TURISMO SEXUAL. Por Francisco Umbral

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Reproducimos este artículo escrito hace 6 años pero de plena actualidad (más de 50.000 españoles viajarán este verano a hacer turismo sexual con menones, y ante esto: silencio absoluto de este gobierno de ZP que al parecer dice buscar la decencia en nuestra querida España.) El escritor, premio Cervantes, Francisco Umbral, manifestaba en un artículo titulado «Turismo sexual», que el Papa Juan Pablo II en su visita a la India (5 al 8 de noviembre de 1999), había estado pegado a la realidad en su denuncia de la colonización del turismo sexual, donde están en venta, por hambre, desde la hija de 10 años hasta el padre de familia. El Papa ha acertado contra una de las más inconfesables verdades de nuestra progresía (pues resulta que vivir y contar eso queda muy progre).

Publicado en la Revista Autogestión

Aunque ha sido fríamente recibido en aquel mundo populoso de religiones, el Papa ha estado, más que nunca y que en ningún sitio, pegado a la realidad y la actualidad. Así, su condena del turismo sexual en Asia.

He aquí una forma de colonialismo/esclavismo en la que Occidente está incurriendo con penoso alarde. Toda Europa -también España- se ha rebozado en el albañal lúbrico de los masajes tailandeses, o ha recurrido a la prostitución de la que viven aquellos países, donde están en venta, por hambre, desde la hija de diez años hasta el padre de familia.

Colonialismo sexual, sí, que nos permite un comercio de limo y mierda con el Tercer y Cuarto Mundos, con lo que somos tan culpables como las grandes potencias que mantienen esas áreas como fuera de la tierra. Una Europa degerescente y viciosilla, pero muy democrática, eso sí, y muy ilustrada, se aprovecha de la oferta de carne de menores. Estamos ayudando al hambre de aquellos países con un dinero que para nosotros es calderilla, y a cambio del cual disfrutamos la lepra sexual del inframundo. Esta colonización es la que ha denunciado el Papa con muy claras palabras en el texto final del pasado Sínodo sobre Asia.

Esclavismo sexual. Esa gente está entregando su infancia o su honra adulta a la salacidad de unos europeos y unas europeas cuyo cansancio físico e ideológico, que toma la forma del cinismo, les lleva a buscar placer en el dolor de las razas olvidadas.

Hemos convertido Asia en un inmenso lenocinio, pero es que además aquí la cosa resulta de buen gusto, esnob, y se comenta en las cenas como antes se comentaba un safari. Safari de seres humanos es lo que está haciendo nuestra concupiscencia de blancos febles. Como no somos capaces de un amor fuerte y sincero entre nosotros, a favor de las libertades nominales que nos trae la democracia, hemos de recurrir a esa nueva esclavitud sexual de la que disfrutamos gracias al euro, el dólar o la peseta. Las dominicanas o los tailandeses son para nosotros un capricho, una aventura, un aterrador signo de impotencia y una cosa graciosa para contar de vuelta a las amistades.

Nuestras democracias no son un modelo, pero son democracias. Mas tienen su mitad oscura en esta evasión hacia los paraísos naturales, que no son ya los de Gauguin, sencillos y matinales, sino que están comercializados por las mafias que toda democracia lleva detrás como familia numerosa. El Papa ha acertado contra una de las más inconfesables verdades de nuestra progresía (pues resulta que vivir y contar eso queda muy progre).

Más de una vez me han invitado al turismo sexual en La Habana o en Tailandia o en el fin sucio del mundo. No, gracias. Uno sabe buscárselo por sí mismo, todavía, con sentido de la libertad y respeto de los cuerpos. No quiero acabar mi vida de esclavista, de colonialista o de turista lamerón con la lila colgandera.

Ustedes disimulen lo fétido del tema. Uno no acostumbra a llenar los periódicos de mierda. Pero ya ven que el Papa no se ha cortado un pelo, y no vamos a ser menos que el Papa. Mañana será otro día.