Zapatero en guerra

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’LA POLÍTICA es el arte de engañar a los hombres’, escribió D'Alembert. Reconozcamos con buen talante la maestría de José Luis Rodríguez Zapatero para el embuste y la palabra edulcorada

Pero eufemismos aparte, España está en guerra. Participa en la peligrosa contienda de Afganistán. Aquel país se debate en una guerra civil. España se ha alineado junto al bando gubernamental proamericano y en contra del bando talibán proterrorista.

España, pues, está en guerra y lo está porque Zapatero quiere quedar personalmente bien con Obama. Ésa es la pura realidad. El presidente circunflejo se derrite porque el César le haga caso. Así es que se ha postrado de hinojos ante el Imperio y ha conducido a muchos centenares de soldados españoles al horror de la guerra.

Porque no hay guerras santas, ni justas, ni necesarias, ni inevitables. Todas las guerras son una atrocidad. He sido corresponsal de guerra en siete ocasiones en Vietnam, en dos en Camboya, en dos en Israel, en una en el Congo… Entonces no había tribus, ni veladuras, ni garambainas. He vivido profesionalmente la guerra pura y dura y tengo todavía el horror en los ojos.

Por eso me manifesté abiertamente contra la guerra de Iraq, incluso antes de que lo hiciera el Papa Juan Pablo II. Siempre he agradecido a Jordi García Candau que lo recordara así en el mundo socialista. Estuve en contra del apoyo de Aznar a la guerra de Iraq, pero, en honor a la verdad, ni un soldado español combatió en aquella contienda. Tras la victoria del Ejército norteamericano y de su aliado británico, el  Consejo de Seguridad de la ONU convocó a las naciones a que enviaran tropas para mantener la paz y contribuir a la reconstrucción del país. España desplazó entonces a un contingente militar, a la vez que otras 32 naciones.

Tras su precaria victoria electoral y la histérica campaña del No a la guerra protagonizada por un grupito menor de actores y actrices subvencionados, Zapatero decidió retirar nuestras tropas de Iraq de forma precipitada y sin respetar las normas internacionales. Aún más:
alentó insensatamente a que hicieran lo mismo otros países. Eso le convirtió en un apestado ante el mundo internacional.

La victoria electoral en Estados Unidos del nuevo César le ha permitido recuperar sólo en parte la posición perdida. Y en lugar de retirar nuestras tropas de Afganistán, que es lo que debería haber hecho, que es lo que todavía debería hacer, Zapatero para quedar bien con Obama, ha atendido las indicaciones del César, ha abierto de par en par los portones del templo de Jano y ha enviado más soldados a la peligrosísima contienda que allí permanece encendida.

Zapatero está en guerra. Ésa es la pura verdad, duela a quien duela. Ha pasado del No a la guerra en una contienda como la iraquí, en la que no intervino España, al Sí a la guerra en una conflagración que los eufemismos presidenciales no pueden enmascarar. El bien común de los españoles exige que el presidente Zapatero, ateniéndose a los procedimientos internacionales y a los tiempos militares adecuados, retire a nuestros soldados de una guerra lejana y distante en la que nada se nos ha perdido y que ha sumido a la pacifista Carmina Chacón en una atribulada contradicción.



Luis María Ansón es miembro de la Real Academia Española.