50 empresas representan ya el 28% de la economía mundial

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Vamos hacia un capitalismo hiperconcentrado

La pandemia ha acentuado la divergencia económica de las empresas en el mundo. Podríamos decir que las más grandes, esas supermegacompañías de la talla de Google, Amazon o la china Tencent tienen sus arcas a rebosar de billetes, mientras que los competidores más pequeños nunca han estado en una situación más precaria. Esta concentración del poder en un pequeño número de grandes empresas no es nueva en sí misma, lleva creciendo significativamente en los últimos años.

¿Por qué ha sucedido todo esto? Las nuevas tecnologías, la disminución del poder de negociación de los trabajadores y el fracaso de las autoridades antimonopolio son algunas de las causas. Y lo cierto es que una tendencia visible es que cada vez son más tecnológicas y chinas.

Más tamaño. La explicación del fenómeno es que durante la crisis económica extendida por la pandemia del coronavirus, muchas grandes empresas, y especialmente sus valores en el mercado de valores, han estado creciendo rápidamente mientras que sus competidores de pequeñas empresas se han enfrentado a un apocalipsis. Las 50 principales empresas del mundo reunieron $4.5 billones de capitalización bursátil en 2020, un valor combinado que representa el 28% del producto interno bruto mundial. Hace tres décadas, la cifra equivalente era inferior al 5%, según datos recogidos por Bloomberg en este artículo.

Más tecnología. El sector tecnológico domina la parte superior de la lista de empresas con más valor, y las de combustibles fósiles, con la excepción del buque insignia de Arabia Saudita, Aramco, han caído. Las empresas de tecnología representan 21 de los 50 primeros puestos. Pero eso trae consigo consecuencias. El extraordinario crecimiento de este sector en particular está impulsando la acción de los gobiernos ante la preocupación de su creciente influencia en todas las áreas, incluida la libertad de expresión y la gran cantidad de datos personales que acumulan de sus usuarios.

Políticos y reguladores en todo el mundo ya las miran de reojo. En China, los reguladores impusieron multas récord a sus afiliadas, incluida Alibaba Group Holding, y extendieron la represión a otros gigantes tecnológicos como Tencent Holdings. Europa ha estado trabajando en formas de gravar a empresas como Amazon y Alphabet según el lugar donde operan, en lugar de su ubicación.

Más China. La tendencia también apunta a un repunte de megacompañías chinas. Su participación en el top 50 ha aumentado, a expensas de Europa. Si nos fijamos en la última lista Fortune Global 500, China es el país más representado, superando a EEUU (124 a 121), y estando muy por delante del tercer lugar, Japón. Si volvemos la vista atrás, a principios de la década de 1990, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya comenzaba a emitir estimaciones del PIB calculadas por la paridad del poder adquisitivo que mostraban que la economía de China se acercaba al tamaño de Japón y Estados Unidos.

Durante las últimas dos décadas, el número de empresas chinas se ha multiplicado por doce, mientras que la proporción de empresas estadounidenses ha caído un tercio, del 36% al 25%. ¿Por qué? Básicamente porque muchas de ellas son de propiedad estatal. Las empresas más grandes de China en la mayoría de las industrias son empresas estatales, y 91 de los 124 miembros chinos de la última lista Fortune Global 500 también.

Más rentabilidad. El dominio y la acaparación trae consigo problemas para los más débiles: los trabajadores. Muchos economistas han atribuido el lento crecimiento de los salarios durante las décadas previas a la pandemia a la disminución de la competencia. Algunas empresas de tecnología tienen modelos comerciales que les permiten escalar sin agregar mucho personal. Otros, Amazon y Alibaba entre ellos, emplean a un gran número de trabajadores, pero a menudo en trabajos poco calificados y mal pagado…

Más impuestos. Las ventajas de las que disfrutan estas superestrellas son evidentes, lo cual es una de las razones por las que los gobiernos se coman la cabeza pensando en cómo domarlas. En Estados Unidos, la administración de Joe Biden busca aumentar los impuestos corporativos como parte de un esfuerzo más amplio para detener el largo camino hacia la desigualdad. ¿Cómo? Presionando por un acuerdo fiscal global que dificulte que las empresas más grandes reduzcan sus facturas al trasladar las ganancias a jurisdicciones de impuestos bajos.

Ese impulso ha atraído la resistencia de naciones como Irlanda, cuya baja tasa impositiva corporativa ha alentado a multinacionales como Apple Inc. y el propietario de Google, Alphabet Inc., a establecer sedes regionales allí.

Más Brecha. Y con todo esto llegamos a uno de los puntos más importantes: una gran brecha entre lo grande y lo pequeño. La diferencia en el rendimiento medio entre estos dos tipos de empresas eran del 15% en la década de los 90, pero recientemente se ha duplicado al 30-35%. Es decir, los gigantes se están volviendo más rentables, mientras que las pequeñas se vuelven precarias. Podríamos pensar: “Es algo normal: Amazon, Netflix y Microsoft fueron una vez pequeñas empresas también, pero alcanzaron el estrellato. Muchas de las empresas actualmente pequeñas seguramente se comportarán de manera similar”. Pues no.

El problema radica en que a las pequeñas empresas les resulta más difícil «escapar» de su clase. Mientras que, hasta el año 2000, entre el 15% y el 20% de las pequeñas empresas se convirtieron en empresas medianas o incluso grandes cada año, este porcentaje se redujo a la mitad en 2017. El proceso de crecimiento para capturar posiciones dominantes parece cada vez más difícil. Y, al mismo tiempo, parece menos probable que las grandes empresas cedan sus posiciones dominantes.

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