Lo que siempre aprendo de las hermanas contemplativas

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En Santiago de Compostela hay 5 conventos de monjas de clausura de vida contemplativa. En la mayoría de ellos viven comunidades de hermanas mayores y poco numerosas.

Desde hace años el Movimiento Cultural Cristiano mantiene una relación con estas hermanas, que tanto bien hacen a la Iglesia y a los que tenemos la fortuna de estar con ellas  aunque sólo sea unos minutos al año.

Llegando el mes de diciembre, en el que se celebran en España y Venezuela, las Marchas Solidarias de Navidad, les pedimos sus oraciones porque las necesitamos. De esta manera también se unen, en solidaridad con los últimos de la tierra, en estas acciones.

La madre superiora de uno de estos conventos, nada más empezar a charlar, me dijo: “Hay mucho paro, ¿verdad?” Me quedé impresionada… Esa es la sensibilidad de quienes parece que están ahí metidas, aisladas del mundo…, pero su mente, su corazón estaba con los que sufren el paro… Sus ojos se humedecían cada vez que hablábamos del despilfarro de los alimentos mientras 100.000 personas cada día mueren de hambre; dice no entender cómo se puede llegar a esto…Me contaba que la situación por la que están pasando muchos de estos conventos es difícil y dura. No era una queja sino un compartir la vida. Cuando no tienen pan para la comida y esto ha ocurrido más de una vez una de las hermanas, mayor ya, siempre dice muy seria: “No nos preocupemos, Dios proveerá.”… Y la providencia siempre llega, me dijo la superiora. Al medio día, llamaron a la puerta y un importante restaurante de Santiago nos trajo pan de unos comensales que no habían aparecido a comer.

Desde esta realidad yo seguía escuchando y aprendiendo lo que es la solidaridad, la única y verdadera solidaridad. Dar de lo necesario para vivir.

Nosotras compramos 5 panecillos pequeños- continua la hermana Mª Á de 88 años- con eso nos llega; y cuando nos vienen jóvenes y no tan jóvenes a pedir un bocadillo porque no tienen para comer, la hermana de cocina se los hace con los panecillos frescos. Nosotras para la comida tomamos lo que nos quedara del día anterior… ¡ellos tienen menos que nosotras!

También nos dejan ropa para que la demos a los que vienen por aquí o para quemar, pero cómo vamos a quemar algo que aún puede valer. Entonces se remangó y me mostró una camiseta azul y un jersey negro mientras me decía contenta: ¡vestimos como los pobres!

Gracias, hermanas. La Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, se mantiene por miembros tan frágiles como ustedes: mayores, enfermas, sencillas. Son la fuerza desde la debilidad. Desde sus oraciones, su fe y su amor a los últimos y olvidados de la sociedad.

Un abrazo en el Señor.