La nueva economía sumergida.Está generando los trabajadores sin futuro

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La plena incorporación de España al liberalismo económico más radical está llevando consigo la generalización de la precariedad laboral. En el ideario del joven, trabajo es equivalente a irregularidad, a economía sumergida, no sabe de otro trabajo, de otra forma de ganarse la vida .Tradicionalmente, la mayoría de las empresas, los empresarios, los trabajadores más cualificados y también los menos, nacían y se desarrollaban entre un movimiento pendular que iba del incumplimiento de normas laborales y fiscales hasta el acatamiento temporal de aquellas. La economía sumergida (ES) se entendía como una situación transitoria y anecdótica en la vida productiva de las empresas y de los trabajadores. Tarde o temprano la situación se regularizaba; las empresas se legalizaban y los trabajadores eran dados de alta en Seguridad Social con sus derechos reconocidos. Sin embargo hoy las cosas han cambiado. La ES no es lo que era; la actual naturaleza de la ES requiere detenerse en analizar algunos de los cambios que se están dando en el propio concepto, en quiénes son sus protagonistas y cómo se desenvuelven éstos. El primer gran cambio observado está en el propio concepto de ES. El trabajo irregular, no continuo, esporádico, atendiendo a los altibajos de la demanda, … ello eran prácticas irregulares y catalogadas como ES hace tan solo diez años atrás. Sin embargo hoy, el trabajar de forma irregular, no continua, atendiendo a las horas que la empresa quiera contratar, cuando desee hacerlo, con justificación o sin ella, es una práctica habitual legalmente aceptada. ¿Entonces, por qué hoy no se califica de ES lo que hace diez años si lo era? Simplemente porque lo que es ilegal se ha convertido en legal, o dicho de otra forma se ha generalizado una irregularidad consentida se ha asumido socialmente. En estos momentos, al comienzo del siglo XXI, el liberalismo económico ha enmudecido muchas voces y ha ensombrecido muchos de los puntos de interés por el fenómeno, surgiendo lo que puede llamarse la «Nueva Economía del Trabajo», cuyo centro de atención se limita a exaltar la supervivencia individual y la pérdida de los derechos colectivos: en esta superioridad del individuo frente a la sociedad, la ES ocupa un lugar privilegiado. ¿Y qué lugar es este? Se ha insistido en que la desregulación del mercado de trabajo en España significó la institucionalización de parte de la ES. La dialéctica que aparece entre la economía formal -cada vez desregulada con las medidas de flexibilización- y la ES cada vez más normalizada en el ideario y en la práctica colectiva, está haciendo que muchas de las conductas que diez años atrás se desarrollaban como circuitos ocultos, hoy resulten totalmente legales e incluso registradas como éxitos de la creación de empleo. Primer gran cambio, ¿cuestión semántica? ¿Desarparición real de ES? Pero la realidad es bien terca. La práctica de la ES no ha desaparecido; quizás han cambiado los protagonistas, quizás han variado sus relaciones, quizás sus objetivos,… pero la existencia reiterada de esa realidad social y productiva que se desarrolla al margen de las normas reguladoras de la convivencia social y política no se ha borrado. Socialización de la irregularidad El cambio semántico anterior ha provocado que se desarrollen dos mundos en el mercado de trabajo: trabajadores reguladores con plenos derechos y trabajadores irregulares -amparados por la nueva legislación- o simplemente ocultos con derechos recortados o inexistentes: trabajadores con derechos laborales distintos con salarios, condiciones de trabajo, horarios, vacaciones, pagas…, diferentes aún haciendo el mismo trabajo; ello se convierte en una práctica normal y habitual. Estamos familiarizándonos a que todo en el trabajo sea consentido; que se trabaje en condiciones peores es normal, mientras que se tenga trabajo. Con todo ello se puede decir que se ha socializado la irregularidad , este es el segundo gran cambio habido, la sociedad ha perdido credibilidad y fuerza ante la economía. Los derechos adquiridos por la sociedad durante más de un siglo se han omitido por decreto; la alternativa ofrecida es el trabajo en las condiciones que tenía la economía oculta y que ahora tiene simplemente la economía. ¿Qué acarrea esta novedosa situación que emana de la irregularidad consentida y de la convivencia con la ES? Los aspectos cuantitativos del fenómeno poco importan ante la profundidad de sus implicaciones; sus aspectos cualitativos son extremadamente trascendentes. Así, la destrucción de valores laborales, sociales, productivos, empresariales o políticos, es considerable. Ello se observa al considerar cómo en la economía española, hace 40-50 años, la ES fue una alternativa económica para el inicio de muchas de las empresas que actualmente están perfectamente estructuradas igualmente para muchos de los trabajadores que están hoy recién retiradas o confiando en su próxima edad de jubilación, la ES fue la vía para su incorporación al mundo del trabajo, el medio de aprendizaje y adquisición de una cultura industrial: fue la forma de alcanzar una sociedad en que se pudo encontrar valores de solidaridad, de bienestar colectivo, de superación, de esperanza; la meta no era la ES, sino que ésta era una situación transitoria hasta disfrutar de una posición de cierta estabilidad en la economía formal. Sin embargo, las cosas son muy distintas hoy en la economía y en la sociedad española; actualmente la ES es la única forma estructurada para poder sobrevivir con ella, se puede decir que la ES es la única alternativa y un fin en sí mismo para un volumen importante de población, sobre todo para los más jóvenes; el objetivo en ella es abaratar costes y no crear un ambiente de conocimiento, saber hacer, o cultura del trabajo. Entonces si el objeto único de la ES es abaratamiento de costes ello se alcanza haciendo competencias desleales; y así muchos de los sujetos que están trabajando en ES nunca tuvieron la oportunidad de trabajar en un régimen formal ni apreciar las ventajas de la llamada economía y sociedad de bienestar»; su cultura industrial es la informal y en ella los valores que prevalecen son la competitividad, la explotación y la insolidaridad. Los jóvenes, son los más afectados No obstante, si la socialización de las prácticas de la ES es un hecho asumido por la generalidad, la concreción de ello es alarmante en los jóvenes. Estos, muchos de ellos trabajadores con contratos en precario, y la mayoría sin ni siquiera contrato, son el gran ejército de reserva de la ES, los trabajadores pobres del siglo XXI, los obreros sin futuro, los «nuevos esclavos»(?). Para gran parte de los jóvenes, la ES, la desregulación laboral en cuanto a horarios, salarios, ritmos, condiciones laborales, es algo natural, propio de los momentos en que vivimos; los jóvenes no han conocido otras formas de trabajo y de condiciones que no sea la inestabilidad y la arbitrariedad. Su mercado de trabajo siempre ha sido igual de «chungo», trabajar durante dos horas al día, pero estar todo el día pendiente de que les pueden llamar para trabajar; cobrar atendiendo al rendimiento que pueda sacar el trabajo que se haga detrás de la barra de un bar; trabajar irregularmente durante un período no definido e incierto, etc. En el ideario del joven, trabajo es equivalente a irregularidad, a ES, no sabe de otro trabajo, de otra forma de ganarse la vida. En este nuevo marco, dónde se encuentran los valores que trasmite el trabajo: la personalidad, la solidaridad, el bien hacer, la colaboración, la iniciativa, etc. Tercer gran evento en el mundo del trabajo actual: la pérdida de valores de trabajo para los jóvenes. Así, si hace 20-30 años la ES, con todo su deterioro interno, atisbaba un hilo de esperanza como práctica corriente a través de la cual se podía aspirar a alcanzar una movilidad social, laboral y empresarial entre sus protagonistas, hoy la evidencia que surge es que la ES es el refugio para la inmovilidad de los sujetos, es el recurso único como alternativa para alcanzar una renta, habiendo aumentado las condiciones de deterioro y de la explotación en que se desenvuelve. Desde una perspectiva histórica, la ES fue una realidad transitoria y ocasional para muchas mujeres y jóvenes que llegaban a ella después de un recorrido por las prácticas formales del mercado de trabajo, o bien era el punto de inicio de actividades, de prácticas formativas y de saber hacer para otros muchos protagonistas. Sin embargo, que lejos (¿y hasta felices?) quedan hoy esas aspiraciones y formas de hacer… Cuando se interroga hoy a muchos de los jóvenes y de las mujeres que integran el ejército de trabajadores sumergido sobre sus aspiraciones, sus esperanzas, sus ilusiones…, la respuesta viene a ser contundentemente unánime: la ES es principio y fin en sí misma, no hay más presente ni más futuro que el que ofrece la ES, no hay más formas de regulación que la que emana de las prácticas de la ES. Sería este uno de los nuevos ropajes que caracteriza la nueva ES en España, esa «California de Europa» del nuevo milenio: lo que fue una realidad transitoria, «de paso», de ida y vuelta se ha convertido en la única posibilidad de sobrevivir, la ES se ha entumecido en la sociedad y en la economía española. Explotación dentro de la explotación En este marco de cambios, ha surgido con fuerza en esta nueva ES un proceso involutivo de cierta trascendencia: la explotación dentro de la explotación. Esto es, en la serie tic subcontrataciones infinitas que se suceden en la cadena de producción, se percibe que las prácticas de ocultamiento se hacen más y más duras a medida que se va descendiendo en el proceso de subcon- tratación. De esta forma los que hacen trabajos -los subcontra- tados en régimen de ocultamiento- son los que sufren las peores condiciones, impuestas ahora por sus propios compañeros que se han constituido como «empresarios autónomos» o simplemente como repartidores de trabajo oculto. ¡Vaya éxito de emancipación!; un cuarto gran cambio en el mundo del trabajo. Desde esta perspectiva histórica, cabe analizar cómo se realiza la espiral de deterioro que la nueva ES impulsa y qué alcance tiene. Ello se explica por el hecho de que ante la dinámica de descentralización productiva y de desregulación social y laboral, el proceso que se genera en el seno de la propia ES es este mismo: desde la propia ES se profundiza en las prácticas de descentralización y se ahonda en las mínimas condiciones laborales que se pueden ofrecer y aceptar. ¿Quiénes son ahora los hacedores y los propulsores de la ES? Aquí está la novedad: son los marginados y los explotados que trabajan en ES los que explotan y marginan aún más a los diferentes subgrupos que aparecen en la ES. Existe así una segmentación interna de mayor extorsión y exclusión social y laboral respecto a las situación anterior. Es el hecho de que la explotación realizada a los marginados por los propios marginados, es quizás una explotación mucho más dura, radical y cruel. Este es el mundo de las cadenas de subcontratos en el marco de la ilegalidad, es el mundo del trabajo hecho bajo el amparo de las relaciones familiares y de amistad, es el mundo de los talleres clandestinos regentados por los propios clandestinos. En todas estas situaciones, las relaciones laborales están plenamente organizadas aún siendo sumergidas. En ellas los ritmos de trabajo, las condiciones medioambientales, los horarios, los salarios, los riesgos físicos todas las condiciones de trabajo son mucho más duras que las que se tenían en el marco de la vieja ES. Nuevos encajes en la ropa de una vieja conocida. En su funcionamiento productivo, trandicionalmente la ES estaba conformada desde la perspectiva laboral por tres grandes bloques: la que se hacia a domicilio por trabajadores sumergidos, la que realizaban las empresas legales en el seno de sus propias estructuras a partir de las horas extras o de la declaración de menos horas, etc., de sus trabajadores, y en tercer lugar la realizada en estructuras ilegales por parte de pequeñas unidades que estaban sumergidas y se nutrían de trabajadores autónomos o no dados de alta en la Seguridad Social. Ahora lo que se aprecia es una irrupción cada vez mayor de este último tipo de actividad ilegal: la sumersión organizada por los propios clandestinos. En este tipo de nueva organización cabe advertir el gran cambio que se deriva incluso en la concepción de lo que es la ES en el imaginario de los trabajadores ilegales y que ya se ha advertido. La E.S. para los trabajadores clandestinos pudo haber sido una etapa, una fase de su vida laboral, un momento en su trayectoria formativa que incluso le podía repercutir de forma positiva en tanto que era una fuente de iniciativa, de conocimiento, de alternativa para movilidad social; incluso un lugar para formar la nueva empresarialidad. esto ha cambiado radicalmente en tanto que lo que está emergiendo en el nuevo marco de la clandestinidad (y en el nuevo marco de la estructura productiva), es una empresarialidad de la marginación, una empresarialidad que no podrá alcanzar nunca un estatus en el marco de la legalidad porque entre otras cosas no le puede convenir. Para la empresa oculta, la clandestinidad es positiva en sí misma, no cabe advertir ningún cambio, todo lo que sea alterar esa situación es perjudicial para su futuro. Lugares para ocultar la producción La idea que puede tenerse de la empresa que opera en la clandestinidad, es que desarrolla una actividad marginal, desestructurada y desorganizada; sin embargo, nada más lejos de la realidad. La empresa sumergida es una empresa que actúa de forma organizada, disciplinada, precisa; sabe qué hacer en cada momento y con qué elementos cuenta para ello. Sus objetivos están perfectamente determinados y nada tienen que ver con el azar mucho menos con la espontaneidad y la involuntariedad. Su organización productiva y comercial responde a unos esquemas rigurosos, como los que pudiera tener cualquier otra empresa perfectamente legalizada. Es cierto que años atrás algunas empresas llegaban a ocultarse momentaneamente por razones circunstanciales (argumentan motivos fiscales, financieros o laborales). Parcial o totalmente incurrían en el incumplimiento de normas fiscales, laborales, de edificabilidad, condiciones de higiene y salud, medioambientales, etc. Sin embargo, para la mayoría, el retorno a la legalidad era una meta en sí. Hoy sin embargo no puede decirse lo mismo. Nos encontramos ante empresas sumergidas que pese a las minoraciones en las normas laborales, la reducción de sus obligaciones fiscales, o la debilidad y compresión inspectora en cuanto al incumplimiento de las normas de funcionamiento general, su objeto es ocultarse. ¿Por qué? La empresa sumergida actúa de acuerdo con el principio de competir en condiciones ventajosas frente a sus competidores; pero para ello el método que utiliza es el de la evasión fiscal y el incumplimiento de las normas generales existentes, habiendo cambiado sustancialmente los mecanismos de cómo llega a realizar estas prácticas fraudulentas. Así el procedimiento habitual para la evasión ahora consiste en la descentralización del proceso de producción. Así, una empresa matriz que pretenda evitarse costes lo que hace es dispersar en pequeñas unidades sus fases productivas. Estas pequeñas unidades, fases productivas, a su vez, diseminan más aún sus trabajos en otras unidades productivas quizás más pequeñas hasta conformar una nebulosa en la que las últimas empresas son en realidad trabajadores especializados o no, que sin cumplir los requisitos legales en cuanto empresas establecidas (normas de instalación, salubridad, residuos, etc) o en cuanto a trabajadores (ya que no están dados de alta en la Seguridad Social) realizan sus trabajos para no saben quién, el cual, al final, mediante una cadena de montaje y de uniones de fases, hará emerger el producto al mercado. La localización de estas fases productivas ocultas, de estas pequeñas fábricas escondidas, de estos trabajos invisibles, responde a una lógica económica tradicional. El territorio, como lugar de ocultamiento, es una realidad productiva que desarrolla una lógica sorprendente. Así, en la medida que se va diluyendo el proceso productivo en pequeñas unidades productivas, éstas se esparcen en el territorio conformando un paisaje productivo disperso, informal y oculto. Los hogares se convierten en pequeñas unidades de producción sin control posible; las casas de campo, de recreo pasan a ser valoradas como centros de producción; los garajes contienen máquinas en lugar de coches; las furgonetas son realmente las vías de la cadena de producción, que unen unas pequeñas fábricas con otras. ¿Normas urbanísticas, controles medioambientales, regulaciones laborales? Tan sólo existe una lógica y es la de encontrar lugares encubiertos para ocultar la producción. En esta lógica se desarrolla una dinámica de descentralización de la producción desde las unidades centrales hacia lugares y áreas periféricas en las que se aprecian menores controles urbanísticos y medioambientales así como una menor presión social y laboral. En consecuencia, cabe afirmar que la lógica centro-periferia también se propaga en una economía como la española, siendo la E.S. la protagonista de esta dinámica