60 millones de almas sin hogar

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Actualmente, 60 millones de personas (ACNUR) se ven obligadas a vivir lejos de su hogar a consecuencia de las guerras, el hambre, las persecuciones, la violencia generalizada y las violaciones de derechos humanos. Desde la II Guerra Mundial es la cifra más alta de desplazados.

La mayoría de los nuevos refugiados proceden de Siria y de países en guerra como Irak o Libia; además de países con continuas violaciones de los derechos humanos por distintos motivos, como la República Centroafricana, Sudán, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Eritrea, Somalia, Malí.

No podemos olvidar que más de 230 millones de personas se han visto forzadas a emigrar fuera de su país de origen a causa del hambre, la miseria, la explotación… Estas personas podrían constituir el quinto país más poblado del mundo. Desde 1990 ha aumentado en 78 millones el número de personas migrantes fuera de las fronteras de sus países. El número de niños solos ha aumentado en todas las rutas, sea la del Mediterráneo, el Caribe (a través de México), o la de afganos hacia Irán y Turquía. El análisis sobre la situación de los desplazados indica que la situación va a peor. Las solicitudes de asilo en este año ha sido la más alta en diez años. El 50% son menores de 18 años.

Las rutas de entrada por el Mediterráneo están suponiendo un auténtico genocidio; el mar se ha convertido en una enorme fosa común llenas de personas sin nombre… Sólo en el año 2014, más de 3.000 personas murieron ahogadas en el mar cuando intentaban llegar a la costa europea, cuatro veces más que en el año anterior. Las muertes en el Mediterráneo suponen casi el 70% de personas fallecidas en las rutas migratorias en el mundo. En los primeros cinco meses del 2015 casi 90.000 refugiados y migrantes habían cruzado el Mediterráneo, de los cuales más de 42.000 personas llegaron a Grecia, cifra que supera a todo el año anterior.

En las guerras de Oriente Medio se han cruzado intereses de Europa, EEUU, Rusia, países del Golfo… incluyendo en estos la venta de armas. Así, la crisis en Siria forma parte de una guerra mundial librada en territorio sirio, tal como ha manifestado el obispo melquita J. Abdo Arbach. “El pueblo sirio ya no puede más. Está cansado. Alepo sufrió mucho anteriormente. Ahora vuelven a bombardear con cohetes la ciudad. ¿Cuántas veces han dicho nuestros patriarcas que dejen de enviar armas y dinero? Se alimenta para que no acabe el conflicto”. La realidad en Siria, cuatro años después, ha dejado más de 200.000 muertos, con 7,5 millones de sirios desplazados dentro de las fronteras de su país y casi 4 millones han solicitado protección, principalmente a los países limítrofes.

Al contrario que la «solidaria Europa», el Líbano, un pequeño país acorralado por dificultades internas y con algo más de 4,2 millones de habitantes, acumula un volumen de refugiados sirios equivalente a un 24% de su población.

La Unión Europea, fortificada en el cierre de fronteras, decidió desarrollar una agenda europea para las Migraciones tras los escandalosos hundimientos de embarcaciones que dieron lugar a la muerte de más de 900 personas. Pero en realidad se ha dado una vuelta de tuerca más al cierre de fronteras, con una mayor militarización en el mar Mediterráneo, y han terminado cerrando las fronteras internas de la propia Unión Europea en un verdadero alarde de indignidad.

El ejemplo de los acuerdos de España con Marruecos, con las políticas que se aplican contra el derecho internacional, con las expulsiones en caliente incluidas; tienen un claro paralelismo con lo sucedido en la zona de Birmania, Camboya, Myanmar, Australia y los inmigrantes empobrecidos rohingya.

Las migraciones forzosas son en definitiva la consecuencia de un sistema imperialista, una auténtica guerra de los poderosos contra los débiles, una guerra con millones de víctimas de personas inmigrantes.

La acción contra las causas de las guerras y de tanta injusticia, es la única opción para atajar este drama humano en origen. Si miramos con detenimiento las causas de las guerras del siglo XX y lo que llevamos del XXI observaremos cómo se han desatado los conflictos, en zonas con grandes intereses estratégicos, políticos y económicos. La ONU tiene mucho que ver en la permisividad de esta situación, su pretensión de ser el árbitro mundial, sin atajar esta situación de fondo, si no más bien maquillando la acción de los principales responsables, ha favorecido el mayor éxodo de la historia. ¿Estaremos a la altura?

Editorial de la revista Autogestión