Turquía: Fábrica y tumba

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Turquía emplea mano de obra en condiciones laborales infrahumanas en muchas de las grandes empresas que fabrican para medio mundo. El accidente de la mina turca pone en evidencia una práctica generalizada en países como China, algunas repúblicas ex-soviéticas, y varios países africanos e iberoamericanos…Los estándares de seguridad no cumplen las mínimas recomendaciones internacionales, y los niños son empleados en las minas como en otros muchos países del globo.

Miles de turcos protestaron en las calles, tanto en Soma, donde tuvo lugar el siniestro en una mina de carbón, como en las principales ciudades del país, al grito de «no es un accidente, sino un asesinato». Critican al presidente Erdogan, por la gestión de la catástrofe, que deja al menos 282 muertos y decenas de atrapados.

Jornadas sin descanso con sueldos miserables y en instalaciones de dudosa calidad. El contexto de la dramática explosión del martes en la mina de carbón del distrito occidental de Soma, con 274 muertos, evoca los relatos de Charles Dickens del siglo XIX, como uno en el que se refiere a 204 mineros muertos en un derrumbe en Inglaterra en 1838…Pero por desgracia este siglo también ve a menudo hechos como el de turquía.

Turquía es el tercer país del mundo y el primero de Europa en siniestralidad laboral. Sólo en lo que va de año, sin contar los finados en la mina de Soma, 396 turcos han muerto en su lugar de trabajo. 17 de ellos eran niños, de los cuales seis eran menores de 14 años. La extrema pobreza en algunos rincones de Turquía, especialmente en el sureste, fuerza a muchas familias a desescolarizar a sus hijos muy pronto para que aporten un salario.

 

Un estudio de la Universidad de Kirikkale muestra que el sector minero es el más peligroso del país, seguido de la metalurgia y la construcción. El número de accidentes ha aumentado entre 2004 y 2010 hasta constituir, ese año, el 14% de todos los accidentes en la industria. Y eso pese a que los mineros sólo conforman el 1,3% de la mano de obra estatal. Cada año muere una media de 80 mineros en Turquía: uno de cada 1.000 empleados.

El canal CNN Türk calcula que, desde 1941, más de 3.000 mineros han perdido la vida en las entrañas negras de la tierra y cerca de 100.000 han resultado heridos. «Y, lo que es peor, ni siquiera los servicios hospitalarios de la región de Manisa, que es zona minera, estaban preparados para afrontar una pesadilla así», critica Kivanç Eliaçik, responsable de relaciones internacionales de la Confederación de Sindicatos Revolucionarios (DISK).

De acuerdo a datos de la Comisión de Seguridad del Parlamento turco, muchos de los empleados de la mina, privatizada recientemente para la empresa Soma Holding, no cobraban más de 13 euros al día. «Un sueldo así está muy por debajo de los salarios normales en la minería pública», apostilla Pinar Küskü. «Intuyo que lo ocurrido es consecuencia de las malas condiciones laborales que sufrían los mineros».

Desde su privatización, en 2005, Soma Holding posee el yacimiento. Trabajadores citados por el medio Dunya explicaron que, con el cambio de dueños, el número de empleados por turno pasó de 300 a 700, sin cambiar los sistemas de transformación eléctrica. La prensa local señaló inicialmente estos factores como los causantes del accidente. El Gobierno turco anunció que, en el momento de la explosión, había 787 mineros trabajando.

El primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, prometió que se investigará el siniestro, aunque señaló, sin embargo, que este tipo de sucesos sucede «todo el rato» en la minería, así se excusó de la situación laboral de su país, y en concreto de este accidente.

El Papa Francisco ha denunciado una vez más la vergüenza de las causas de estos hechos, mencionando expresamente a Turquía, así como la muerte de inmigrantes en las aguas de Lampedusa, y los calificó a ambos como «desgracia vergonzosa».

 

Autor: Luis Antúnez