a cientos de miles de las dos Castillas. Pero sin extranjeros para descargar y distribuir los camiones, este volumen se reduce a la mitad. En el hangar de fruta, sobre todo, echan de menos a hombres como Worceck Thomas, 30 años, 100 kilos de peso, trabajador desde adolescente en los muelles de Gdansk, en su Polonia natal, y que con su cuadrilla de compatriotas puede descargar un camión de cinco toneladas en menos de tres horas. Con este paro, los colegios se quedarían sin manzanas en su menú escolar y muchos restaurantes tendrían que tirar del pescado congelado porque el fresco aguarda a que vengan los peruanos a estibarlo y clasificarlo por 1.000 euros al mes.


«Desde luego, los inmigrantes son absolutamente necesarios. Sin ellos este mercado funcionaría a la mitad. Y que quede claro que no están quitando el trabajo a los españoles. Porque, sencillamente, cubren puestos que nadie quiere», asegura Luis Blázquez, director de Mercamadrid. Para Alfonso Jiménez, coordinador del libro Inmigración y empresa, «este sector sería el tercero más afectado si pararan, por detrás de la construcción y la agricultura».


Sin recados


Y si la comida no se distribuye, lo mismo pasa con los recados. El 20% de los mensajeros motorizados de empresas como MRW y SEUR también son inmigrantes. Realizan una media de 30 viajes al día. Para casos de urgencia -envíos a hospitales, certificados judiciales, etc.- las empresas u organismos tendrán que contratar taxis. Tardarán mucho más y el precio se multiplicaría por cinco.


En los supermercados del Grupo Caprabo -3.000 millones de euros de facturación- más del 8% de sus 20.000 empleados son inmigrantes de más de 50 países. «Hoy, un paro de todos nuestros trabajadores extranjeros sólo significaría que tendríamos un 8% de absentismo, pero sí que es verdad que tenemos cada día más», explica Vera Baena, directora de organización del área de recursos humanos.En alguno de sus programas de formación el porcentaje de aprendices viene estando en torno al 50% desde hace dos años.


HOSTELERIA


Muchos restaurantes se quedarían sin cocineros, camareros y nadie le llevaría una pizza a su casa


La cuarta parte. De los 800.000 trabajadores del sector, casi 195.000 son extranjeros. En algunas cadenas de restaurantes el porcentaje supera el 50%. De media cobran 3.649 euros anuales brutos menos. Transportan el 60% de la comida a domicilio.


El termómetro pasa de los 30 grados y la playa está llena. Medio Madrid ha invadido la costa valenciana aprovechando los cuatro días de este puente de mayo. La tercera parte piensa encargar una paella a la hora de comer. No hay problema para cocinarla. Pero, ¿quién la sirve? Todos los restaurantes de la costa han hecho un zafarrancho de combate en sus familias y hoy las mesas están atendidas por niños y adultos de todas la edades, parientes de los dueños de los establecimientos. «En verano sería una catástrofe porque ya no se encuentran camareros de aquí. Además, tendríamos que pagarles un 30% más y eso repercutiría en el precio del menú», asegura Agustín López, dueño de un chiringuito en la Playa alicantina de San Juan.


Cadenas


Si en los negocios familiares pueden arreglárselas, algunas de las grandes cadenas hosteleras lo tendrían bastante más difícil para servir un simple café. Son más de 4.500 establecimientos en todo el país, con 75.000 trabajadores y una facturación que supone el 1,2% del PIB nacional. En cualquier establecimiento de la cadena VIPS, por ejemplo, hoy faltarían más de la mitad de los camareros y la mayoría de los cocineros. La empresa presume de tener más de 85 nacionalidades en nómina y de que un tercio de su equipo gerencial es foráneo.


El caso de esta empresa o de los burgers, donde la inmensa mayoría son inmigrantes, constituyen todavía una excepción. En el conjunto del sector la media no llega al 25%. Pero la tendencia apunta a que en pocos años habrá más extranjeros que españoles trabajando.


«¿Te gustaría que tus hijos trabajasen en un oficio tan duro como éste? Ésa es la principal razón: los padres no quieren. Las empresas están cansadas de emplear personal que no tiene perspectivas de quedarse mucho tiempo, aunque haya posibilidades de promocionar. Y eso que un gerente de centro gana más que un profesor», afirma Juan Ignacio Díez, de la Asociación de Cadenas de Restauración Moderna.


«Los jóvenes que quieren trabajar no están cualificados y sólo pretenden cubrir el expediente ante sus familias. Si hubiese un paro se cubrirían las bajas con mucha dificultad porque pagaríamos lo mismo por menos calidad en el servicio», afirma por su parte Rafael Ruiz, director general de la cadena Café de Indias, con sede en Sevilla y con 65 establecimientos repartidos por todo el país.


Y si no pudo comer, tampoco espere la socorrida pizza de encargo en casa para cenar. El 60% de los mensajeros de Telepizza, por ejemplo, son extranjeros. ¿Quién se la llevaría? Seguro que llegaría fría… Eso sí, lo único que tendría asegurado es tomar una copa de madrugada porque la presencia de trabajadores en locales nocturnos no es significativa.