Sierra Leona: Menores en cárceles de adultos

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Al fotógrafo Fernando Moleres (Bilbao, 1963) le impactó descubrir la trágica situación que sufren muchos menores recluidos en cárceles para adultos y decidió viajar a Sierra Leona para conocerlo en primera persona.

“Una exposición con 5 fotos de una cárcel de Madagascar me provocó tanta indignación como interés por ahondar en esta situación, para documentarla de una manera más extensa y tratar de provocar una reacción que ayude a estos olvidados, metidos en un horror que va contra las leyes firmadas y ratificadas en Sierra Leona sobre los derechos del niño”.

“La mayoría de ellos están acusados de delitos menores en juicios en los que no han tenido derecho a un abogado. Por fumar marihuana tres años de cárcel, por robar un móvil dos, por robar dos ovejas otros dos años”.

Fernando entró con su cámara en la cárcel de Pademba, en Freetown, considerada de máxima seguridad, donde en 2010 había 32 menores. “La situación es tan trágica que muchos reclusos mueren dentro por desnutrición y falta de asistencia sanitaria. Solo se come una vez al día un plato de arroz manchado con salsa, pero las raciones son tan justas que hay que hacer cola para pelear por la comida. A menudo encuentras menores que no han comido ni bebido agua ese día”. Fernando me dice que allí no tienen agua para lavarse, que tienen que esperar a la temporada de lluvias. Muchos de los presos duermen directamente en el suelo, apretados unos contra otros. Las condiciones higiénicas son tan deficientes que enfermedades como los hongos o la sarna están generalizadas, pero solo si tienes dinero puedes ser atendido por un médico o acceder a medicamentos.

Las sobrecogedoras fotografías que obtuvo de los menores reclusos de Pademba ganaron premios internacionales pero no cambiaron la situación y se lanzó a crear Free Minor Africa, una ONG localizada en Barcelona y en Sierra Leona, destinada a ofrecerles apoyo, ayudar en la reintegración familiar y en la reinserción laboral.

Pueden pasar años hasta que muchos de los reclusos son juzgados, como es el caso de Abdul Karim. Tenía 13 años cuando le acusaron de intento de asesinato, junto a un grupo de adultos. Le encerraron en la cárcel de Pademba y transcurrieron 5 años hasta que fue llevado ante el juez. Al final le sentenciaron a 9 años de cárcel. Cuando salió, Free Minor Africa acudió a recogerle. “Abdul, que pasó la mayor parte de su vida en una cárcel horrible, salió muy enfermo y con problemas psíquicos”, me cuenta Fernando.

Cuando los jóvenes salen se encuentran en Freetown, una ciudad donde el nivel de pobreza y la tasa de desempleo son aterradores. “Ellos me decían, inocentemente, que querían estudiar y ser médicos o abogados, para ayudar a otros a no pasar el calvario por el que habían pasado ellos”. La mayoría de ellos son huérfanos, por culpa de la guerra civil que golpeó a Sierra Leona durante 10 años.

Le pregunto por el sistema judicial en el país africano. “En África, antes de ser colonia de los países europeos, no existían las cárceles, ni el sistema penal impuesto. Las disputas se resolvían con compensación hacia la familia del afectado. Ahora en la mayoría de los países africanos el sistema judicial es injusto. No tienen recogido el derecho a un abogado, la presunción de inocencia está muy amenazada, las penas carcelarias son muy duras y desproporcionadas”. Para muchos presos la causa de que estén allí privados de libertad es su pobreza. “Me sorprendió que la Comisión de Derechos Humanos, a los que una vez entrevisté, nunca había accedido a la principal cárcel del país”.

Según me cuenta Fernando, en estos momentos no está permitido el acceso a la cárcel de adultos de Pademba, de forma que el trabajo de su organización se centra en la cárcel de menores. Allí han creado una escuela, la única, donde 40 jóvenes disponen de dos profesores que les enseñan a leer y a escribir. Los que ya estaban estudiando antes de ingresar en prisión pueden seguir haciéndolo y presentarse a los exámenes. Cuando salen, si quieren continuar con sus estudios y no tienen recursos, la organización les presta apoyo. Si no tienen familia o a alguien que les ayude, lo más probable es que reincidan o sean explotados laboralmente por conseguir un plato de arroz.

La inserción laboral es otra de las principales líneas de acción de Free Minor Africa, que busca puestos de trabajo como aprendices para los menores. Aunque la explotación está tan extendida en la capital sierraleonesa que ahora la organización está estudiando crear pequeños negocios donde los jóvenes puedan ser autónomos.

Con los que sí tienen familia se hace un trabajo de reintegración, intentando vencer el estigma de haber pasado por la cárcel.

Autor: Javier Sánchez Salcedo. Fotografías de Fernando Moleres
Fuente: Mundo Negro