Con motivo de los actos que recordaban el horror de la I Guerra Mundial, el Papa afirmaba, que “tras el segundo fracaso de una guerra mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida por partes, con crímenes, masacres y destrucciones”.
¿Es esta una imagen de La Piedad, la que nos pinta Francisco, de humanidad herida por la guerra y la violencia? Creemos que sí.
La guerra se ha extendido en Oriente Medio, desde Israel y Palestina hasta Irak, llegando a las puertas de Jordania y Turquía, donde las masacres de civiles, el empobrecimiento de la población, la persecución religiosa y un éxodo de más de 9 millones de desplazados sirios acentúan un escenario dantesco…
Hemos constatado cómo la venta de armas es un gran negocio para países como Rusia, EEUU, Europa (España entre otras), con compradores entre los países del Golfo y Oriente Medio, y dictaduras de medio mundo; con claras implicaciones del mercado negro internacional y los circuitos financieros que lo sostienen.
Grandes países, con mayorías de empobrecidos, como India, Paquistán y China son los principales importadores de armas, empeñado este último en una gran flota naval para controlar mares y rutas para el expolio de África e Iberoamérica…
Hoy hay más proveedores y compradores de armas que antes y, crecientemente, ni todos los vendedores ni todos los compradores son los gobiernos o sus fuerzas armadas, sino clientes “privados” como mercenarios, terroristas y bandas criminales, ¿a quién beneficia?
En África los intereses por el petróleo y otras materias primas, han propiciado estados de guerra permanente como en Libia, Sudán, Centroáfrica o el Congo, este último con más de 5 millones de muertos.
En Ucrania, como en otras ex-repúblicas soviéticas se están perpetuando conflictos con grandes intereses de Rusia, Unión Europea y EEUU de forma directa.
Pero no hemos de olvidar el narcotráfico, la trata de personas y crimen organizado que atraviesan la humanidad desde Iberoamérica hasta África y Asia. Estos actores han provocado que instituciones que debían ser garantía para los pobres, se convierten en opresoras, haciendo de la corrupción herrumbre de toda estructura política y judicial del estado, y propiciando que la violencia someta a los pueblos.
Este capitalismo que no conoce fronteras hace que el dinero “negro” adquiera toda la escala de grises y confluya en los paraísos fiscales, en los que hay sucursales de Bancos de todo el mundo.
El Papa lo ha denunciado afirmando que “en la sombra” convergen “intereses, estrategias geopolíticas y codicia de dinero y de poder”, y los calificó como “planificadores del terror” y “organizadores del desencuentro”. Por eso hemos de gritar una vez más, ¡nunca más la guerra!
Editorial de la revista Autogestión